Este monte de cabezón de la sal, como todos los bosques de España situados a menos de 25 leguas (casi cinco kilómetros) de la costa, estuvo desde 1748 a libre disposición de la Marina. La construcción de navíos, las plagas y enfermedades lo mermaron drásticamente. Para repoblarlo, se plantaron, en los años 40 del pasado siglo, pinos, eucaliptos, abetos de Douglas, castaños japoneses... y 848 secuoyas que hoy dejan atónito por su tamaño y por lo poco que les ha costado alcanzarlo: 80 años, para seres vivos que viven 3000.
El bosque está a tres minutos de Cabezón, junto a la carretera que lleva a Comillas. Hay aparcamiento, paneles informativos, cinco sendas señalizadas e incluso un par de pasarelas para adentrarse en su espesura. Aunque los caminos marcados suman más de cinco kilómetros, el cogollo del monte, donde se alzan estos ejemplares de 30 metros de altura, se recorre cómodamente en una hora, sin posibilidad de extravío.
En el valle de Cabuérniga también hay árboles grandes. Y pueblos encantadores. E historia. Atravesando Cabezón y Carrejo y cruzando el Saja, remontaremos su curso hasta la divisoria de la cordillera Cantábrica, donde unas aguas van para este río y otras al Ebro. Es el camino que siguió Carlos V la primera vez que vino a España para ser coronado rey de Castilla. Y el que siguieron los cántabros en el siglo ix para ir a repoblar las tierras recién reconquistadas allende la montaña. Junto al puente de Santa Lucía, una peña lleva escrita la frase de Víctor de la Serna: “Aquí empieza esa cosa inmensa e indestructible que llamamos España”.
Enseguida, valle arriba, está Ruente. Y a cinco kilómetros de esta localidad, el robledal del monte Aá. Es una buena excursión a pie, de cuatro horas de duración. Y un bosque extraordinario de robles comunes o cagigas, como les dicen aquí. Algunos monumentales y milenarios, varios de ellos figuran en el inventario de árboles singulares de Cantabria.
La carretera sube enhebrando pueblos encantadores, con restaurantes y alojamientos donde hacer parada: Sopeña, Valle, Terán, Selores, Renedo… Tras pasar Fresneda, vale la pena desviarse para seguir al río Argoza, afluente del Saja, hasta Bárcena Mayor . Rara es la lista de los pueblos más bellos de España en la que no sale, en los primeros puestos, este conjunto histórico de neto sabor montañés y que es (eso dicen) el pueblo más antiguo de Cantabria.
Poco más adelante nos adentramos en el hayedo de Saja, el segundo mayor de Europa. Aunque se puede seguir el sendero que va del pueblo de Saja al de Tudanca, en el vecino valle del Nansa, es más cómodo verlo desde el coche, continuando la subida por carretera hasta el puerto de Palombera. Antes de llegar, el balcón de la Cardosa es el lugar para apearse y mirar: valle, hayedo, montañas y prados salpicados de vacas tudancas. Aquí nunca se está solo. Siempre hay observadores embelesados. Y, en su defecto, la escultura de un corzo.
No dejes de...
Acercarte a Comillas. A diez minutos del bosque de secuoyas se encuentra esta villa señorial adornada de elegantes casonas barrocas, edificios medievales y obras modernistas firmadas por los arquitectos catalanes más aclamados: el Capricho de Gaudí (en la imagen), el Palacio de Sobrellano, la universidad... Muy próximo queda el Parque Natural de Oyambre, con una espectacular playa.
Guía práctica
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