Tromsø es un antiguo puerto ballenero, una ciudad encantadora a un salto de Cabo Norte; una urbe moderna y dinámica a orillas de los fiordos más al norte de Noruega. En otoño y primavera, los cielos del Círculo Polar Ártico se colorean ofreciendo uno de los espectáculos más indescriptibles de la naturaleza. En esta región, las noches de invierno rara vez suben de los 15 grados bajo cero y la nieve y el hielo cubren la ciudad, las carreteras y el paisaje. De septiembre a diciembre, las auroras boreales son visibles desde que el cielo se oscurece. Llegar a verlas es el premio a la paciencia, porque no siempre danzan e iluminan el firmamento.
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Ir a la caza de auroras tiene su liturgia. Lo primero es localizar un lugar donde el cielo esté limpio, despejado, donde la bóveda del universo se nos antoje más blanca que nunca. Luego hay que tener la suficiente paciencia para aguardar su llegada. Los guías han estudiado previamente la información que los satélites facilitan sobre posibles tormentas solares, que garantizan el fuego boreal en el cielo.
Ver y fotografiar este fenómeno es una experiencia doblemente estimulante, pero para eso, además de un trípode, se necesitarán cámaras de gran sensibilidad que permitan captar sus numersos colores. Atención, porque lo que el ojo observa no es lo mismo que lo que la cámara capta. Las fotografías de auroras boreales tienden a colorear de verde, pero el ojo humano contempla un fenómeno de tonos más blancos que se aproximan al verde, al azul, al morado y, cuando la tormenta solar es muy potente, también al rojo.
En ocasiones, cuando el cielo está cubierto de nubes, los cazadores de auroras buscan en las aplicaciones por satélite posibles claros. Llegar a ellos en una región donde las carreteras son mínimas no es fácil, pero sí apasionante, porque el paisaje cambia del fiordo próximo a la costa a la tundra y la taiga. Tromsø, además, está próxima a las fronteras del norte de Finlandia y Suecia. Las islas que la rodean dejan paso hacia el este a la Laponia hipnótica y desabrigada, donde vive el pueblo sami. La tundra es un paisaje desnudo, horizontal y rocoso que anticipa, conforme descendemos a la taiga, a los espesos bosques de coníferas donde habita el oso pardo.
Cuando el invierno termina y la primavera avanza, el cielo vuelve a cambiar en estas latitudes. Desde mediados de mayo hasta últimos de julio, la oscuridad no llega a ser total en ningún momento. Es el llamado sol de medianoche, una claridad permanente durante las 24 horas. Esta sensación de mediodía continuo tiene su lado opuesto entre últimos de noviembre y mediados del mes de diciembre, apenas unos días en los que el sol se oculta por completo y solo hay algún destello de mínima luminosidad en las horas centrales. En esos momentos, contemplar auroras boreales es posible casi en cualquier instante. En Tromsø y en las pequeñas colonias que rodean la ciudad más habitada del norte de Noruega, los vecinos están muy acostumbrados a su presencia, pero es imposible sustraerse a ellas cuando su luz ilumina el paisaje nevado que nos rodea.
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Conocer Tromsø, la ciudad más al norte de Europa. Enclavada entre islas, sus edificios clásicos estilo imperio contrastan con otros de espectacular arquitectura contemporánea. La conocida como catedral del Ártico es su gran monumento, el otro es la original biblioteca, con imponentes vistas. Junto al puerto se halla el moderno centro de interpretación Polaria (polaria.no). La isla de Kvaløya, con montañas de más de 1000 metros e impresionantes cascadas, está conectada a Tromsø a través de un larguísimo puente.
Guía práctica
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