Aunque cada una puede presumir de su propia personalidad, Frías, Oña y Poza de la Sal comparten valores comunes: un denso pasado histórico y monumental, un conjunto urbano bien conservado y un privilegiado entorno natural. Una buena idea es comenzar el periplo en Poza de la Sal, la localidad más cercana a la capital burgalesa. El origen de esta tranquila y hermosa villa castellana –famosa por ser el lugar de nacimiento del gran naturalista Félix Rodríguez de la Fuente – hay que buscarlo en sus antiguas salinas, explotadas por autrigones y romanos.
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El escalonado caserío de Poza de la Sal conserva un laberíntico conjunto de calles estrechas y empedradas que aún rezuman un aire medieval. Sobre unas casas en las que perduran los antiguos entramados y sobre un peñasco calizo destaca el perfil de su desafiante castillo. Merece la pena subir hasta lo alto para contemplar las panorámicas de la población y de la comarca de La Bureba . Otra visita recomendable es el paseo por las salinas, las más importantes del norte de España, y su centro de interpretación.
Tan solo 15 minutos nos separan del segundo vértice de la ruta. A los pies de los Montes Obarenes y rodeada por un anfiteatro rocoso salpicado de masas boscosas, se descubre Oña . De origen prehistórico, su entrada en la historia se sitúa en el siglo viii, cuando surgió como baluarte fortificado del primitivo reino de Castilla. Dos siglos más tarde, el conde Sancho García funda el monasterio de San Salvador. Corría el año 1011 y desde entonces el devenir de la villa estará ligado a esta poderosa abadía benedictina.
Además de la imprescindible visita del monasterio, con sus panteones y el claustro tardogótico diseñado por Simón de Colonia, en Oña se pueden realizar distintos recorridos senderistas señalizados que se internan por los bellos parajes del Parque Natural de los Montes Obarenes. Precisamente en los jardines del antiguo cenobio se localiza la Casa del Parque de este espacio protegido y el Jardín Secreto de Oña, que en verano acoge exposiciones.
De Oña a Frías hay solo 25 kilómetros, pero por unas carreteras que atraviesan algunos de los paisajes más sobrecogedores del sur de la comarca de Las Merindades. En especial los profundos desfiladeros por los que los ríos Oca y Ebro se han abierto paso en las compactas calizas del entorno. El interés natural de estas gargantas, en las que se observan multitud de aves rapaces, se ve incrementado por los numerosos enclaves de alto valor histórico que salen al paso. Un consejo: no hay que pasar de largo por el eremitorio altomedieval de las Cuevas de los Portugueses y el castillo de Tedeja, de los más antiguos del país.
Frías es un atractivo núcleo de sabor medieval, encaramado en una abrupta plataforma de toba y presidido por la silueta de un altivo castillo. Lo que casi nadie se imagina es que se trata de una ciudad, de las más pequeñas del mundo, que disfrutó de un generoso fuero real hasta que pasó a manos de la poderosa familia de los Velasco. Una larga calle empedrada conduce, pasando por la iglesia de San Vicente, hasta los pies de su fortaleza. Desde lo más alto se contempla una inmejorable perspectiva de la ciudad y de Valle de Tobalina.
A un paso de la localidad y sobre las aguas del río Ebro se yergue uno de los puentes fortificados más bellos de España. Su torre defensiva, erigida para el cobro de los derechos de paso, confiere a esta antigua construcción medieval, de origen romano, una inconfundible silueta.
No dejes de...
Visitar el pueblo de Tobera. Situado a dos kilómetros de Frías y a la salida de un bello desfiladero, su caserío escalonado se asoma a la interminable sucesión de cascadas por las que se precipita el río Molinar. Aguas arriba aparece un elegante puente medieval y las ermitas del Santo Cristo y Santa María de la Hoz, con restos románicos. Todavía queda la memoria de los molinos, pisones y batanes que utilizaban la fuerza motriz del agua. De uno de estos últimos salió, en el siglo XII, el primer papel fabricado en la península.
Guía práctica
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