Muchas veces, cuando se utiliza el término “aislado” para definir una comarca natural, suele sonar exagerado. Pero en el caso del concejo de Ponga, el adjetivo se queda corto, ya que su territorio está rodeado de montañas por los cuatro costados. Si al sur la cordillera Cantábrica, con cumbres de más de 2000 metros de altura, hace de murallón casi infranqueable con la vecina provincia de León, al este, el marcado perfil de los Picos de Europa cierra con altiva elegancia el horizonte.
También al oeste y al norte, aunque menos contundentes, distintas cresterías se encargan de cumplir su natural cometido orográfico. Pero no hay que preocuparse, ya que la naturaleza también se ha encargado de romper esta fortaleza pétrea gracias a la fuerza erosiva del Sella y su afluente el Ponga, dos ríos que tienen sus cabeceras en la zona y se abren paso por dos profundos y estrechos desfiladeros: Los Beyos y Ponga. Precisamente, esta última foz es la puerta de acceso más directa al corazón del Parque Natural de Ponga.
Conduciendo por la AS-261, al llegar a Sellaño nos recibe un boscoso paisaje sobre el que se alzan multitud de cordales rocosos desafiantes. En esta bien conservada población, la primera de nuestro recorrido, todo está envuelto en un melancólico ambiente rural. Además del contraste cromático entre el rojo de los tejados y las mil gamas del verde de los variados árboles y los prados en los que pasta el ganado, en muchas de las aldeas del valle de Ponga se ha conservado una típica arquitectura popular, en la que llaman la atención los hórreos beyuscos.
Antes de seguir remontando el curso del río, merece la pena desviarse por la serpenteante AS-339, hasta Cazo y su torre medieval, una de las más antiguas de Asturias. El único problema de esta carretera, como las demás de Ponga, es que, al ganar altura, se abre a unas panorámicas tan bellas que hay que hacer un gran esfuerzo para no detenerse tras cada revuelta. Otra vez por la AS-261, el sobrecogedor desfiladero acerca hasta Mestas, desde donde ascienden dos carreteritas. La primera es la PO-4, que tomaremos, en ida y vuelta, hasta Taranes para descubrir esta aldea presidida por la inconfundible mole rocosa del pico Tiatordos.
De nuevo por la orilla del Ponga, la estrecha PO-3 nos permite ascender con mucha calma, entre bosques de robles y castaños, pasando por Abiegos y su mirador, hasta Sobrefoz. Desde este pueblo, podemos llegar hasta las mismas fuentes del río. Son ocho kilómetros de distancia por una estrecha carretera de montaña para alcanzar la solitaria ermita de Ventaniella, emplazada en medio de un paisaje en el que los pastizales alpinos, los espesos bosques y las altas crestas de la cordillera Cantábrica se disputan el protagonismo.
Un paraíso auténtico para los amantes de las mejores rutas de senderismo. De nuevo en Sobrefoz, la PO-1, que nos obligará a detenernos en los miradores de Peña Soberu y El Tombu la Espinera, permite alcanzar San Juan de Beleño, capital del concejo, donde se encuentra el Centro de Interpretación del Parque Natural de Ponga. Después de hacernos con toda la información necesaria, enfilaremos por la PO-2 hacia el cruce del Cabañón, que conduce al mirador de Los Bedules. Con una larga pasarela de madera, es el mejor lugar para apreciar el pintoresco mosaico de paisajes y ecosistemas de la comarca.
Además de una completa panorámica del altivo macizo del Cornión, en los Picos de Europa, veremos, a los pies, la joya botánica del espacio protegido de Ponga: el bosque de Peloño, en el que viven los últimos urogallos del país. Aunque nos cueste, en algún momento tendremos que alejarnos de Ponga, y para ello lo mejor es buscar la espectacular salida que nos brinda el desfiladero de Los Beyos, por donde discurre el río Sella.
No dejes de...
Recorrer el bosque de Peloño. Es uno de los c mejor conservados de España y el principal motivo de la inclusión de Ponga en el listado de Reservas de la Biosfera de la Unesco. La ruta se inicia en Los Bedules, desde cuyo mirador se descubre una magnífica panorámica de la masa forestal y las montañas del entorno. Una pista atraviesa su interior hasta alcanzar el collado Granceno. Son doce kilómetros (ida y vuelta), ideales para recorrer con niños.
Guía práctica
Guía práctica