Playa Blanca es una playa, ya lo dice su nombre. Pero también es el nombre de la localidad en la que está ubicada, una de las tres más turísticas de Lanzarote, junto con Costa Teguise y Puerto del Carmen. Se localiza al sur, en el municipio de Yaiza, y en sus orígenes no era más que una aldea de pescadores que, con el tiempo, se ha convertido en un destino vacacional de primera, con numerosas posibilidades para disfrutar del mar y del ocio. Frente al estrecho de la Bocaina, que separa la isla de Lanzarote de Fuerteventura, la isla vecina queda a dos pasos, en ferri solo media hora.
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En Playa Blanca están las playas más salvajes de Canarias, las de Papagayo, habitual entre las mejores playas de España. Dos kilómetros de arenales que condensan la belleza del Parque Natural de los Ajaches, en el que se ubican. Aquí se alternan las rocas volcánicas con ensenadas de arenas doradas y unas aguas de color esmeralda que siempre invitan a un baño con buena temperatura, oleaje en calma y a resguardo de los alisios. Al estar en un área de especial sensibilidad medioambiental, para acceder a ellas hay que pagar una entrada de 3 € por aparcar el vehículo tras recorrer un camino de tierra.
Esta sucesión de 7 arenales situados en una punta tiene cada uno su propio nombre y su particularidad. Si el en la Caleta del Congrio acapara los amaneceres más espectaculares, ideal para asistir al momento del atardecer es la Caleta del Papagayo. La del Pozo tiene historia, pues en ella se inició la conquista de Canarias para la Corona de Castilla y, Playa Mujeres es una de las más amplias. Lo que las unifica es su carácter salvaje, donde no hay servicios, ni tumbonas, ni sombrillas, apenas algún chiringuito sobre un risco.
El listado de arenales no acaba aquí, muchas otras se descubren en la franja litoral que se extiende desde la punta de Papagayo hasta el Janubio. Conocida como Costa Rubicón debe su nombre a un volcán de color rojizo, la Montaña Roja, desde la que se ve el mar. Junto a él se encuentra el pequeño castillo de las Coloradas que protege este enclave natural, levantado para controlar ataques piratas y controlar el tráfico en el estrecho de la Bocaina.
Aquí mismo está la playa de las Coloradas, muy próxima al moderno puerto deportivo de Marina Rubicón, en el que se pueden hacer todo tipo de actividades y deportes náuticos, desde excursiones en barco a salidas para inmersiones de buceo.
A las Coloradas le siguen las más turísticas de Playa Dorada, en una pequeña bahía a la que se abren sus 300 metros de longitud de arena dorada, recorridos por un paseo marítimo; Flamingo, frecuentada por familias por la comodidad de sus servicios y sus aguas tranquilas; Playa Blanca, la del propio pueblo.
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EN EL ENTORNO
Museo del Atlántico de Lanzarote
El único parque subacuático de Europa es un paraíso para los amantes del submarinismo. En la bahía de las Coloradas, a 14 metros de profundidad, la visita implica ponerse el neopreno y bucear entre 400 obras de arte contemporáneas concebidas para la preservación del océano. Este bello conjunto que con el tiempo formará un arrecife artificial fue creado con la intención de concienciar sobre la necesidad de valorar y proteger el medio marino y entender mejor nuestra relación con él.
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Los Charcones
Junto a Playa Flamingo y no lejos del faro de Pechinguera, se encuentran estas piscinas naturales de agua de mar a las que se llega caminando tras un paseo de un par de kilómetros. El oceáno Atlántico bate con fuerza ahí al lado, pero en los charchones la calma es absoluta. Resultado de las caprichosas formas orográficas de la lava se han ido creado estos charcos de distintos tamaños, profundidades y colores, que animan a un baño relajante y placentero en sus aguas.
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Los Hervideros
Siguiendo la carretera que serpentea por la costa se alcanza este lugar donde disfrutar de un fenómeno fantástico, el que provoca el océano cuando está bravo y golpea sobre unas cavidades que son el resultado del rápido enfriamiento de la lava y la erosión de las olas. El agua se cuela por este laberinto, la espuma se dispara hacia el cielo y el mar parece hervir.
Isla de Lobos
Desde Playa Blanca son 25 minutos los que tarda el ferri en llegar a este paraíso virgen dominado por volcanes. Ascender a uno de ellos, caminar o recorrer en bicicleta sus senderos salvajes entre campos de lava, observar a las aves en el saladar de Las Lagunitas o bañarse en sus playas de aguas cristalinas son algunas propuestas para disfrutar de este tesoro natural que emerge del Atlántico.
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