Ezcaray queda a 60 kilómetros de Logroño, a orillas del río Oja. Cuando uno llega a este pueblo, lo primero que le llama la atención son sus viejas calles porticadas y sus palacios levantados en piedra de sillería roja que confluyen en las plazas de la Verdura y Conde de Torremúzquiz (que todo el mundo conoce por la del Quiosco), las más céntricas, adornadas de plataneros, soportales y casas con entramado de madera. Después, andando por el casco viejo se van descubriendo sus elegantes mansiones señoriales, como el palacio de Torremúzquiz, la casa de los Masip, el palacio Azcárate… hasta que se llega a la iglesia de Santa María la Mayor y uno duda de si esta construcción de torreones cilíndricos y portada plateresca bajo una singular balconada con escudos es un templo o una fortaleza. Si se accede a su interior se verán obras pertenecientes a iglesias de despoblados cercanos, entre las que se encuentran algunas tallas góticas.
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Historia también tiene el edificio de la Real Fábrica de Paños de Santa Bárbara –hoy acoge dependencias del ayuntamiento, albergue y teatro–, pero, sobre todo, testigo de aquella industria textil que dio prosperidad a la localidad desde el siglo XVII y llegó a contar hasta con 29 fábricas de tejidos, que daban trabajo a unas mil personas. Junto al río truchero que baña el pueblo se observan algunas tañerías, pero ningún testimonio mejor que el taller artesanal de Mantas Ezcaray (mantasezcaray.com), que hoy regentan los hijos y nietos de Cecilio Valgañón. Casi cien años (desde 1930), llevan tejiendo en él las mejores fibras naturales como se hacía antaño, manteniendo las artes tradicionales en el lavado, el teñido y los distintos procesos de acabado. Su fuerte es el mohair y su orgullo, ser los únicos fabricantes artesanales de mantas y accesorios con esta suave lana de cabra que sigue en activo en España y de los pocos de Europa. Las mantas que se venden en Loewe, Armani o Zara Home salen de este taller y las podemos comprar en su tienda, junto a otras creaciones como echarpes, bufandas o bolsos.
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Otro fuerte de este pueblo de poco más de 2000 personas es la gastronomía y mucha culpa de ello la tiene el restaurante Echaurren (echaurren.com) y Francis Paniego, que tomó el testigo de su madre Marisa Sánchez, Premio Nacional de Gastronomía e historia de la cocina tradicional riojana, para llevar a lo más alto su buen hacer culinario.
En él hay opciones para todos los momentos, desde el restaurante gastronómico El Portal, reconocido con dos estrellas Michelin –el primero de La Rioja–, al Echaurren Tradición, aclamado por sus croquetas, sus caparrones (alubias rojas) y otros platos de la cocina riojana más auténtica. En su Tapas Bar lo que triunfan son las pequeñas creaciones que se sirven junto a la chimenea en invierno y en su magnífica terraza en el jardín en verano; y en El Cuartito, la carta más informal.
La misma casa de postas centenaria en la que se ubican los restaurantes Echaurren acoge un precioso hotel contemporáneo adscrito al club de calidad Relais & Chateaux, lleno de guiños actuales y con vistas a la plaza donde se levanta la imponente iglesia gótica. Al lado asoma la fachada del hotel Palacio Azcárate, del siglo XVIII. Y también muy céntricos, los Apartamentos Turísticos Ezcaray, en un moderno edificio de arquitectura tradicional y cuidada decoración interior y con capacidad para acoger a entre 2 y 6 personas. A unos kilómetros, en la aldea de Valgañón, y derrochando encanto, el hotel Pura Vida (hotelpuravida.es), de ambiente acogedor.
Restaurante, bar de tapas y hotel es Casa Masip, un establecimiento de estilo rústico en el casco viejo en el que triunfan platos como los caparrones y el bacalao a la riojana y, en otoño, las setas y los platos de caza. Y sabores de siempre, en Lladito (apartamentoslladito.com) y en El Rincón del Vino (rinconesdelvino.com), que ofrece una cocina hecha sobre fogones de leña, horno, brasa y parrilla.
Para bajar la comida está el paseo Tenorio, que discurre junto al río desde el puente Canto al de la Estación, dos ermitas interesantes. Sobre una peña está la de Nuestra Señora de Allende, que además de a la patrona de la villa posee una singular colección de lienzos con figuras de ángeles guerreros del siglo XVI. Sobre el cerro del mismo nombre está la dedicada a Santa Bárbara, mirador privilegiado sobre el pueblo. Más allá, siguiendo la carretera junto al Oja, un puñado de aldeas llenas de arquitectura popular que no pueden tener más encanto: Zaldierna, Azarulla…, y la estación de Valdezcaray, a los pies del pico San Lorenzo, en la sierra de la Demanda.
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