¿UN CASTILLO O UN SILO?
Durante 5 siglos, el baluarte de Arévalo fue palacio de Juan II e Isabel de Portugal –padres de Isabel la Católica–, residencia de nobles, prisión e incluso cementerio. Abocado al olvido, su destino cambiaría en 1952 cuando se convirtió ¡en un granero! Tenía capacidad para almacenar más de un millón de kilos de cereal y tuvo esa función durante 24 años. Hoy el único castillo-silo del mundo acoge una exposición sobre la historia del sector agrario en España y rinde homenaje a la agricultura, a los que trabajan la tierra y a esta comarca cerealista que es la Moraña y de la que Arévalo ejerce de capital.
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POESÍA EN LA BODEGA DE PEROTAS
Manolo Perotas era un comerciante arevalense con inquietudes culturales, así que cuando heredó la bodega del Arriero a principios del siglo XX, que queda al lado del castillo, la convirtió en un lugar de encuentro de tertulias literarias, meriendas poéticas y homenajes a filántropos y escritores. Su visita, además de ser testimonio de la gran importancia que tuvo el cultivo de la vid en la zona, descubre la Nave de los Arevalenses Notables, donde cada una de sus 29 tinajas está dedicada a uno de sus amigos con los que compartía afición. En la sala menor, el Libatorio, lo que se ve son unas pinturas murales con una temática satírica basada en la tradición grecolatina.
CRUZAR EL ARCO DEL ALCOCER
A la reina Isabel la Católica le gustaba que la llamaran la «Señora de Arévalo». Aquí pasó su infancia y juventud cuando esta era una de las poblaciones más importantes de Castilla; y después serían frecuentes sus estancias en las Casas Reales de la Villa, bien con motivo de paso de la corte o bien para visitar a su madre, que aquí murió. La villa la recuerda en muchos lugares, pero ninguno tan significativo como el Arco del Alcocer, donde está la estatua conocida como «la Isabelilla» que se levantó en su honor en el 5º centenario de su muerte. Es el único resto que se conserva de la muralla que cercaba Arévalo y el acceso más monumental al casco histórico.
UNA FOTO EN LA PLAZA CASTELLANA PERFECTA
Arévalo tiene su mejor foto en la plaza de la Villa, ejemplo de plaza castellana perfecta, con soportales irregulares, suelo empedrado, casas de adobe, ladrillo, tapial y entramados de madera, una fuente con cuatro caños y dos iglesias mudéjares, una en cada extremo, San Martín y Santa María. Al lado de esta queda la antigua Casa de los Sexmos, hoy sede del Museo de Historia Arevalorum y también el Centro de Actividades del Mudéjar.
COMO UNA REINA EN UNA POSADA REAL
Tapia, Sedeño, Montalvo, Briceño y Berdugo. Son las cinco familias que dan el apodo a Arévalo y también nombre a una preciosa Posada Real, Los Cinco Linajes (loscincolinajes.com). La construcción de tres alturas de elegante estilo decimonónimo la han rehabilitado manteniendo los elementos originales –zócalos, suelos de madera, mobiliario…–, pero añadiendo elementos modernos. En el patio central acristalado y con columnas se disfruta por las mañanas del desayuno y en torno a él se organizan sus habitaciones, decoradas con estilo propio y algunas pensadas para familias. La bodega es ahora restaurante. Muy céntrico también Mi Villa Arévalo (mivillaarevalo.es), un apartamento para 6 plazas.
TOSTÓN, POR SUPUESTO
Un monumento en la céntrica plaza del Arrabal rinde homenaje al producto gastronómico más famoso de Arévalo: el tostón o cochinillo. Este es de bronce, pero el que se prepara desde 1982 la familia Arias en el Asador Las Cubas (asadorlascubas.com) está para chuparse los dedos. Se asa a la vista del comensal en su horno de leña y algunos lo degustan después de un buen plato de legumbres de la Moraña, que también tienen denominación de origen.
UNA SINFONÍA DE GEOMETRíA
Arévalo es la capital del cochinillo… y de la arquitectura mudéjar, gracias al mestizaje de esta ciudad estratégicamente situada en un cruce de caminos en la que convivieron árabes, cristianos y judíos. Un paseo por la villa irá descubriendo una sinfonía de formas geométricas esculpidas en ladrillo en ábsides, arquerías, esquinillas y torres de numerosos templos. La ermita de la Lugareja, a las afueras, es uno de sus mejores ejemplos, pero también Santa María, San Miguel, San Martín...
PERDERTE POR LA JUDERÍA Y LA MORERÍA
Allá por 1290 vivían en Arévalo unos 400 judíos que pagaban religiosamente sus impuestos en maravedíes, aunque, según las crónicas, serían muchos más los que llegaron a residir en la que llegó a ser, dos siglos después, una de las juderías más importantes de Castilla. También lo fue su morería. Ambas poblaciones convivieron en la ciudad y, aunque su rastro es difuso, quedan algunas huellas intramuros, como el óculo con forma de estrella de David de la torre de San Miguel o, en el Museo de Historia, una lápida funeraria en la que se lee: «Aquí está enterrado el ilustre rabí Nissim Ibn Rosh. Descanse su alma en el paraíso».
PEREGRINAR POR EL CAMINO DE SANTIAGO
Los peregrinos que quieren llegar a Santiago desde la costa mediterránea toman la Ruta de Levante y tras dejar atrás Ávila hacen parada en Arévalo, que queda a 50 kilómetros de distancia. El camino entra por el paseo de la Alameda, cruza la plaza del Arrabal, pasa por el albergue de peregrinos de la calle Santa María y sale por el puente de Medina, el más monumental de los tres puentes históricos que salvan el río Arevalillo. Una escultura nos recuerda que estamos en la ruta y que de aquí a Medina del Campo quedan 34 kilómetros por delante.
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SEGUIR LA SENDA DE LOS BACHILLERES
Antes de empezar a andar, vale la pena pasar por el Centro de Interpretación de la Naturaleza, que se ubica en las antiguas celdas de la prisión de la Casa del Concejo, en la plaza del Real, para conocer la flora y la fauna local. Algunas de las aves expuestas en miniatura se ven después caminando por esta senda, de unos 20 kilómetros (5 horas) que discurre en paralelo a la carretera AV-804 para tomar luego la Cañada Real Leonesa y adentrarse en la tupida masa de pinar resinero que tanta riqueza da a la villa. El sonido de arrendajos, rabilargos, cornejos o estorninos pone música a esta ruta de interés ornitológico.
COMPRAR TORTAS DE VEEDOR Y ROZNEQUES
No hay visita sin llevarse un dulce a casa y en Arévalo, un lugar para abastecerse de ellos es la tienda especializada de María Teresa de Santos, en los soportales de la plaza del Arrabal desde hace más de 140 años. En ella encontramos todo tipo de dulces morañegos: mantecados, bollos de aceite y de manteca rellenos de arrope, hojaldres, mojicones... y también legumbres, bacalao y otros productos de la tierra. Especialidades arevalenses son un pan llamado torta de veedor y los rozneques (tirabuzones de masa frita duces y anisados), que se pueden comprar en la panadería La Tarja (Encruz, 8).