DISFRUTAR DE LOS CONTRASTES DE TOKIO
La tradición y la excentricidad, el orden y el caos, los neones y el silencio. La capital japonesa es una mezcla de todo ello y conviven con toda normalidad en una de las ciudades más desbordantes y activas de Asia. En medio de esta selva de rascacielos de cristal, luces fluorescentes, cruces de peatones caóticos y pantallas que emiten sonidos e imágenes sin fin, también hay parques, jardines y templos que son un auténtico remanso de paz, y hasta islas perdidas en medio del Pacífico, como las del archipiélago de las Ogasawara.
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RESPIRAR EN LOS JARDINES DE KYOTO
A diferencia de los europeos, los jardines japoneses no están diseñados para pasear o jugar en ellos, sino para ser admirados. Los de Kyoto son únicos, sobre todo los de Daisen-in, en el templo de Daitokuji; los del templo zen Nanzenji o el jardín del templo de Ryoanji. Recorrer estos espacios es sumergirse en un viaje al pasado, ahondar en una cultura milenaria y una experiencia única cuando florecen sus cerezos en primavera.
SUBIR AL MONTE FUJI
La imagen icónica de Japón la regala este cono volcánico perfecto que forma parte del Patrimonio de la Humanidad y es visible desde más de 100 kilómetros a la redonda. Si observarlo desde alguno de los miradores de la capital o desde el lago Kawaguchiko, que se encuentra en su base, ya es una imagen imborrable, más aún lo es ascender a su cumbre, a la que se puede subir por distintas rutas en los meses de verano.
DORMIR EN UN RYOKAN Y BAÑARTE EN UN ONSEN
Otra de las opciones más auténticas para alojarse por todo Japón son los ryokan, hoteles tradicionales en los que late lo más ancestral de la cultura nipona. En ellos hay que quitarse los zapatos, ponerse un quimono y vivir una noche oriental como un auténtico japonés. La mayoría de estos alojamientos disponen de jardines a los que se asoman sus habitaciones y onsen o baños termales. En el interior rigen unas normas no escritas de silencio y recogimiento. Una buena elección para vivir esta experiencia en Kyoto es el ryokan Tawaraya que ha acogido a reyes, emperadores y políticos (en la imagen), no tiene internet y las reservas se hacen por teléfono con meses de antelación. En Tokio una buena opción es Ginza Yoshimizu (yoshimizu.com) con exquisitas habitaciones.
PASAR UNA NOCHE EN UN SHUKUBO EN EL MONTE KOYA
El monte Koya, a poco más de dos horas de Kioto y de Osaka, es el centro neurálgico del budismo shingon o esotérico e inicio y final de la ruta de los 88 templos de Shikoku. Pero la experiencia de visitar el que es uno de los destinos de peregrinación más populares del país será más auténtica si además se pasa una noche en un shukubo participando junto con los monjes en algunas de sus rituales. A menudo, esta opción incluye lecciones de cocina vegetariana o vegana llamada shojin ryori.
CRUZAR A LA ISLA DE MIJAYIMA
Próxima a Hiroshima queda esta isla que todo el mundo conoce como Miyajima (la del santuario), aunque su nombre real sea Itsukushima, por la que los ciervos campan a sus anchas. Al final de su calle llena de comercios está el que es uno de los santuarios sintoístas más bonitos de Japón, formado por varios edificios y un enorme torii (arco tradicional) de 16 metros de altura levantado sobre las aguas. Si la visita coincide con alguno de los espectáculos que se realizan en él como ofrenda a los dioses el recuerdo permanecerá imborrable.
HACER UNA RUTA POR LOS ALPES JAPONESES
Más allá de las grandes metrópolis, Japón es, ante todo, un país de montañas. A una hora y media en tren bala desde Tokio, los asombrosos Alpes japoneses son un viaje fuera de ruta para ir descubriendo la ciudad de Nagano, los macacos de las nieves bañándose en las aguas termales del Parque Natural Jigokudani Yaen-Koen, el pueblo de Shirakawa-go –Patrimonio de la Humanidad por la Unesco– o las sorpresas que depara a la vista la panorámica ruta alpina Tateyama Kurobe, en la prefectura de Toyama.
DESLUMBRARTE CON LOS NEONES DE OSAKA
Después de ver Tokio y Kioto, la tercera ciudad más grande de Japón también es un imprescindible. Se empieza a descubrir por la zona de Dotombori, en pleno centro, la más animada, con sus neones –entre ellos el más famoso: el Glico-man–, sus tiendas y las llamativas fachadas de sus restaurantes. Y es que Osaka también es un paraíso gastronómico, donde se come a todas horas, sobre todo takoyaki, okonomiyaki o kushikatsu. Ya en autobús, metro o tranvía se puede seguir el tour haciendo paradas en el barrio de Tennoji para visitar sus templos, en los jardines del castillo de Osaka o dar un salto al futuro en el barrio de Shinsekai antes de llegar hasta la bahía de Osaka.
SEGUIR EL KUMANO KODO
Hacer este camino de peregrinación, Patrimonio de la Humanidad, es toda una experiencia espiritual, además de una manera de disfrutar del silencio de antiguos santuarios y de una naturaleza espectacular. Al estilo de nuestro Camino de Santiago, no se trata solo de un camino, sino de una extensa red de itinerarios por los que los peregrinos llevan transitando más de mil años y que conectan los tres grandes santuarios de Kumano: Hongu Taisha, en la ciudad de Hongu; Hayatama Taisha, en Shingu; y el santuario Nachi Taisha, de Nachi.
VOLAR EN EL TREN BALA
Moverse en tren por Japón es rápido y fácil gracias a los shinkansen, el equivalente al AVE en España. Llegan puntuales a casi todos los puntos turísticos del país y pueden alcanzar 320 kilómetros por hora. Además, para orientarse en ellos y en todas las estaciones, todas las indicaciones están en inglés. Con el Japon Rail Pass se puede subir y bajar de ellos de forma ilimitada. En ningún otro país la alta velocidad queda tan a mano.