Da igual que el día haya amanecido plomizo o que el brillo del sol desafíe a la fama lluviosa del norte. En Santander nadie perdona el momento del aperitivo, ese arte que consiste en peregrinar de barra en barra, mientras la charla se anima con un trago (léase vino, cerveza o vermut) y un pequeño bocado (ojo) no gratuito, pero (eso sí) delicioso. Una práctica que en la capital cántabra es, más que un acto social, toda una religión. Por eso proponemos una ruta en busca de ricos pinchos por esta ciudad tradicional, pero también cosmopolita y alternativa, que vive en torno a una bahía con el Cantábrico en el horizonte. Una bahía que, por cierto, es una de las más bonitas del mundo, según un club internacional creado en 1997 para clasificar las entradas al mar.
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TORTILLA PARA EMPEZAR
Sí, porque para muchos es el mejor desayuno. Sobre todo si se trata de la tortilla del Café Centro Botín (centrobotin.org/cafe-centro-botin), el edificio de Renzo Piano que vino a dar un toque futurista al paseo marítimo con sus pasarelas de vidrio y acero suspendidas sobre las aguas.
Aquí, en el restaurante que convive con un museo y un auditorio, encontramos una de las mejores tortillas de Santander. Súper jugosa, poco cuajada y en dos modalidades diferentes: la normal y la que viene aderezada con mayonesa y atún. Aunque no es el único pincho exquisito (atención a la ensaladilla y el pastel de cabracho), sí es, rotundamente, el pincho estrella. Por algo llegan a servir más de 20 tortillas al día.
CLÁSICOS QUE NO FALLAN
Nadie que visite la ciudad puede irse sin degustar unas ricas rabas o deleitarse con unas anchoas como no hay en ningún otro lugar. Y para eso están locales como Casa Lita (casalita.es), Taberna Santoña (Peña Herbosa, 18) o Cañadío (restaurantecanadio.com), este último con sucursal en Madrid, ganador en la última edición del premio a la mejor tortilla de España.
Tampoco nadie puede irse sin tomarse un vermut (o varios) en la legendaria Solórzano (barsolorzano.com), una de las pocas tabernas típicas que conserva desde 1941 su auténtica barra de mármol, curvada por la erosión del sifón. Porque, aunque en este lugar hay más de 150 referencias de este trago, el más demandado sigue siendo el vermut de solera que se extrae de las cubas y se toma en vasos pequeños y fríos. Para que no cause estragos, conviene acompañarlo, por ejemplo, con unos mejillones o unos caracolillos.
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DIFERENTES CONCEPTOS
De un estilo más desenfadado es Días de Sur (diasdesur.es), en la zona centro, una de las más concurridas para el alterne. Aquí el clasicismo deja paso a una carta más actual de lo que sus propios artífices llaman «comida confortable», es decir, unos platos caseros, reconocibles, elaborados con productos de proximidad y con precios razonables, sin que esto contrarreste su toque innovador. También cuenta con una coqueta terraza.
Y otro concepto distinto es el que proponen las Bodegas El Riojano (bodegadelriojano.com), todo un referente gastronómico y cultural. A este legendario local de madera se viene a descubrir la auténtica cocina cántabra reinterpretada por Alex Ortiz, quien ha elevado a la categoría de míticos dos de sus famosos pinchos: el riojanito, a base de chorizo alvino blanco, y sputnik, una sardinilla en conserva con aliño picante.
También se viene (he aquí lo peculiar) a disfrutar del arte, puesto que la propia sala acoge lo que llaman el Museo Redondo, una iniciativa que proviene de la época en que este lugar era el punto de encuentro de la bohemia, que celebraba aquí sus tertulias. La costumbre era que cada artista que visitaba las bodegas pintaba en directo una barrica, tradición que ha acabado dando origen a una colección de más de cien obras. Fernando Zobel, Juan Genovés y Oswaldo Guayasamín son algunas de las firmas que podemos encontrar.
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QUE EL DULCE NO FALTE
Para los que entienden la vida de una forma almibarada, también Santander es su lugar. Porque hablar de esta ciudad es hacerlo de su quesada y de sus sobaos, los dulces por antonomasia de Cantabria. La afición es tal que hasta se organizan catas y concursos para decidir los mejores cada año.
Concluimos, pues, esta ruta con una última concesión a los golosos sin complejos. Apunta la confitería La Antigua (Daoiz y Velarde, 13), La Marcelina (Cardenal Cisneros, 54) y las Pastelerías Gómez (gomezpastelerias.com). Y no dudes en endulzarte el día.