Contra todo pronóstico, el tiempo acabó dándole la razón a Colón. Puede que el almirante no anduviera muy acertado al bautizar como Costa Rica estas tierras verdísimas en las que no encontró grandes riquezas. En ausencia de oro y fortuna garantizada, la colonia se pobló de inmigrantes entregados a trabajar ellos mismos la tierra. La inversión (y el acierto) de este pequeño país en la cintura del continente fue apostar por el bienestar y la conservación hasta que, de la mano del ecoturismo, su naturaleza digna del Libro Guinness se convirtió en ese oro que, sin éxito, buscaba Colón.
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Mucho antes de que la salvaguarda del medioambiente se volviera una prioridad, hace más de medio siglo nacía la Estación Biológica La Selva, una institución sin ánimo de lucro pionera en la investigación de los ecosistemas del trópico. En las lindes del Parque Nacional Braulio Carrillo, muy cerca de Puerto Viejo de Sarapiquí, la Organización para Estudios Tropicales (OTS) adquirió en 1968 sus 1600 hectáreas de bosque húmedo, albergando una de las primeras reservas privadas del país. Desde entonces, científicos y estudiantes siguen siendo sus principales huéspedes, aunque también le hacen un hueco a los visitantes que desean conocer a fondo su biodiversidad y apoyar, de paso, su conservación.
Sus instalaciones, destinadas principalmente a los investigadores, carecen del lujo de los mejores hoteles. Pero el lujo en La Selva es salir al encuentro de sus más de 2000 especies de plantas y 400 de árboles altísimos, su casi medio millar de tipos de aves, como tucanes, el paragüero cuellicalvo o el colibrí de pecho azul, entre monos aulladores y osos perezosos, pecaríes y guatusas, ranitas tan venenosas como la blue jeans o felinos difíciles de avistar de la talla del ocelote e incluso el puma.
De la mano de naturalistas, por sus más de 50 kilómetros de senderos se buscarán las especies más cotizadas mientras se aprende de las adaptaciones de la flora y la fauna al entorno y de los peligros que acechan a uno de los hábitats más complejos del globo.
Para los visitantes, cada día se organizan dos caminatas por la mañana en compañía de un guía. Los alojados en La Selva tendrán, sin embargo, el privilegio de recorrer su extensión a su aire, siempre que se avise a los rangers si deciden internarse en las profundidades del bosque. También podrán acordarse rutas a primera hora del día para espiar el despertar de las aves o, a última de la tarde, para codearse con su fauna más noctívaga.
En la misma línea, la OTS fue abriendo otro par de laboratorios vivos donde profundizar en el conocimiento de la naturaleza. Si en la Estación Biológica Las Cruces reina la abundancia de especies tropicales de sus jardines botánicos, la Estación Palo Verde, dentro del parque nacional del mismo nombre, es uno de los centros más importantes para la investigación de los amenazados bosques tropicales secos, cuyos humedales resultan vitales para los miles de cormoranes, garzas, charranes y demás aves acuáticas que recalan por ellos.
No dejes de...
Navegar en las aguas bravas del Sarapiquí. En canoa o a bordo de un kayak, atravesando pequeños rápidos mientras se observan aves tropicales, perezosos en los árboles, iguanas y toda la biodiversidad de la jungla. Pero si prefieres una descarga de adrenalina, puedes llevar a cabo incursiones guiadas de rafting, de incluso ocho horas, a lo largo del curso del río Sarapiquí, uno de cuyos tramos se adentra en la Estación Biológica La Selva.
Guía práctica
Guía práctica