Conil tiene todo lo que muchos desean para ser feliz en verano. Lo primero, playas. Los 14 kilómetros de costa que se extienden entre los núcleos turísticos de Sancti Petri y Vejer de la Frontera dan para mucho, pues se alternan arenales larguísimos, calas escondidas e imponentes acantilados. Lo difícil será elegir por cuál decantarse porque tiene para todos los gustos. Hay que tener presente que estamos en uno de los entornos más naturales e intactos de la solicitada costa de Cádiz.
Empezamos en la playa de la Fontanilla, que es la que linda con la zona urbana. Inmensa, tiene la extensión perfecta para mantener la distancia. También el oleaje perfecto, la temperatura del agua perfecta, el entorno perfecto y un fácil acceso. ¿Quién da más? Pues sí, surfistas buscando las olas y chiringuitos en la arena, como Casa Diego, donde sentarse a tomar un arroz negro o un cóctel y despedir el día viendo ponerse el sol, que por algo estamos en la Costa de la Luz. Tambien aquí plantados están El Huerto (restauranteelhuertoconil.com) y el restaurante La Fontanilla (lafontanilla.com), cuya carta es una explosión de sabores marineros.
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Asomado a esta misma playa, pero a una distancia prudente, están los tres hoteles que forman Fuerte Conil Resort (fuertehoteles.com), uno de los complejos más emblemáticos de Conil. Un cuatro estrellas de estilo andaluz para disfrutar en pareja o en familia, pues ofrece, durante el verano, la fórmula de todo incluido. Seis piscinas, spa, varios restaurantes especializados en atún de almadraba, arroces y platos andaluces, tiendas, servicio de kiosko y hamacas en la playa, habitaciones comunicadas para viajar con niños, un amplio programa de actividades para todas las edades y amplísimos y espectaculares jardines desde los que se contempla el mar. Y, además, el pueblo queda a 5 minutos caminando, nada más cruzar el parque de la Atalaya.
Si tomamos el paseo marítimo que bordea la accesible y animada playa de los Bateles llegaremos hasta el puente de madera que salva la desembocadura del río Salado. Al otro lado queda la torre de Castilnovo, atalaya que marca el límite entre Conil y la playa de El Palmar de Vejer, y nos recuerda aquellos tiempos en que desde ella se vigilaba la llegada de piratas, así como de la tradicional almadraba. Otra idea es tomar el Sendero Azul de Castilnovo, que, a lo largo de sus tres kilómetros, discurre por un entorno de alto valor paisajístico con dunas, restos de antiguas salinas, pozos, abrevaderos y una gran variedad de aves, entre los que se encuentra el ibis eremita, en peligro de extinción.
Dejamos la playa a un lado porque llega la hora de descubrir el casco histórico de Conil, del que uno queda enamorado nada más pasar el Arco de la Villa, la única de las cuatro puertas que se conservan de la muralla que la rodeaba en otro tiempo. Cruzándola aparece la plaza de España y un conjunto encantador de calles en cascada y casas encaladas con preciosos patios llenos de flores y terracitas en las que sentarse a degustar pescaíto frito, sobre todo en la calle Cádiz, eje del barrio de pescadores, pero también en las de Tolete, Virgen del Carmen, Salmonete…, todas con nombres relacionados con la pesca. En época estival es un lugar rebosante de vida.
La calle Cádiz va a parar a la plaza de Santa Catalina, centro del pueblo y presidida por el templo del mismo nombre, reconvertido en centro cultural. También la torre de Guzmán, único resto del castillo de Guzmán el Bueno que se levantó en el siglo XIII y cuyas alturas regalan hoy unas excelentes vistas, a 18 metros de altura. Y, justo al lado, el pequeño Museo de Raíces Conileñas, una buena introducción a la historia local en una antigua casa típica.
Otro sitio con historia es La Chanca (lachancaconil.es), por el que pasaremos para entender la relación de Conil con el atún. En este lugar que se asemeja a una fortificación militar, en el siglo XVI se reparaban embarcaciones de pesca y se cortaba y se curaba el atún capturado en las almadrabas. Hoy es un centro de interpretación dedicado al mar y a ese sistema de pesca artesanal utilizado ya en época de los fenicios y que sigue vigente. En verano en su patio podemos disfrutar de diferentes actividades, desde espectáculos de flamenco a teatro o cine de verano.
Dejando atrás las calles de Conil, que se pierden por sus barrios más nuevos, la franja litoral depara muchas más sorpresas hasta llegar a la torre de El Puerco, límite con la playa de la Barrosa, ya en el municipio de Chiclana de la Frontera. A la playa de La Fontanilla le toma el relevo la del Roqueo, donde el restaurante del mismo nombre (elroqueo.com) es un buen lugar para disfrutar de cocina tradicional con bonitas vistas al océano–. Seguidamente la de Fuente del Gallo –la última de las playas largas del municipio–, y, a partir de ella, un conjunto de calas a los pies de los erosionados acantilados que siluetean esta preciosa ensenada: Cala Puntalejo, Cala Camacho, del Quinto, de los Pintores…
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A la cala del Aceite hay que llegar en coche hasta un aparcamiento bajo los pinos y luego caminar unos metros por una pista de tierra. Es una de las más solicitadas, por estar resguardada de los vientos, que en Cádiz soplan con fuerza cuando vienen de levante, por su chiringuito y porque en ella se pueden alquilar kayaks (yumping.com).
Siguiendo la carretera que bordea la costa se alcanza el puerto pesquero de Conil. Buena idea es llegar para comer si se ha reservado mesa en el restaurante del Club Náutico, a la hora de la subasta del pescado o del ocaso, si lo que se quiere es admirar la vista desde el mirador del faro. A partir de este punto, comienza el sendero de los Acantilados que recorre las playas de la urbanización de Roche, siete pequeñas ensenadas protegidas por acantilados para amantes de la belleza natural: la del Tío Medina, El Enebro, El Frailecillo… Un paseo entre matorral mediterráneo disfrutando de estupendas panorámicas combinadas con un baño en la playa. ¿Se puede pedir más?