Seguro que sabes de sobra que el Pisuerga pasa por Valladolid. O que Delibes y Celtas Cortos son de aquí. Incluso a lo mejor te hace gracia que aquí todo se apellide Zorrilla –el estadio, un paseo, un parque, una plaza…–. Si te gusta el cine de autor, tal vez te cojas días para aparecer por la Seminci. Y si eres de los que se pierden por probar algo nuevo seguro que estás al tanto de que la ciudad se ha hecho un merecido hueco en el club de las más famosas por su tapeo. Porque en Valladolid se disfruta tanto de un buen museo como de un buen vino, no dejes de hacer estas paradas si pasas por ella.
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PLAZA DE SAN PABLO
La calle Cadenas de San Gregorio tiene su arranque en esta plaza, auténtico cogollo de la ciudad en los tiempos en los que Valladolid era la niña bonita de los reyes y sus cortesanos. De hecho, en torno a ella se construyeron sus edificios más nobles, como el propio Palacio Real, hoy sede del Ejército, que cierra uno de sus lados. Pero la joya de la corona es la espectacular fachada de la iglesia de San Pablo, un auténtico retablo en piedra de estilo hispano-flamenco. Haciendo esquina queda el Palacio de Pimentel, lugar de nacimiento del rey Felipe II. Si está abierto, asomarse a su interior permite ver cómo eran los palacios señoriales, abundantes en otro tiempo en la ciudad, y, en su zaguán, parte de la historia de esta ilustrada en azulejos de Talavera.
DE TAPAS
No estaba en los planes urbanísticos de Felipe II, pero lo cierto es que el entorno de la Antigua, la catedral y la plaza Mayor ha dado pie al florecimiento de locales que presumen, todos ellos, de servir las mejores tapas de la ciudad. Esta sana competencia por agasajar al «tapeador» o «tapista» ha cobrado auge desde que hace 18 años comenzó a celebrarse en la ciudad un concurso de tapas y pinchos que, con el tiempo, ha alcanzado la categoría de campeonato mundial.
Entre los sitios de tapeo de toda la vida están lugares tan clásicos como La Sepia (barlasepia.es), donde parece un milagro haber convertido un plato tan marinero en un imprescindible de la capital castellana. También La Mejillonera (lamejillonera.es), en este caso dedicado al mejillón y al calamar rebozado. Los Zagales (loszagales.com), ganador del concurso en varias ocasiones y uno de los establecimientos con mejor repertorio de pinchos clásicos y vanguardistas (ahí queda su famoso tigretostón, copia de aquellos Tigretones de la infancia solo que hecho de tostón, pan negro, cebolla confitada y crema de morcilla, del que sirven más de 60.000 al año). O Jero (jero.alacarta.site), donde resulta tan difícil decidirte por alguna de sus delicias como tocar barra en hora punta. Pero el caso es que hay mil más y a cuál mejor: La Cárcava (Cascajares, 2), Villa Paramesa (villaparamesa.com), La Teja (barlateja.com), El Corcho (Correos, 2), La Tasquita (la-tasquita.com)… Quede dicho que en Valladolid la tapa se paga aparte.
CAMPO GRANDE
Otra de las señas de identidad de la ciudad. Es el gran parque urbano nacido en 1879 dentro del ensanche urbanístico propiciado por una burguesía floreciente que apostó por modernizar la ciudad. Ocupa una superficie de 115.000 metros cuadrados en los que se combinan los paseos, las fuentes decimonónicas, las zonas asilvestradas, un estanque navegable y los parterres. En la entrada que da a la plaza de Zorrilla, la estatua de un Miguel Delibes a pie de calle envuelto en su bufanda con el periódico bajo el brazo nos recuerda que además de nacer en una de las casas de la Acera de Recoletos fue uno de sus paseantes más asiduos. Los gritos que se escuchan casi de continuo, en especial durante la época de celo, son de la legión de pavos reales que lo tienen por casa. Puedes hacer una visita guiada al Campo Grande aquí.
LA PLAZA MAYOR
El devastador incendio que arrasó con todo el centro de la ciudad en 1561 le sirvió de excusa a Felipe II para hacer borrón y cuenta nueva. Es decir, ya que Valladolid iba a resurgir de sus cenizas, al menos hacerlo bien. De aquella remodelación urbanística ejemplar surgió esta plaza Mayor que sirvió de modelo para otras como las de Salamanca y Madrid y varias más en América. A ella se asoma el edificio del ayuntamiento. Justo enfrente, al resguardo de los soportales, queda el Teatro Zorrilla, sobre el solar en el que se ubicaba el desaparecido convento de San Francisco, en cuyas dependencias murió Cristóbal Colón el 20 de mayo 1506 y recibió su primera sepultura.
LA CATEDRAL
Otra de las cosas mejor conocidas de Valladolid es que su catedral es una obra sin terminar. Una concatenación de circunstancias y un larguísimo periodo constructivo en el que se sucedieron varios arquitectos tuvieron la culpa. También que su promotor, Felipe II, se encontrara enfrascado en la realización de otra obra faraónica, El Escorial, para la que puso mucho más empeño y dinero. El caso es que abruma pensar que lo que se ve es menos de la mitad del proyecto original. Además de asomarse a su interior, donde destaca el retablo mayor realizado por Juan de Juni, merece la pena coger el ascensor que sube hasta lo alto de la torre (70 metros de altura) para ofrecer una de las mejores panorámicas de la ciudad. El viaje a las alturas cuesta 10 € y la visita guiada dura 45 minutos y puedes contratarlo aquí. También muy interesante es el museo (catedral-valladolid.com) que se ubica en las dependencias de la primitiva colegiata, en torno a la cual se comenzó a construir la catedral inconclusa.
LA ANTIGUA
De camino a la plaza Mayor queda esta iglesia, Santa María de la Antigua. Tan antigua que sus orígenes se remontan a los de la fundación de la ciudad por el conde Ansúrez. De aquella época es la torre, que conserva sus rasgos románicos. El resto es del siglo XIV y aires góticos.
MUSEO ORIENTAL
El Real Colegio de los Padres Agustinos-Filipinos, muy cerca de la estación de tren Campo Grande, es la sede de este sugerente e importante museo (museo-oriental.es). La actividad evangelizadora llevada a cabo por la orden durante varios siglos en tierras de Filipinas, Japón y China tuvo como consecuencia indirecta la creación de la que hoy está considerada como la mejor muestra de arte oriental de la península ibérica. En sus 18 salas se exhiben bellísimas porcelanas, esmaltes, marfiles, cerámicas, estatuillas de todo tipo, pinturas, armas ancestrales o bordados de Manila. La entrada cuesta 5 €.
CASA DE ZORRILLA
En una ciudad en la que hay tantos lugares que se apellidan Zorrilla –campos de fútbol, paseos, plazas, teatros…–, sería raro no acercarse a conocer la casa solariega en la que nació el poeta, convertido en un auténtico ídolo de masas al final de sus días. La casa conserva su estructura original y algunos de los muebles y enseres personales del poeta, incluida su máscara mortuoria. También la singularidad de un fantasma del que os hablarán en la visita guiada (info.valladolid.es). La entrada es gratuita.
SAN BENITO Y MUSEO PATIO HERRERIANO
No hace falta salirse del cogollo gastronómico para hacer un alto en el monumental conjunto arquitectónico que forman el monasterio y la iglesia de San Benito. De hecho, están junto al mercado del Val, otro lugar a ojear si buscas productos de la tierra para llevar o catar. Entre los puestos de abasto hay hasta 7 gastrobares con sus correspondientes repertorios de pinchos. Por su parte, las dimensiones del complejo monacal, que con su templo y sus tres claustros ocupa una manzana entera, son reflejo fiel del poderío e influencia que ejerció en su momento. Uno de esos claustros es el que ocupa el Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español (museoph.org), de entrada gratuita, un referente a nivel nacional con nombres imprescindibles desde 1918 hasta la actualidad: Miró, Tapies, Dalí, Gordillo…
MUSEO NACIONAL DE ESCULTURA
Es la estrella de los museos vallisoletanos y uno de los más importantes de Europa en su género, que no es otro que el de la imaginería policromada en madera y, en especial, del Renacimiento y Barroco. Y si hay alguien a quien esto le pueda sonar aburrido o plomazo basta decir que el recorrido por su interior, al que al menos habría que dedicar un par de horas, se pasan más que volando. Es, desde luego, una oportunidad única de ver de cerca obras maestras de autores como Alonso Berruguete, Juan de Juni, Gregorio Fernández, Pompeo Leoni o Pedro de Mena. Y también, si no se viene en Semana Santa, algunos de los impresionantes pasos procesionales que se sacan a las calles en esas fechas. La visita al museo discurre por tres sedes diferentes distribuidas a lo largo de la calle Cadenas de San Gregorio: la del Colegio de San Gregorio, joya de la arquitectura peninsular del siglo XV, donde se halla el núcleo principal del museo; la del Palacio de Villena, situado enfrente; y la de la Casa del Sol. Entre las sorpresas de la visita se encuentra la exposición permanente de un Belén napolitano del siglo XVIII con más de 600 piezas. Puedes hacer una visita guiada al museo aquí.
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