Hasta hace unos meses, el pantano de Relleu era un embalse abandonado en un lugar inhóspito e inaccesible al que apenas se acercaba algún estudioso de las presas antiguas y de las aves que anidan en los acantilados calizos del entorno. Ahora es un solicitado destino gracias a su pasarela de madera instalada en enero de 2022. Tal ha sido el éxito de esta senda volandera que ya se la compara con la más famosa de España, la del desfiladero de los Gaitanes de Málaga. Es el Caminito del Rey alicantino.
Relleu es un hermoso pueblo de calles en cuesta presidido por el campanario de la iglesia de San Jaime Apóstol. Muchos de los que pasean por él se hacen un selfi en la plaza del Magistrat Soler con la burguesa casa azul del Escrivà a sus espaldas y otro con la noble casa blanca de la Señoría. Y la mayoría, por no decir todos, se lavan la cara en su precioso lavadero de 1857, adosado a su fuente-abrevadero. Al lado hay una gran balsa y los restos de dos molinos harineros, el del Xorro o de la Verge y el del Foc, que eran alimentados por una séquia (acequia) procedente del río Amadorio. Todas estas infraestructuras hidráulicas hablan de lo vital que es y ha sido el aprovechamiento de un recurso tan escaso como el agua en la montaña alicantina.
Por el camí del Calvari se sube a la ermita de Sant Albert y al castillo, desde donde se ve Relleu encantadoramente abigarrado y vertical. Por encima del pueblo asoma el Puig Campana, la misma montaña que divisan los turistas de Benidorm desde la playa. Relleu, en línea recta, solo dista 14 kilómetros de ella. Eso explica, también, el éxito de su caminet .
Detrás del ayuntamiento de Relleu arranca el camí de les Ripalmes y del Fasamais o camino de los Labradores, un sendero de 4,6 kilómetros que baja al pantano culebreando por la rambla del río Amadorio, entre bancales de almendros, olivos y algarrobos. Después de vadear el cauce junto a un cañaveral, se bordea una antigua calera y, al cumplirse una hora de marcha, se llega al embalse. El pantano, que en sus buenos tiempos tuvo 30 metros de profundidad, ahora es un depósito seco y colmatado por las arenas de infinitas avenidas, pero cuando llueve sigue siendo una zona húmeda importante, donde se ven anfibios y aves. Otras anidan en las paredes verticales del estrecho del Pantano. Y si miramos al escaso cielo que se ve sobre el cada vez más angosto cauce, se divisa a la reina de estas soledades, el águila perdicera.
Construida en el siglo XVII para regar los campos de Villajoyosa, que quedan río abajo, la presa-bóveda de Relleu fue un alarde de ingeniería hidráulica para su época. El único problema es que había que limpiarla de barro con asiduidad, descolgándose con una cuerda hasta su compuerta. En 1950 se construyó otra más abajo y esta se abandonó. Al lado mismo de la presa, en los primeros acantilados del estrecho del Pantano, se ha instalado la famosa pasarela, un caminito colgante que desemboca en un mirador con suelo de cristal.
La vuelta a Relleu se hace en una hora más por otro camino bien señalizado, el del Pantà, que regresa a mayor altura, siguiendo una pequeña carretera local. Subiendo por él, veremos la cresta de la sierra de Aitana, inconfundible por su estación de radar blanca. Al llegar a Relleu, espera el esmerado museo etnográfico. Junto a la ermita de Sant Albert, en el alto cerro del castillo y excelente mirador, está la piscina municipal, para darse un chapuzón con vistas.
No dejes de...
Acercarte a la playa. La Vila, como se conoce a este pueblo de tradición pesquera y chocolatera que es Villajoyosa, tiene su mejor imagen desde el mar, con las coloridas casas del antiguo barrio de pescadores asomadas al paseo marítimo que recorre su arenal urbano. No es la única playa del municipio, en sus 15 kilómetros de costa, hay para todos los gustos, desde la tranquila de La Caleta a la naturista del Esparrelló, las vecinas de Bol Nou y del Paradís o la del Torres, con eucaliptos. Y solo un poco más allá, las de Benidorm.
Guía práctica
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