Un sinfín de viñedos escoltan al visitante hasta la entrada de Montilla. Se diría que las cepas, cuyo fruto es recogido en septiembre y celebrado con una sonada fiesta, son una calurosa bienvenida a todo aquel que llega hasta el centro geográfico de Andalucía . Montilla se arracima en torno a una colina coronada por una antigua fortaleza. El parque de Cervantes, con sus plátanos de sombra y sus quioscos románticos, es la fachada a una ciudad que tiene en el arco de Santa Clara su monumental puerta de entrada. A partir de ahí, Montilla se desdobla en callejas estrechas, plazoletas íntimas y casitas encaladas.
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Si no fuera por la portada clásica de la iglesia de San Sebastián, se diría que este templo es una más de esas casonas señoriales del barrio viejo de la ciudad. La iglesia y el convento de San Agustín, epicentro de la Semana Santa local , atesora en su interior la esencia de la imaginería barroca. Y la de San Agustín se asoma a la calle Ancha, que conduce hasta la iglesia de San Francisco Solano. Aquel venerado santo nació aquí y los vecinos preservan su memoria en un edificio desdoblado en capilla y patio.
El convento de Santa Ana queda al lado del edificio del ayuntamiento, cuya fachada constituye uno de los ejemplos más notables de la arquitectura romántica decimonónica. Fue construido sobre el antiguo convento de San Juan de Dios y en su interior acoge salas de exposiciones y habituales encuentros culturales. A partir de aquí, Montilla se convierte en una ciudad animada y bulliciosa.
La calle Corredera, con casonas solariegas levantadas por los grandes apellidos ligados al vino, es un ir y venir de vecinos. A un lado y otro abren comercios tradicionales que dejan a un lado la basílica de San Juan de Ávila y conducen hasta la plaza de la Rosa. Allí se levanta la casona La Tercia, mandada construir por la familia Alvear, y el teatro Garnelo, cuyo apellido recuerda al célebre pintor fallecido en esta ciudad en 1944. El artista José Garnelo tiene su museo próximo a esta encrucijada de caminos. Su obra se puede contemplar en la Casa de Aguas, un palacio señorial donde la ciudad ha reunido cerca de 200 obras de este pintor historicista que llegó a ser subdirector del Prado y director de la Academia de Roma.
De nombres ilustres vinculados a la historia de la América hispana está hecha Montilla. San Francisco Solano fue uno de los principales evangelizadores y el Inca Garcilaso de la Vega, cuya casa natal abre a espaldas de La Tercia, desarrolló en Montilla su carrera literaria. La casa señorial del XVI que ocupó se ha convertido, en la actualidad, en un símbolo de reivindicación de su figura y su obra.
La iglesia de Santiago, ennoblecida por su campanario barroco, queda a un lado de las callejas que trepan hasta el castillo de Montilla. La vieja fortaleza, hoy un monumental edificio civil a dos aguas, es mirador y escenario cultural. El castillo ocupa la muela de la colina más alta y a sus pies se extiende el barrio de la Escuchuela, uno de los caseríos más tradicionales, una suerte de calles estrechas, miradores sorprendentes hacia el noreste de la ciudad y susinfinitos pagos vinícolas y casitas encaladas de blanco y adornadas con arriates donde germinan jazmines y geranios. En sus pequeñas plazas se celebran las grandes fiestas de primavera, las cruces y patios que pregonan los fastos del estío hasta la llegada de la celebración de la vendimia, que engalana la ciudad en septiembre para conmemorar su fruto más alabado.
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Descubrir las bodegas más antiguas de Andalucía. Montilla elabora en sus bodegas vinos finos, amontillados, olorosos y dulces Pedro Ximénez que tienen denominación de origen. Tras recorrer Montilla y sus monumentos, lo mejor es buscar a las puertas de la ciudad las bodegas de Alvear (alvear.es), las de mayor solera, o las de Cruz Conde (bodegascruzconde.es) y Pérez Barquero (perezbarquero.com). En ellas se ofrecen catas, visitas guiadas, comidas maridadas y la posibilidad de conocer las tierras albarizas.
Guía práctica
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