En agosto de 1556, acuciado por la gota y la vejez, cedidos ya sus poderes y aplacadas sus ambiciones, el emperador Carlos V, quien convirtió a España en la cabeza de un imperio universal, emprendía su último viaje rumbo al sur de la península. Su destino final era el monasterio de Yuste, donde había elegido asistir al oscuro ocaso de su vida. Cuatro meses pasaron hasta alcanzar su retiro, atravesando los bellos parajes de la comarca extremeña de La Vera.
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Hoy podemos abordar esta ruta cargada de historia, una de las grandes bazas de la provincia de Cáceres. Tres fueron las poblaciones que acogieron su visita: Tornavacas, Jarandilla de la Vera y Cuacos de Yuste, a las que se puede llegar fácilmente por carretera. Pero existe un camino señalizado para recorrerse a pie, un apasionante itinerario que, a través de poderosas gargantas, pueblos a los pies de la sierra y campos de nogales y alcornoques, emula los pasos del monarca.
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LA RUTA DEL EMPERADOR
En Tornavacas, aún en el valle del Jerte, da comienzo el viaje real a lo largo de las tierras extremeñas. Allí llegó Carlos V para descansar una noche, antes del gran desafío de superar la sierra de Tormantos. Quienes decidan caminar por este sendero hasta Jarandilla de la Vera han de armarse de buena energía. Porque esta parte de la ruta es la de mayor dificultad -unos 27 km en cerca de nueve horas-. Así la vivió el emperador, portado sobre los hombros, aquejado por su enfermedad. Pero la recompensa, aún hoy, es una abrumadora belleza.
Paralelo al río Jerte, el camino discurre entre lustrosos cerezos para pronto empezar a ascender entre bosques de robles y castaños. Así hasta llegar al Collado de Las Losas y bajar hasta el Puente Nuevo, también llamado de Carlos V. Desde aquí, todo será subida por el puerto de las Yegüas, el lugar perfecto para contemplar la panorámica de La Vera.
Después habrá que bajar hasta caer en Jarandilla, no sin antes divisar Guijo de Santa Bárbara. Por el trayecto numerosas gargantas -de la Serrá, del collado de las Yegüas, del Yedrón…- y refrescantes arroyos con el marco de los montes de Gredos. Para los que decidan emprender esta ruta durante el verano, las gargantas son parada obligada para aprovechar y darse un chapuzón.
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UN ALTO EN JARANDILLA DE LA VERA
Es en esta localidad, en el corazón de la comarca, donde el Rey permaneció durante cerca de tres meses. El tiempo suficiente para que el monasterio de Yuste, por entonces un pobre cenobio de jerónimos, acometiera a contrarreloj la realización de reformas a la altura de la elección imperial. Carlos V tendría que esperar entonces y lo haría en el castillo de su amigo, el Conde de Oropesa, que en la actualidad es el deslumbrante Parador de Jarandilla de la Vera.
Justo aquí, está indicado en una placa, comienza el siguiente tramo, mucho más corto y asequible. En tres horas y a lo largo de 10 kilómetros se llega al famoso monasterio cruzando por un robledal, por el refrescante arroyo Cepeda y por Aldeanueva de la Vera.
Aparece entonces Cuacos de Yuste, donde merece la pena detenerse para contemplar su arquitectura serrana: entramados de madera, soportales con robustas columnas, casas que tiempo atrás eran secaderos de pimientos…
Y POR FIN, EL MONASTERIO
En febrero de 1557, Carlos V, por fin, se recoge en el monasterio de Yuste, que quedará marcado para siempre por su huella. Visitarlo es recorrer las estancias donde transcurrieron sus últimos días: la sala de Audiencia, el dormitorio, la sala de lecturas con la famosa silla de la Gota… Allí se pone fin a esta hermosa ruta imperial.
OTROS PUEBLOS POR DESCUBRIR
Por los que pasó el emperador, y también por los que no, esta comarca está salpicada de bellos pueblos en los que entretenerse. Valverde y Villanueva de la Vera, declarados conjunto histórico artístico; Pasarón de la Vera, rodeado en parte por su antigua muralla; Garganta la Olla, con su panorámica desde el mirador de La Serrana de la Vera, y Guijo de Santa Bárbara, el más alto, dominando el valle.
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Y MÁS PISCINAS NATURALES
Además de las que van apareciendo en la ruta, es imprescindible darse un baño en las aguas cristalinas enmarcadas por un hermoso paisaje entre montañas de gargantas como la de Alardos, la de Gualtaminos, la de Cuartos o la de Jaranda, que durante el verano ponen compuertas para crear piscinas naturales y facilitar el baño.
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PARA ALOJARSE
No hay mejor manera para seguir la huella de Carlos V que alojarse en el Parador de Jarandilla de la Vera, allí donde el emperador se hospedó durante unos meses. Un castillo palacio en el que destaca su agradable patio, cuajado de olivos y naranjos, y sus elegantes interiores.
PARA DEGUSTAR COCINA EXTREMEÑA
Degustar La Vera y sus deliciosos productos es otro de los alicientes de este viaje. En el restaurante del hotel rural Abadía de Yuste (abadiadeyuste.com), en Cuacos de Yuste, ofrecen platos exquisitos con productos de la zona y una buena selección de vinos. En Jarandilla de La Vera, El Patio de la Posada, un elegante restaurante en el casco antiguo, ofrece cocina casera y de autor típica extremeña. El restaurante del Parador de Jarandilla de la Vera ofrece cocina extremeña, basada en productos frescos y de temporada, con cenas al aire libre durante el verano y veladas musicales.
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