En Baena parece que no hay más que olivos. Desde el castillo de Torreparedones, que está en lo más alto de la campiña cordobesa, se ven 7.200.000, todos los de la DO Baena. Sin embargo, en el mismo cerro, se esconden las piedras o restos de una ciudad ibérica y romana (quizá la Ituci Virtus Iulia que menciona Plinio el Viejo) que cada año da nuevas alegrías a los arqueólogos y que ha sido bautizada como la Pompeya cordobesa .
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Una pequeña carretera de cuatro kilómetros conduce hasta el yacimiento, al que se accede por la monumental Puerta Oriental. Paseando siempre entre olivos se dejan a la izquierda unas termas y se llega al foro. Alrededor de este se ven los restos de la basílica, del templo, de la curia y del macellum o mercado público, uno de los pocos que se conservan en la península.
Monte abajo, al sur de la ciudad, se encontraba el santuario dedicado a la diosa Caelestis-Juno Lucina-Salus. Monte arriba, en lo más alto, descuella el castillo medieval, atalaya de la campiña, desde cuyos 580 metros de altura se adivinan un buen número de pueblos y llama la atención el océano de olivos.
Otro tesoro escondido en esta inmensidad olivarera es la Cueva del Yeso , que se halla a mitad de camino entre Baena y el Parque Arqueológico de Torreparedones, en la margen derecha del río Guadajoz. Es la cuarta cueva yesífera más grande de España, con salas y galerías de hasta 12 metros de altura (o de profundidad, según se mire) y lagos en los que vive el pseudo niphargus baenensis, una gamba única en el mundo. ¡Gambas frescas en Córdoba! Quién lo diría. También habitan en estas tinieblas murciélagos en peligro de extinción, lo que obliga a limitar las visitas en ciertas épocas para no interferir en su vida marital.
Abierta al público en 2015, la cueva que ven los visitantes mide 200 metros (un 7 % de su extensión real: 2678 metros). Aunque lo parezca, el aire no está acondicionado, dentro hay 21 grados constantes. En el yeso no se forman estalactitas, pero sí colgantes recubiertos de alabastro, jacintos de Compostela, lapis specularis y un montón más de cristales.
La tercera joya de Baena es la Almedina, el casco antiguo árabe , con calles concéntricas en cuesta, blancas y enrevesadas. Su corazón es la plaza del Palacio, que tiene el castillo a un lado; el arco de la Villa y el convento de la Madre de Dios al otro; y, en medio, la leona de Baena. Una reproducción en bronce, porque la original rescatada de la ciudad ibero-romana de Iponuba se halla en el Museo Arqueológico Nacional.
Puertas en recodo y abovedadas, típicamente islámicas, son el Arco de Consolación y el Arco Oscuro. Y bonita es la Puerta de Santa Bárbara, que da acceso a la plaza de Marinalba, donde se alza el Crismón de Baena, otro símbolo de la ciudad. La Casa de la Tercia aloja el Museo Arqueológico. Y la Casa del Monte, el mesón homónimo, buen lugar para sentarse a recordar todo lo visto delante de un mojete de papas o un salmorejo.
No dejes de...
Visitar el Museo Arqueológico e Histórico de Baena. En él hay que prestar especial atención a los leones ibéricos hallados en diversos yacimientos y a los exvotos de mujeres embarazadas procedentes del Parque Arqueológico de Torreparedones. Las piezas se exhiben en el patio y en los tres pisos de la Casa de la Tercia, edificio construido en 1795 para guardar los diezmos eclesiásticos y las rentas de la Corona, pagados en especie.
Guía práctica
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