A Évora se la conoce como la ciudad-museo, y por algo será. Una ciudad histórica, en pleno corazón del Alentejo portugués, de esas que son eternas al estilo de Roma, y como a ella los romanos la eligieron para levantar aquí, en lo más alto, un templo en honor a la diosa Diana. Pero mucho antes de la llegada de los romanos Évora ya había sido elegida por los hombres para levantar aquí sus hogares y sus templos. Así lo atestigua el crómlech dos Almendres, a las afueras de la localidad, conocido como el Stonehenge del sur es el conjunto megalítico más importante de toda la península Ibérica. 95 menhires, algunos de hasta tres metros de altura y con grabados, del sexto milenio antes de nuestra era.
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Una visita a la ciudad amurallada dará mucho de sí. Imprescindibles, el claustro gótico y las cubiertas de la catedral. Desde allí se observa un mar de tejados bajo nuestros pies, y la vista se pierde en los campos alentejanos. Junto a la catedral se encuentra el Museo de la Ciudad con una importante colección arqueológica.
También imprescindible el hoy icónico templo de Diana, diosa de la caza, que curiosamente se libró de la ruina porque fue tapiado para darle nuevos usos; entre otros, el de matadero. 14 columnas se conservan de lo que fue el edificio original construido en esta ciudad que formó parte de la provincia romana de Lusitania. De esta época se conservan una parte de sus murallas, del siglo III. El resto del sistema defensivo, que permanece casi intacto, corresponde a la época medieval, cuando Alfonso IV de Portugal las mandó construir.
Antes de salir de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad habrá que pasar por la plaza porticada do Giraldo y echar un buen rato de terraceo.
Abandonamos la ciudad en dirección a Monsaraz, uno de los pueblos más bonitos del Alentejo. Pero no sin antes detenernos en São Pedro do Corval, el mayor centro de alfarería de Portugal y de toda la península Ibérica. Con una tradición alfarera que se remonta a la época de los romanos allí encontramos más de 20 olarias (talleres de alfarería) donde se trabajan y pintan cada día numerosas piezas con técnicas totalmente artesanales. La visita a alguna de sus alfarerías puede terminar en la Casa do Barro (cm-reguengos-monsaraz.pt/locais/casa-do-barro/), el centro de interpretación de la alfarería donde nos dan a conocer su historia.
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Monsaraz es una pequeña aldea de estampa inconfundible, con su caserío blanco deslumbrante, su muralla y un castillo de oscura pizarra y unas vistas panorámicas, que quitan el sentido. Gracias a su ubicación privilegiada, a un paso de la frontera con España, desempeñó durante la Edad Media y buena parte de la Moderna el papel de centinela, vigilando la frontera del Guadiana ante posibles incursiones castellanas. Hoy ese castillo se conserva en perfectas condiciones y la plaza de armas es escenario de todo tipo de acontecimientos desde representaciones musicales, teatrales o una verbena popular.
El paseo por la villa, después de entrar por la Porta da Vila, se hace por calles medievales adoquinadas entre pequeñas tiendas de artesanía y coquetos restaurantes. La rúa Direita es la columna vertebral, junto a la rúa de Santiago, que unen de una punta otra el caserío donde se erigen casas del siglo XVI y XVII con bellos portones decorados con escudos nobiliarios y artísticas rejas de hierro forjado. A medio camino encontramos la plaça Velha, presidida por la iglesia de Nossa Señora da Lagoa y frente a ella el hospital de la Misericordia.
Es cierto que Monsaraz está a más de cien kilómetros del mar, pero poco tiene que envidiar a las villas costeras pegada como está a la inmensidad del lago Alqueva, el mayor embalse de Europa occidental, con 250 kilómetros cuadrados de superficie. Un dulce y calmo mar por el que podemos navegar a bordo del velero centenario Sem-Fim (sem-fim.com) o varios días en los barcos-casa que alquilan en Amieira Marina (amieiramarina.com).
Las riberas del lago Alqueva, alejadas de cualquier foco de contaminación lumínica, son también un territorio idóneo para la observación de estrellas. De hecho, este fue el primer destino turístico Starlight del mundo, certificado en 2012. El mejor lugar para contemplar el firmamento es el observatorio recreativo del Lago Alqueva (olagoalqueva.pt), inaugurado en 2016. Además hay una asociación, Dark Sky Alqueva (darkskyalqueva.com), que organiza actividades de observación y paseos nocturnos en piragua para disfrutar de este magnífico cielo estrellado.
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MUY PRÁCTICO
¿Dónde empieza la ruta?
La localidad de Évora se encuentra a 100 kilómetros de la frontera con España, desde Badajoz, por la A6. De Évora a Monsaraz hay poco más de 100 kilómetros y São Pedro do Corval es una de las localidades que se encuentran en el camino entre una y otra, 9 kilómetros antes de llegar a Monsaraz.
Mejor momento para ir
Una buena ocasión es el mes de julio, cuando se celebra el festival Museo Abierto en Monsaraz y se convierte la localidad en un museo al aire libre. Conciertos, exposiciones de artes plásticas y artesanía, catas de vino, rutas gastronómicas, observaciones astronómicas… Casi todo, gratis.
¿Dónde alojarte?
En Évora en Albergaria do Calvário (adcevora.com) un hotel con encanto en un antiguo molino de aceite del siglo XVI dentro la ciudad amurallada. Con un trato de primera y un desayuno extraordinario con zumos naturales, yogures orgánicos y pasteles caseros. En Monsaraz en São Lourenço do Barrocal (barrocal.pt). El premio Pitzker de arquitectura Souto de Mora ha transformado una antigua finca agrícola en un hotel rural exclusivo, pero nada pretencioso, que mantiene la esencia del lugar. Tiene spa, caballos, bicis, bodega elaboradora y un buen restaurante.
Placeres gastronómicos
Para darse un caprincho gastro en Évora el Restaurante Dom Joaquim (restaurantedomjoaquim.pt) en el casco histórico junto a las murallas. Una extensa carta de vinos y platos abundantes (mejor para compartir) de cocina tradicional alentejana. Destacan la farinheira, el borrego no forno y el pastel de calabaza, aunque lo mejor es dejarse aconsejar por el chef. Y en Monsaraz la Taverna os Templários (rúa Direita, 22). Espectaculares vistas al lago Alqueva desde la terraza de este restaurante ubicado en las alturas celestiales de la población amurallada. Ya solo por esto, merece la pena. El chambão à chefe, el cordero asado y el bacalao con espinacas y gambas son algunas de sus especialidades. Imprescindible reservar con antelación.