Nos situamos en la localidad de Águilas para descubrir un reducto del Mediterráneo más virgen. Es el paisaje protegido de Cuatro Calas, una pequeña franja costera de 222 hectáreas donde pequeños relieves dominados por esparto se combinan con ramblas, cañadas, acantilados, extraños relieves y calas arenosas. Las cuatro que le da nombre son las de Calarreona, La Higuerica, La Carolina y Los Cocedores, muestra clara del vulcanismo del sureste de la península.
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Un sendero local discurre por todo el paisaje protegido, perfecto para disfrutar en familia e ir descubriendo su interés geológico y alto valor ambiental, pues en él habitan especies únicas en Europa. La tortuga mora es la más representativa, pero también se ven cigüeñelas, aves esteparias, costeras... Lo que se ven también son vestigios de esos «cocedores» construidos en el mar en los que, aprovechando la salinidad y temperatura del agua, se maceraba o cocía el esparto a fuego lento para poder ser empleado después en la elaboración de múltiples enseres.
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LAS CALAS DE CALNEGRE
Si seguimos hacia el norte alcanzaremos el Parque Natural de Calnegre, el tramo de costa más virgen de toda la región. Una sucesión de calas resguardadas por paredes de pizarra que le otorgan al paisaje una coloración oscura. Aquí lo que encontramos es monte tapizado de rala vegetación que se adapta a la sequedad de estas tierras, acantilados que se precipitan al mar y dunas fósiles. También el pequeño poblado de Puntas de Calnegre, con sus blancas casitas a pocos pasos del agua.
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Pero, sobre todo, encontramos rincones donde el bañista más exigente puede sentirse en el paraíso: Calnegre, Baño de las Mujeres, Siscal, Calahonda… y, para muchos, la más bonita, Percheles, con su forma de media luna y su línea de palmeras en la orilla. La arena es tan fina y el agua tan cristalina que trae reminiscencias a exóticas latitudes.
SALAZONES Y BARCOS FENICIOS
Los romanos que andaban hace 2000 años por esta costa establecieron en Mazarrón una fábrica de salazón en la que elaboraban el garum, una salsa de pescado que servía para potenciar el sabor. La encontramos junto al muelle pesquero, en el Museo Arqueológico. Como también el Centro de Interpretación del Barco Fenicio, una de las embarcaciones más antiguas halladas en el Mediterráneo.
Pero en Mazarrón también hay que disfrutar de la playa, que con 32 repartidas por su municipio, tiene para todos los gustos. Cala Bahía o Cala Desnuda resultan atractivas por su bonito entorno, pero singular es el impactante paisaje de Gredas de Bolnuevo, una suerte de Ciudad Encantada donde la erosión ha tallado extrañas figuras en la roca.
ENTRE TERMAS ROMANAS Y TERRACITAS EN LA AZOHÍA
Un poco más adelante, la carretera conduce al recoleto puerto pesquero de La Azohía, unido por una senda peatonal a la diminuta pedanía de Isla Plana. Aquí no solo encontramos los restos de las antiguas termas romanas del Baño de la Marrana, también un conjunto de terracitas al final del paseo marítimo que resultan perfectas para sentarse a tomar un aperitivo.
EN BUSCA DE DELFINES Y BALLENAS
Las aguas cálidas que acarician la bahía de Mazarrón, entre el cabo Cope y el cabo Tiñoso, albergan durante todo el año hasta cinco especies de delfines. En los meses de mayo y junio reciben, además, la visita de otros dos grandes cetáceos: los rorcuales y los cachalotes, que acuden a esta franja costera para dar a luz. Varias empresas ofrecen la excursión, que puede ser de una mañana (unas cinco horas) o de varios días. Entre ellas Cetáceos y Navegación (cetaceosynavegacion.com) y Rutas de Tierra y Mar (rutasdetierraymar.com).
Para despedirnos de este tramo costero, elegimos la mejor panorámica, la que ofrece la batería de Castillitos, recuerdo de cuando el espacio natural de la Sierra de la Muela, Cabo Tiñoso y Roldán era una zona militar, lo que lo ha mantenido perfectamente conservado. Desde ella se ve al frente, el pequeño islote de Las Palomas, y bajo las paredes escarpadas, un conjunto de playas –El Portús, Aguilar, Bolete, Salitrona…–, cuyos fondos son una meca para los aficionados al buceo.