La Navarra más desconocida no se esconde en un valle del Pirineo, ni en el desierto de las Bardenas ni en ningún otro rincón de la sureña Ribera. La Valdorba, la Navarra más ignota, se encuentra a medio camino, en el centro de la región. En la Edad Media, debió de ser un lugar muy frecuentado por los peregrinos que la atravesaban siguiendo dos vías secundarias del Camino de Santiago aragonés. Eso explica que haya tanto románico. En un antiguo despoblado, a dos kilómetros de Olóriz, se alza la ermita de San Pedro de Echano, joya de ese estilo.
Culebreando por carreteras donde casi no caben dos coches, entre campos de cereales y carrascales, alcanzamos Iratxeta (sitio de duendes, en euskera). Detrás del frontón de la plaza Mayor se yergue un robusto edificio románico, aupado sobre diez arcos de medio punto, con una escalinata monumental. No es un templo. Ni un palacio. Es el hórreo más antiguo de España.
Tercera parada en Orísoain, para admirar la iglesia románica de San Martín y para asomarnos a su encantadora cripta, una de las cuatro que hay en Navarra. Permaneció escondida bajo el altar hasta 1965, cuando se descubrió este espacio decorado de conchas marinas, frutas, aves, serpientes…, un jardín del Edén en miniatura. Siete semanas antes del equinoccio de otoño y siete después del de primavera, por la ventana orientada a naciente se cuela al amanecer un rayo de sol que anima este paraíso subterráneo. Los amigos de lo esotérico vinculan las funciones de la cripta con la simbología de las esculturas, la metafísica y el tiempo.
La iglesia de San Juan Bautista se encuentra a 2,5 kilómetros de Orísoain. Es del siglo x, pero se le añadió posteriormente un pórtico y unas preciosas pinturas góticas en el presbiterio y en el ábside. A la misma distancia, pero valle abajo, se levanta junto a la carretera la iglesia del Santo Cristo de Cataláin, cuarta joya románica de la ruta. A su lado yacen las ruinas de un monasterio que, probablemente, fue también albergue de peregrinos.
En Olleta cambiamos la Valdorba llana por la montaña y conducimos por la cresta de la sierra de Guerinda, siguiendo la carretera de servicio que une los 115 generadores del parque eólico homónimo, que es uno de los mayores de Europa.
Dos kilómetros después llegamos al molino de viento de Olleta, que no puede competir con aquellos gigantes blancos en altura, pero les gana en edad, pues data del siglo XVII. Es otra sorpresa de esta Navarra desconocida donde no corren grandes ríos, pero sopla fuerte el cierzo. Para moler el cereal que tiñe de rubio estos campos románicos, la solución fue la misma que en la Mancha. El molino de Olleta, además de enseñar historia, es un lugar para ir de pícnic, pasear por los montes aledaños y estirar la mirada. Se ve el Pirineo y el Moncayo. Y en el cielo, más aves que en ningún otro lugar de Navarra. Por eso, no extraña que en los capiteles románicos de la Valdorba haya esculpidas tantas.
No dejes de...
Acercarte a Santa María de Eunate. Solitario, en un paisaje llano del municipio de Muruzábal, pero casi en medio de la nada, se alza uno de los templos más interesantes de la arquitectura románica de Navarra y del Camino de Santiago. Desde su origen hasta sus formas, todo es un misterio. Al acercarse a él por la carretera que va de Campanas a Puente la Reina, llama la atención la galería exterior, formada por arcos construidos en dos épocas y diferentes estilos y su enigmática geometría (santamariadeeunate.es).
Guía práctica
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