Calles que se estrechan hasta tocarse, una imponente catedral y casas de colores pastel. Pero también bullicio en las terrazas, ropa que cuelga de las ventanas y un sol que parece desplomarse desde un cielo inmensamente azul. Así es Amalfi, puro sabor mediterráneo. Una ciudad que conjuga el alma marinera con el glamour un tanto nostálgico de sus tiempos de esplendor, cuando fue una de las cuatro repúblicas independientes de Italia junto con Pisa, Génova y Venecia.
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Hoy Amalfi es sobre todo la localidad que da nombre a uno de los litorales más hermosos del mundo: la famosa Costiera Amalfitana que, desde Nápoles hasta Vietri Sul Mare, culebrea por el suroeste de la península. Una costa cuya belleza le valió la declaración por la Unesco de Patrimonio Mundial y que, sólo desde 1953, está vertebrada por la llamada Strada Statale SS 163. Nadie que recorra este sinuoso trayecto de unos 60 kilómetros, sobre acantilados de hasta 40 metros, puede permanecer ajeno a la espectacular panorámica que se despliega a su paso. Por algo muchos locales la conocen como el Sendiero degli Dei (Camino de los Dioses).
BONITAS LEYENDAS
Así, a través de la Costa Amalfitana, es como llegan a Amalfi quienes no optan por la vía marítima, no sólo sorteando el vértigo sino también, eso sí, el tráfico exasperante de la temporada más alta. Y así es como se constata que este pueblo, aferrado a la pendiente de manera imposible, recoge la esencia de la famosa ruta colgada del mar.
Amalfi vive en vertical desde su posición en la boca de una profunda garganta al pie del Monte Cerreto. Y vive también barnizada de leyendas. Como la que cuenta que su fundación fue un tributo de amor que Hércules, hijo de Zeus, quiso dedicar a su amada, cuyos ojos eran azules como el mar. O la que dice que, si los enamorados quieren casarse, nunca han de subir las escaleras del Duomo di Sant’Andrea agarrados de la mano, puesto que este gesto (vaya a saberse por qué…) hará que nunca contraigan matrimonio.
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QUÉ VER EN AMALFI
La plaza más hermosa de Italia
Precisamente la catedral es el monumento principal, elevada sobre una escalinata en la que está considerada una de las plazas más memorables del país. Un edificio que, con su fachada policromada de inspiración árabe y sus elementos románicos, bizantinos, góticos y barrocos, preside un bellísimo conjunto arquitectónico, compuesto por dos basílicas, una cripta, un campanario y el apenas visitado, pero impresionante claustro del Paraíso.
Tiempo para perderse
Es esta Piazza del Duomo la que sirve para tomar el pulso al ambiente de la ciudad. En sus animadas terrazas alrededor de la Fontana di Sant’ Andrea, en las irresistibles heladerías y en las pintorescas tiendas de limoncello, un producto típico de esta zona que es pródiga en buenos limones. Pero, sobre todo, en el trasiego constante de este rincón, que antaño sedujo a artistas y bohemios y hoy cautiva a miles de instagramers.
En Amalfi hay que perderse sin prisa por la Via Lorenzo, la arteria principal, que conduce a otra bonita piazza, la del Spirito Santo, con una fuente en la que es tradición llevar a los recién nacidos. Pero también hay que sentarse en restaurantes como Taverna degli Apostoli (Via Sant’Anna Piccola, 5) o Antica Trattoria Barracca (anticatrattoriabarracca.it) para descubrir los platos estrella de la ciudad: los scialatielli (un tipo de pasta parecido a los espaguetis pero más anchos y cortos) con marisco o los tagliolini al limone amalfitano (otro tipo de pasta con salsa de limón).
Playas y museos
No es que sea su gran reclamo, pero sí, también hay playas en Amalfi. Una, precisamente, en el centro, atestadísima en los meses de verano. Y otras que proporcionan mayor intimidad, como Duoglio o Castiglione, las cuales obligan a caminar un poquito para llegar. Ello por no hablar de las pequeñas calitas que ribetean los alrededores y a las que sólo se puede acceder a través del mar.
Pero incluso para los amantes del arte hay una visita interesante: el Museo della Carta (Museo del papel) en el que pervive la maquinaria original con la que los amalfitanos elaboraban un papel que, por su excelente calidad, se hizo famoso en el mundo entero. Una herencia de cuando la ciudad era una República Marítima y mantenía relaciones con el exotismo de Oriente.
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DORMIR COMO LOS DIOSES
Para rematar la experiencia, no hay un lugar más romántico para dormir que el NH Collection Gran Hotel Convento di Amalfi (nh-hoteles.es/hotel/nh-collection-grand-hotel-convento-di-amalfi), la mejor atalaya del lugar para contemplar la Costa Amalfitana. Un hotel que está enclavado en la cima de un acantilado, desde donde se vierte el Tirreno en una bella panorámica.
El Gran Convento di Amalfi es, como su nombre indica, un antiguo monasterio del siglo XIII que, en su maravillosa reconstrucción, ha mantenido el claustro y la iglesia original. Sus habitaciones orientadas al mar son un auténtico remanso de paz y su apartado gastronómico es un deleite del sabor italiano. Nada, sin embargo, puede superar a su infinity pool suspendida sobre el mar y perfumada por jardines de limoneros.
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MEJOR ÉPOCA PARA VIAJAR
La primavera y el otoño son las mejores épocas para viajar a Amalfi, cuando las temperaturas son suaves y no encontramos las riadas de turistas del verano. A partir de marzo y hasta junio, o de septiembre a noviembre, son los mejores meses. Los hoteles encarecen sus precios entre junio y septiembre. Con un clima mediterráneo, los meses más fríos son entre diciembre y febrero, el resto las temperaturas son templadas y en general bastante agradables.