Homero se llevó a Ulises a descansar a la isla de Djerba. Y con ese mismo espíritu, el de descansar y a la vez descubrir se llega hoy a este rincón de Túnez. La visita a Djerba debe comenzar por Houmt Souk, que además de la capital es un encantador enclave cargado de historia. En ella hay callejear por su medina y sus zocos, descubrir sus mezquitas, admirar sus casas blancas tradicionales, contemplar a los tunecinos fumando pipas de agua y jugando al backgammon y acercarse a su fortaleza de Borj El Kebir, del siglo XIII que fue ocupada por árabes, españoles y turcos.
En Houmt Souk esperan después las compras, los momentos saboreando un té a la menta en una de sus bonitas plazas coloreadas por las buganvillas o comiendo en cualquiera de los numerosos restaurantes de pescado del puerto, donde el ajetreo de los pescadores o la subasta en la lonja entretiene la vista.
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A 7 kilómetros hacia el sur, la primera parada ineludible en Djerba es Er Riadh, la Jerusalén de África, donde se encuentra la bella sinagoga de La Ghriba, todo un símbolo de la rica herencia judía en la isla. En este reducto de paz, los fieles rezan en penumbra en un espacio decorado con mosaicos. Al salir, Er Riadh anima a un paseo por sus callejuelas estrechas de adoquines a las que asoman casas de estilo bereber con pequeños patios llenos de flores y buenas muestras de arte callejero.
Ya en la costa sur y rodeada de palmeras, otra parada imprescindible, Guellala, famosa por su colorista cerámica artesanal que, desde hace miles de años, trabajan con especial maestría los alfareros locales con el barro de su subsuelo. Se cuentan por cientos los hornos dedicados a la elaboración de todo tipo de piezas esmaltadas. Después de visitar alguno de ellos, buena idea será dejarse caer por el museo de tradiciones populares.
El recorrido por la isla más grande del norte de África, que la Unesco ha incluido en su lista del Patrimonio de la Humanidad, discurre entre paisajes cubiertos por palmeras, olivos e higueras hasta llegar a la mezquita Jemmäa Fadhloun, que se encuentra próxima a Midoun, la segunda ciudad más grande de Djerba, fácil de reconocer por su color blanco deslumbrante. Estamos en la isla de las cien mezquitas que, aunque exentas de opulencias y ostentaciones, son, en su sencillez, una delicada muestra del Islam mediterráneo. En Midoun, como en Houmt Souk, también resultan una atracción sus mercadillos, donde podemos hacernos con una alfombra, pero también con alguna pieza de joyería engarzada con ámbar.
Otros lugares que pueden incluirse en la ruta son la pequeña ciudad costera de Aghir; Ajim, el puerto principal de la isla, que tiene además el mayor palmeral de Djerba; la pintoresca Ceduikech; o El-Muy, conocido por su mezquita de Umm et Turkia.
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Como la isla es pequeña (25 kilómetros de largo por 20 de ancho) y plana, la bicicleta puede ser una buena aliada para moverse de un lugar a otro e ir deteniéndose en sus miradores, en sus fincas agrícolas –que aquí se conocen como menzels–, pero, sobre todo, en sus playas de arena dorada que asoman en sus 150 kilómetros de litoral, desde las exquisitas extensiones de Sidi Bakour a Sidi Mahrez, Rass Taguerness, la salvaje de Seguia o cualquiera que sorprenda en el horizonte. Tumbados al sol se recordarán tantas historias como se cuentan en esta isla mediterránea a la que llegó Ulises huyendo del canto de las sirenas.
CÓMO LLEGAR
Para llegar a Djerba hay que volar primero a Túnez capital desde España y desde ella otro avión al aeropuerto de Houmt Souk. También se puede acceder en ferri desde Gabes o por una carretera de 7 kilómetros que la une con la península de Sarzis. Para moverse por ella lo mejor es el taxi y la bicicleta, pero la mayor parte de los hoteles de la isla también ofrecen excursiones en vehículos todoterreno por la isla.
PARA ALOJARTE
Houmt Souk, en el Radisson Blu Palace Resort & Thalasso (radissonhotels.com), con todo lo que se puede esperar de un cinco estrellas. la localidad de Er Riadh, el hotel Dar Dhiafa, es un encantador alojamiento de arquitectura tunecina a 10 minutos del puerto de Houmt Souq, cuyas habitaciones se reparten por un laberinto de patios y callejas. También en el Iberostar Mehari Djerba (iberostar.com), un todo incluido para disfrutar en familia a orillas de la playa de Sidi Akkour. Y con mucho encanto Dar Bibine, un edificio encalado en la medina de Er Riadh, con habitaciones, estancias y terrazas que guardan toda la esencia de Túnez.