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LAS PLAYAS DE TU VERANO

Una duna gigante, la sorpresa de la playa gaditana de Bolonia

Abierta al mar y a los vientos, esta ensenada es un típico arenal atlántico con dunas móviles. A sus pies se asienta la ciudad romana de Baelo Claudia. Un ejemplar conjunto que reúne naturaleza e historia.


Actualizado 2 de julio de 2022 - 20:49 CEST

Antes de pisar la arena de esta playa del municipio de Tarifa que forma parte del Parque Natural del Estrecho, lo primero en Bolonia es darse un baño de cultura en Baelo Claudia, la ciudad romana que se encuentra a sus orillas y que alcanzó gran prosperidad gracias al comercio con las colonias del norte de África. Un desvío de la N-340, la carretera que recorre todo el este y el sur peninsular, lleva hasta esta amplia ensenada de arena fina que resulta inabarcable a simple vista, pues alcanza casi 4 kilómetros de longitud.

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Tras aparcar el coche, el centro de visitantes y museo es la mejor introducción para descubrir la historia de este conjunto arqueológico. Después hay que salir al exterior y recorrer las ruinas siguiendo el itinerario señalizado con paneles informativos.

© Age Fotostock

Centro de visitantes y museo de Baelo Claudia.

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En paralelo a las murallas se observa su configuración arquitectónica y la necrópolis, y tras cruzar la puerta Este o de Carteia, sus dos calles principales, el decumanus maximus y el cardo máximo. Estas conducen a los espacios más singulares del conjunto: el foro, la basílica, los templos dedicados a los dioses Juno, Júpiter y Minerva y a la diosa egipcia Isis, el mercado, el teatro, las termas y, sobre todo, las fábricas de salazones, la principal riqueza industrial de esta ciudad marítima.

© Age Fotostock

En el conjunto de Baelo Claudia destacan espacios como el foro, la basílica, los templos dedicados a los dioses Juno, Júpiter y Minerva y a la diosa egipcia Isis, el mercado, el teatro, las termas y, sobre todo, las fábricas de salazones, la principal riqueza industrial de esta ciudad marítima.

Compitiendo en belleza con las ruinas, la larguísima playa de Bolonia, donde se aúnan el azul intenso del océano y el color dorado del arenal para formar un conjunto excepcional. Si se camina en dirección a uno de sus extremos, el más próximo a la punta Camarinal, se ve una enorme duna que ronda los 30 metros de altura y 200 de ancho modelada por el ímpetu del viento de levante y que avanza hacia el pinar de pino piñonero repoblado que la rodea.

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© Age Fotostock

Sendero por las dunas de la playa de Bolonia.

Merece la pena hacer el esfuerzo de subir hasta lo alto (1 kilómetro de camino) y no solo por bajar luego rodando por ella, sino porque cuando se alcanza la cima, las vistas sobre el estrecho de Gibraltar y África son espectaculares. Los romanos, que eran unos visionarios, no pudieron elegir mejor lugar para bañarse en el sur de la península.

© Getty Images

Vista aérea de playa, con la gran duna que alcanza los 30 metros de altura y el pinar alrededor.

MUY PRÁCTICO

Acceso y aparcamiento

A la altura del kilómetro 70 de la N-340 se toma el desvío que, 8 kilómetros después, lleva al conjunto arqueológico de Baelo Claudia. El coche se aparca junto al centro de interpretación.

© Age Fotostock

Terraza a los pies de la playa de Bolonia, desde donde se admira su inmensidad.

Longitud

3900 metros.

Características

Salvaje, ventosa, de arena dorada y fina, con un grado de ocupación baja, vigilancia y sin construcciones a la vista.

Actividades

Windsurf, kitesurf y otros deportes acuáticos.

© Age Fotostock

Los vientos de este rincón en el extremo sur de la península favorece deportes como el windsurf y el kitesurf.

EN EL ENTORNO

Playa del Cañuelo

Un sendero une Bolonia con el faro de Camarinal, en origen, una torre construida por encargo de Felipe II en el siglo XVI. Desde él se sigue a pie, una media hora más, hasta alcanzar este arenal de 800 metros de largo que se extiende entre la punta Camarinal y los acantilados de Gracia. El camino, en bajada, discurre entre pinos, sabinas, lentiscos y enebros costeros.

Zahara de los Atunes

Siguiendo desde la playa del Cañuelo hacia el norte esperan otros largos arenales, como, en torno a la bahía de la Plata, los de Entre Dos Torres, los Alemanes (o Cabo de Plata) y Atlanterra de Zahara de los Atunes, un pueblo con apenas un puñado de calles donde los días se pasan disfrutando del sol, del mar y, claro, cómo no, del atún.

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© Getty Images

Tarifa, una bonita localidad amurallada de fachadas blancas y plazas y rincones con encanto.

Tarifa

En esta bonita localidad amurallada de fachadas blancas en el extremo más al sur de la península, el tiempo transcurre contemplando las vistas desde el castillo medieval de Guzmán el Bueno, saliendo a avistar cetáceos en las aguas del estrecho o sentados en las terracitas de sus coquetas plazas, como lo hacen los aficionados al windsurf y al kitesurf, que han encontrado el paraíso en sus playas.

Playa de los Lances

Este ancho arco de arena blanca lo pintan de colores las velas y cometas que vuelan sobre sus aguas, como también las de Valdevaqueros y Punta Paloma, las preferidas por estos deportistas de espíritu libre. Abierta a una gran ensenada, esta última, además de para todo tipo de giros y movimientos sobre la tabla, también regala un paseo interminable por sus más de 3 kilómetros de longitud.

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© Age Fotostock

Plaza de España de Vejer de la Frontera.

Vejer de la Frontera

Bonito pueblo de casas blancas, calles estrechas y empinadas, con castillo árabe en lo alto y rodeado por una muralla. En su laberíntico trazado urbano también hay iglesias mudéjares, como la del Divino Salvador, y palacios y casonas con cuidados patios. La plaza de España es el principal punto de encuentro de la localidad, siempre animada por sus numerosas tabernas y restaurantes. Vejer está en el interior, pero tiene playa, la de El Palmar, con nada menos que de 7 kilómetros de largo y rodeada de naturaleza.

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