La torre del homenaje del castillo de Oropesa lleva siglos sobresaliendo sobre las llanuras que se extienden entre la Sierra de Gredos y el Tajo. Su silueta es visible desde la autovía A-5, un imán irresistible que invita a desviarse y, de paso, conocer los secretos de la comarca de La Campana de Oropesa, una tierra llena de historia y propicia, todavía, al descubrimiento. Todo empieza al subir la colina coronada por el castillo y caminar por calles con numerosos edificios centenarios. La fachada del palacio Nuevo, de unos seis siglos de antigüedad, impone por sus dimensiones y, sobre todo, por una rampa de acceso como hay pocas. Fue la casa solariega de los Álvarez de Toledo en los tiempos de la Reconquista y se construyó junto al castillo Viejo, que habían levantado los árabes sobre cimientos romanos y con el que forma ya un conjunto indisociable.
Si se sube a cualquiera de las tres torres se contempla un soberbio panorama donde se unen la historia y la naturaleza. Por un lado, el perfil de Oropesa está repleto de iglesias y torres, casonas y conventos. El Colegio de los Jesuitas, ahora en restauración, tuvo privilegio de universidad y fue mandado construir por Francisco de Toledo, que fue virrey de Perú y está enterrado en la contigua capilla de San Bernardo, de enormes dimensiones. Hacia el otro lado, las montañas de la Sierra de Gredos cierran el horizonte como una gran cortina azul.
La ruta continúa hacia el sur, en busca del Tajo, hasta llegar al lugar donde se alza El Puente del Arzobispo. El nombre no lleva a engaño, pues hace referencia al puente que hizo construir el prelado Pedro Tenorio, a finales del siglo XVI, para favorecer el paso por sus tierras de los viajeros que se dirigían a Lisboa y de los peregrinos que iban a Guadalupe. Originalmente, el puente tuvo ocho arcos, aunque con el tiempo se amplió hasta once para prevenir las crecidas, y es tan sólido que todavía hoy lo cruzan todo tipo de vehículos. La orilla del río está acondicionada para un paseo agradable, pero mantiene algo de su aspecto silvestre. Además, durante la primavera y el verano, la zona es un paraíso para los aficionados al avistamiento de aves, ya que aquí se concentra la mayor colonia de aviones comunes de la península.
El arco principal del puente está repleto de nidos de estas aves, que pasan en este lugar los meses cálidos y luego viajan a África para invernar. Río abajo, a las afueras, quedan los restos de antiguos molinos y batanes. Un paseo por las calles de El Puente del Arzobispo nos hace descubrir iglesias y casonas repletas de historia. También, tiendas y talleres donde podemos adquirir alguna pieza de la famosa alfarería local, que adorna, además, los bancos de la plaza de España. El proceso artesanal de su fabricación ha variado muy poco desde el siglo XVI, y la Unesco ha reconocido esta cerámica, junto a la de Talavera de la Reina, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Curiosamente, los artesanos utilizan para sus obras la misma arcilla que los aviones comunes para sus nidos.
Al cruzar el puente espera el campo solitario y el camino que va en busca de un tesoro escondido: la Ciudad de Vascos, un yacimiento que invita a viajar en el tiempo. Tras atravesar una finca y llegar al pie de la muralla que protegía la ciudad, dejaremos atrás restos de construcciones, donde ahora crecen la hierba y las jaras, para entrar en la ciudadela. Esta se alza sobre un cortado asomado a la confluencia de los arroyos Mora y Huso, y ocupado por uno de los brazos del embalse de Azután. Aunque los arqueólogos han estudiado este amplio recinto que desciende por la ladera desde hace décadas, las piedras todavía guardan muchas incógnitas, entre ellas, si este lugar era una fortaleza que dominara, desde la distancia, algún vado sobre el Tajo y acogiera a una pequeña población antes de desvanecerse en la historia.
No dejes de...
Explorar el dolmen de Azután. Entre El Puente del Arzobispo y Ciudad de Vascos, y casi escondida, esta estructura megalítica de más de 5000 años de antigüedad se conserva en bastante buen estado. Adentrarse en la cámara por el corredor es sumergirse en un tiempo antiguo. El lugar estuvo dedicado a enterramientos colectivos y los arqueólogos han encontrado numerosos restos de una sociedad que se desarrolló, hace milenios, en las riberas del Tajo.
Guía práctica
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