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Una muralla medieval, un dragón y otras sorpresas mayúsculas en Montblanc

Ahí al lado del monasterio de Poblet, el gran tesoro de la afamada Ruta del Císter, la capital de la comarca de la Conca del Barberà invita a un viaje en el tiempo durante su Semana Medieval. No hay mejor ocasión para descubrir lo que guarda el mayor recinto amurallado de Cataluña y acabar brindando con vino en una bodega modernista.


Actualizado 19 de abril de 2022 - 20:37 CEST

Princesas y caballeros de brillante armadura, escuderos, artesanos, trovadores y todo tipo de vendedores se pasearán por las calles de Montblanc desde el 22 de abril al 1 de mayo (setmanamedieval.cat). Como si no hubiera pasado el tiempo, como si se hubiera quedado anclado en la Edad Media, en el momento en el que un aguerrido caballero se enfrentó a un feroz y despiadado dragón dando origen a la leyenda de san Jordi, una de las historias más populares de la región y con ella, al Día del Libro y la Rosa. Todo ello se recuerda y se disfruta durante la Semana Medieval que, un año más, coincide con el 23 de abril, día de san Jorge.

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Durante dos fines de semana consecutivos, esta villa tarraconense se engalana con los viejos estandartes señoriales y sus vecinos, vestidos a la antigua usanza, celebran una fiesta en la que no faltan las recreaciones de las escenas cotidianas de aquella época, los antiguos oficios, el mercado medieval, los talleres de espadas y flechas, las actividades de antaño, el tiro con arco, los torneos a caballo, los bailes con banderas, el Dracum Nocte –una cita con el fuego y los seres malignos–, la escenificación de las Cortes Catalanas, celebradas en la propia villa en 1307, y, sobre todo, el macro espectáculo de luz, sonido y pirotecnia que revive la leyenda de san Jordi. 

 

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Entre evento y evento hay que encontrar tiempo para recorrer por el camino de ronda el mayor recinto amurallado de Cataluña. Más de 1500 metros de cincho pétreo para tomar conciencia de lo que encierra la Montblanc medieval, mientras se contemplan las mejores panorámicas del pueblo y de sus alrededores. Durante el paseo se ven más de una veintena de torres –de las más de 30 que llegó a tener– y los portales que dan acceso al casco antiguo, como el de Sant Jordi, el de Bové y, sobre todo, el portal del Foradot, en la zona más alta del recinto, paso a uno de los tramos más destacados de la muralla, como también el baluarte de Santa Anna.

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Extramuros queda el puente Viejo, que es medieval, aunque de origen romano, y también el convento de San Francisco, que tiene una de las mejores vistas de la muralla. Dentro del casco antiguo, que es conjunto histórico, la calle de los Jueus todavía recuerda que aquí se asentó una pequeña comunidad judía durante la Edad Media. Pero es la calle Mayor la más transitada, por ella se llega a la plaza Mayor, cerca de la cual encontramos el Palau Reial, donde residía el rey de la Corona de Aragón durante sus estancias en la villa. Próximo también el antiguo hospital de Santa Magdalena –con un bonito claustro gótico­–, la iglesia de Santa María la Mayor, las de Sant Francesc y Sant Miquel y el palacio-fortaleza Castlà, que también forman parte del conjunto de edificios monumentales de Montblanc.

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Quien vaya en busca de museos, también tiene un buen puñado, desde el Museo Comarcal de la Conca del Barberà –instalado en el Casal de los Josa– al de los Molinos, el de Arte Frederic Marés, el del Pesebre o el Centro de Interpretación del Arte Rupestre. En busca de buena mesa, sentarse a la de Cal Travé (sanstrave.com/es) es un acierto para probar recetas tradicionales junto a otras propuestas de cocina de vanguardia. También Cal Gayá, el restaurante del Mas de la Planella (masdelaplanella.com), que también es un agradable alojamiento en la pedanía de Prenafeta.

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Y quien se sienta atraído por otros placeres, como el del vino, deberá acercarse a conocer alguna de las bodegas de la localidad, como Mas Foraster (josepforaster.com) y, sobre todo, la cooperativa vinícola de Sarral (cava-portell.com), instalada en la obra modernista construida por César Martinell en 1919, donde despedirnos de Montblanc con el mejor sabor de boca catando alguno de los caldos de esta tierra legendaria.

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