UN BOSQUE DE ÁRBOLES COMO CATEDRALES
Nueve kilómetros separan el bosque de las secuoyas de Cabezón de la Sal de la costa Cántabra, concretamente de la bonita localidad de Comillas. Tan poco, que no hay excusa para no acercarse a este espacio declarado monumento natural que se extiende a lo largo de 2,5 hectáreas.
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El bosque se encuentra a pocos minutos de la localidad de Cabezón (unos 3 km), cuenta con aparcamiento (gratuito), paneles informativos, cinco sendas señalizadas e incluso un par de pasarelas que nos adentran en su espesura. Allí, en el monte Corona, encontramos ejemplares de hasta 40 metros de altura, con un perímetro de dos metros, que nada tienen que envidiar a las famosas secuoyas de la costa oeste de los EEUU, aunque éste es bastante más joven con lo que sus ejemplares podrán llegar a medir más de 100 metros, como ocurre con los del Parque Nacional Redwood, en la costa norte de California, pero tiempo al tiempo.
Una hora lleva recorrerlo en un paseo circular, pero se puede alargar por alguna de las sendas perimetrales bien señalizadas. Cualquiera es perfecta para hacerla con niños. Con Naturea Cantabria (redcantabrarural.com/naturea-3/) se pueden hacer rutas guiadas durante el verano para conocer este espacio natural.
POR EL VALLE DE CABUÉRNIGA
Dejamos atrás Cabezón de la Sal en busca de otros árboles enormes junto a la localidad de Ruente. A cinco kilómetros de este pequeño pueblo, que junto a los ayuntamientos de Cabuérniga y Los Tojos conforman este valle (cabuerniga.com), encontramos el robledal del monte Aá. Un bosque extraordinario de robles comunes, algunos monumentales y milenarios, que puede recorrerse a pie en una ruta de unas cuatro horas de duración, 10,5 kilómetros ida y vuelta por el mismo camino, cómoda, sencilla y con poco desnivel.
Partiendo de Ruente en dirección al hayedo de Saja la carretera va hilando pueblos encantadores en los que hacer parada. Sopeña, Selores, Fresneda… y especialmente Bárcena Mayor. No existe listado de los pueblos más bonitos de Cantabria, y de España, donde no se encuentre incluida esta localidad de arquitectura montañesa con calles empedradas en la que aún hoy encontramos artesanos labrando las famosas madreñas -una especie de zuecos hechos en madera de una sola pieza-. Sus balconadas de madera repletas de hortensias y geranios son el marco perfecto para cualquier foto y a la hora de comer los cinco restaurantes con los que cuenta la localidad el lugar en el que hacer un alto y degustar un buen cocido montañés, que aquí lo bordan.
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EL HAYEDO DE SAJA
El último alto en el camino para deleitarnos con esta ruta con el árbol como protagonista nos lleva al hayedo de Saja, el segundo mayor de Europa, después de la navarra Selva de Irati. En él pueden realizarse rutas senderistas, o quienes lo prefieran adentrarse con el coche subiendo por carretera en dirección al puerto de Palombera. Antes de llegar al puerto hay que detenerse en el balcón de la Cardosa, el mejor mirador del valle de Cabuérniga desde donde se observa el hayedo, las montañas y los prados salpicados de vacas tudancas que pacen en su paraíso particular.
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MESA Y MANTEL
A Cantabria se viene a disfrutar de sus paisajes, pero la gastronomía es otro de los puntos fuertes de esta verde tierra en la que se come muy bien. Para hacer un alto en el camino y disfrutarla una buena opción en Ruente será La Nogalea (laflordelnogal.com) una casona montañesa donde os encantarán las fabes con bogavante o el chuletón de vaca tudanca para los más carnívoros. Y en Bárcena Mayor, parada obligada, La Solana, un clásico en el que saborear su cocido montañés, aunque también están muy ricas las fabes y la caza. También en este localidad el Mesón Río Argoza, con un buen cocido montañés y magníficas vistas del valle.
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PARA ALOJARSE
Mejor dedicar al menos un par de días a esta ruta, donde podemos alojarnos en La Nogaleda, en Ruente, que además de restaurante es una pequeña posada rural con encantadoras habitaciones. O en Selores, en el Jardín de Carrejo (eljardindecarrejo.es) un hotelito con encanto con inmensas praderas donde encontramos árboles singulares, incluidas secuoyas. Aquí durmió Nicole Kidman durante el rodaje de Los otros. Ella sí que sabe.