Más de 2000 eventos llenan la agenda que la ciudad ha organizado para este año especial en el que comparte distinción con Novi Sad (Serbia) y Kaunas (Lituania). Además de los 160 proyectos puestos en marcha, todo tipo de espectáculos, conciertos, exposiciones, talleres participativos y festivales –Remix Culture y Night Songs– bajo el leitmotiv de la mezcla, el remix. A Esch-sur- Alzette se han unido también en este evento 18 municipios de la region fronteriza: algunos de la vecina Francia, con los que mantiene un vínculo histórico.
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Muchas de estas citas van a tener como escenario antiguos edificios industriales reconvertidos. Y es que esta ciudad del sur del país, justo al lado de la frontera francesa y centro de la región de Minett o de las Tierras Rojas, es el símbolo del pasado siderúrgico de Luxemburgo. El lema de Esch-sur-Alzette podía ser: pasado industrial y futuro cultural. Una historia que recuerdan sus altos hornos y su población extranjera, pues entre sus 30.000 habitantes hay más de 120 nacionalidades distintas.
Con el declive de la minería y de la siderurgia hace medio siglo, a Esch-sur- Alzette, le tocó reinventarse y esa transformación sigue en curso, donde la cultura es un pilar fundamental. También la naturaleza de esta zona ha sufrido un gran cambio, reclamando su espacio, y se puede comprobar recorriendo a pie o en bici los 80 kilómetros del sendero de Minett.
El mejor ejemplo de estos lugares históricos que ahora tienen una nueva vida es el barrio de Esch-Belval, que ha integrado magníficamente los antiguos altos hornos –el último echó el cierre en 1997– en un animado y moderno barrio. En este entorno se ubican empresas, la sala de conciertos Rockhal, un gran centro comercial y el campus principal de la Universidad de Luxemburgo.
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Para seguir descubriendo esta rica historia industrial –las minas de hierro se explotaron durante casi 100 años– se puede visitar el Minett Park, en Fond-de-Gras, un verdadero museo al aire libre para entender mejor la dura vida cotidiana de los mineros que bajaban a las galerías subterráneas cada día. La visita, además de conocer las viviendas de los trabajadores y otros edificios que dan testimonio de la antigua actividad del lugar también incluye la divertida experiencia de subirse a dos trenes mineros y viajar en el tiempo por antiguas líneas ferroviarias que transportaban el mineral hasta Minières y Pétange.
Otra buena idea es caminar por los distintos senderos señalizados de la antigua explotación minera a cielo abierto Giele Botter. Y, en julio, asistir a la fiesta de los altos hornos, un encuentro con el pasado siderúrgico del sur de Luxemburgo.
Después de empaparse de historia, hay que entregarse al disfrute en las calles de la ciudad, sobre todo en la rue de l’Alzette, su gran zona peatonal, con sus tiendas, restaurantes, bares, su mercado y reponer fuerzas en la colina de Gaalgebierg. El mejor muestrario de su multiculturalidad.