Se encuentra fuera de los circuitos turísticos, pero comienza a ser cada vez más popular entre los visitantes que buscan planes alternativos a los reclamos más populares de la capital escocesa. Hablamos del Water of Leith Pathway, un sendero que se extiende a lo largo de 35 kilómetros en paralelo al río Leith, y en cuyo recorrido no solo aguardan hermosos paisajes, sino también pueblos rebosantes de encanto, monumentos, interesantes museos e incluso un extenso catálogo de aves de lo más inesperado: más de 80 especies habitan la zona.
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Para disfrutar de este tentador plan, existen dos opciones: animarnos a hacerlo a pie o en bicicleta. ¿Lo mejor de todo? Que el trayecto puede hacerse por partes, ya que entre Balerno y Leith, inicio y fin del recorrido, hay acceso a diversos puntos. Eso sí, son 15 kilómetros los que mejor preparados están para el disfrute del peatón.
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Nosotros, que pretendemos dedicarle una jornada teniendo como punto de partida el corazón de Edimburgo, nos animamos con el tramo que mayor facilidad supone: tomamos el autobús gratuito que parte de Princess Street, junto a la Scottish National Gallery –o caminamos durante 3 kilómetros: puestos a andar, qué más da– y alcanzamos el Modern One. La primera parada de nuestra aventura ya está aquí.
ARTE PARA ABRIR BOCA
El Scottish National Gallery of Modern Art (nationalgalleries.org) es el paraíso soñado por los amantes del arte: lo forman dos preciosos edificios de estilo neoclásico, el Modern One y el Modern Two, separados por un inmenso jardín colmado de esculturas de lo más fascinantes. El interior del primero es un edén a la cultura y atesora obras que recorren la historia desde el 1900 hasta nuestros días: Picasso, Mondrian, Warhol, Miró, Henry Moore o Rachel Whiteread nos acompañan.
Solo hace falta caminar unos pasos más allá para que sigan las sorpresas. Nos dejamos tentar por el mensaje instalado a las puertas del Modern Two, bautizado como la Dean Gallery, antes de caer rendidos a su colección. There will be no miracles out here, reza el enorme cartel de neón junto a su entrada. Sus galerías están dedicadas en exclusiva al The Stairwell Project, un trabajo permanente y a gran escala realizado por Richard Wright, ganador de un premio Turner en 2009. Ambos museos tienen entrada gratuita.
Y ahora sí, empezamos a andar en serio. Las señales nos avisan de que solo unos metros nos separan del camino por el que avanzar entre verde y más verde –en los jardines, en los bosques que los rodean, en la orilla del Leith–. No hay pérdida, el rumor del agua nos hará de guía.
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CAMINO A UN CUENTO DE HADAS
La vegetación se vuelve por momentos más tupida y la idea de encontrarnos a escasos kilómetros del corazón de Edimburgo se hace difícil de imaginar. Es como si anduviéramos envueltos en la naturaleza de la Escocia más profunda. La presencia de vida urbana a pocos metros la delatan algunos de los vecinos de la zona que aprovechan el idílico entorno para salir a correr. De vez en cuando, el propio río y la orografía del terreno regala pequeñas cascadas. La cámara de fotos no para de funcionar.
Así, sin apenas darnos cuenta, recorremos los escasos kilómetros que nos separan de Dean Village, el pequeño barrio medieval que muchos consideran como uno de las más hermosos de la zona. ¿Su historia? Fue levantada en el siglo XII en este valle por los monjes de la abadía de Holyrood, y se convirtió en uno de los barrios más prósperos gracias a los 11 molinos de agua que funcionaban a lo largo del río y que eran custodiados por la Incorporation of Baxters, el gremio de los panaderos.
Una pequeña incursión por sus calles, que aún mantienen ese encanto especial –a pesar de que, en el siglo XX, la decadencia se apoderó de Dean Village–, ofrece la oportunidad de merodear entre pequeñas cafeterías y coquetos negocios rebosantes de alma donde tomar algún refrigerio. Tampoco estará de más pararnos a contemplar el Old Dean Bridge, construido en el 1643 por los Baxters, o el más moderno Dean Bridge, levantado en piedra en el siglo XIX para facilitar la comunicación entre las dos orillas del Water of Leith. El pintoresco barrio se ha convertido, no es de extrañar, en uno de los rincones residenciales preferidos por los edimburgueses.
QUE EL VERDE NO PARE
¡Exacto! Porque los paisajes que vamos encontrando a nuestro paso son sencillamente espectaculares. Tanto, que hoy día alberga una gran diversidad de plantas y animales, desde ajos silvestres a orquídeas, desde truchas marrones a garzas, numerosos ejemplares de martín pescador, cisnes, cormoranes o incluso nutrias.
También sigue habiendo espacio para el arte. Una serie de seis esculturas creadas por el artista Antony Gormley se encuentran decorando, en los puntos menos esperados del recorrido, el propio Water of Leith Pathway. En ocasiones aparecen en el propio sendero. Otras, instaladas en las aguas del río. De repente, un monumento llama nuestra atención, se trata de St. Bernard´s Well, un pequeño templo circular con una escultura en su interior de Higía, la diosa griega de la salud y la limpieza, construido en el mismo lugar en el que tres escolares descubrieron, en 1760, un manantial natural.
Disfrutando del paseo y de todo aquello que le da vida llegamos hasta nuestra siguiente parada: Stockbridge, una coqueta aldea cuyo nombre, dicen, proviene del puente de madera que un día existió junto a ella. En su día fue el hogar de muchos de los trabajadores de los molinos harineros de la zona, aunque también acogió a aquellos que, movidos por la curiosidad de las aguas curativas de St. Bernard´s Well, venían hasta aquí para probarlas. Con el tiempo grandes terratenientes comenzaron a levantar casonas de estilo georgiano y transformaron así el lugar. Hoy, es una zona residencial y comercial de lo más atractiva.
Antes de continuar, un último salto al Real Jardín Botánico de Edimburgo (rgbe.org.uk). Creado en 1670 por dos médicos que cultivaban plantas medicinales, sus 28 hectáreas de terreno concentran ejemplares procedentes de rincones tan diversos como los bosques de Australia, las montañas de Indonesia o los desiertos arábigos. Caminar por sus diferentes secciones es como hacer un viaje a los lugares más remotos del mundo. La zona de los invernaderos, que supone el pago de una entrada aparte, acoge más de 2400 especies de plantas.
DESTINO FINAL: EL MAR
Y por fin, Leith. El barrio pesquero de Edimburgo que recibe el nombre del río y se halla en su desembocadura, ha sido puerto natural desde tiempos inmemoriales, pues ya los romanos dejaron su impronta aquí. Tras sufrir batallas y todo tipo de conflictos entre ingleses y franceses a lo largo de la historia, acabó por convertirse en el puerto más importante de Escocia allá por el siglo XVIII.
Nos acercamos hasta la zona conocida como The Shore, un conjunto de peculiares edificios que concentran la vida de Leith, con su gran variedad de bares y restaurantes. Galerías de arte, pequeños negocios de artesanos y artistas y algún que otro monumento, como el arpón que se expone en plena calle y que recuerda el pasado ballenero del lugar, tientan a pararse una y otra vez. ¿Un café para reponer fuerzas tras el paseo? Mimi´s Bakery (mimisbakehouse.com), una cafetería con vitrinas que solo con mirarlas hacen subir de peso, nos servirá.
Los diferentes muelles de Leith fueron famosos desde su construcción a lo largo del 1700 y funcionaron hasta la década de los 80 como astilleros. En el mismo lugar en el que un día se levantaron barcos que partieron desde estas aguas hacia todo el mundo, hoy se encuentra el Ocean Terminal (oceanterminal.com), un inmenso centro comercial que cuenta con un atractivo de lo más popular: el Royal Yacht Britannia (royalyachtbritannia.co.uk). Sirvió como residencia flotante de la familia real británica durante más de 40 años y se encuentra aquí atracado y abierto a las visitas.
¿Para acabar nuestra particular ruta? Nada como acercarnos al mar. Allí, frente a las imponentes aguas del estuario de Forth, con el viento abrazándonos fuerte y las fieles gaviotas acompañándonos, nos despedimos de la jornada a lo grande: es hora de regresar al corazón de Edimburgo.