Absorber la atmósfera del bosque es la traducción literaria de shinrin-yoku. Dos palabras japonesas que en occidente se traducen como baño de bosque. Un término que acuñó en 1982 Akiyama Tomohide, director de la Agencia Forestal de Japón. Con gran parte de su territorio cubierto por él, los japoneses están tan enganchados al bosque como a la tecnología. Precisamente, una de sus aficiones es contemplar la naturaleza, los colores de las estaciones, las cascadas, las montañas… El paisaje es sagrado y el bosque es como el reino de lo divino para el sintoísmo y el budismo, las religiones oficiales de Japón.
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Tomohide se percató que la estresada población urbana demandaba un mayor contacto con la naturaleza, esa naturaleza que les rodea y les gusta contemplar, pero con la que apenas interactúan. Y pensó que los bosques podían resultar terapéuticos. A las consultas médicas sumó las terapias de bosque para tratar algunos de los males de la salud nacional. Terapias que consisten, bajo la supervisión de terapeutas y/o guías, en que la naturaleza entre en el cuerpo de las personas a través de los sentidos. Sesiones que hoy se imparten en alguno de los 65 centros de la Sociedad Japonesa de Terapia Forestal (fo-society.jp/en), dependiente de la mencionada Agencia Forestal, presidida por el doctor Li, autor de El poder del bosque. Shinrin-Yoku: cómo encontrar la salud y la felicidad a través de los árboles, traducido por Jorge Rizzo y publicado por Roca Editorial. Según el autor de dicho libro una visita de varias horas a un bosque puede mejorar el estado de ánimo de una persona al disminuir la hormona del estrés que causa enfermedades como la hipertensión, mejorando la salud cardiovascular y metabólica, la concentración, la memoria e, incluso, incrementando el umbral del dolor.
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Un baño de bosque es absorber la naturaleza, sentir la textura de la corteza de los árboles, oír el trino de los pájaros, oler la tierra mojada después de una lluvia, observar los diferentes tonos de las hojas, de los helechos, del musgo, de los líquenes. Un baño de bosque no es hacer senderismo y tampoco es asistir a una clase al aire libre sobre la flora y fauna del entorno. Es una actividad dirigida a los sentidos y se puede hacer en algunos de los bosques de Japón, como el de Kunigami, en la prefectura de Okinawa, elegida por muchas parejas de españoles recién casados para pasar su luna de miel. Desde Kunigami Village Office (nuchigusui@kunigami-forest-therapy.jp) se ofrecen programas que incluyen terapia forestal e instalaciones de alojamiento ecológico tipo bungalós y casas en los árboles para disfrutar de la naturaleza.
En España también se pueden realizar baños de bosque en numerosos lugares. Para introducirse en el tema, conviene visitar las páginas web de Forest Theraphy Hub (foresttherapyhub.com/es/) y la del Instituto de Baños de Bosque (institutodebañosdebosque.com). En la localidad cántabra de Ucieda de Arriba, en el Parque Natural Saja-Besaya, Shinrin Yoku Santander (shinrinyokusantander.com) organiza experiencias de este tipo de la mano de Cristina Rodríguez, ingeniera medioambiental y guía profesional de baños de bosque.
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Estos paseos de inmersión en la atmósfera sanadora del bosque se ofrecen en la Montaña Palentina de la mano de la empresa de turismo activo y ecoturismo Gea Forestal (turismoactivomontanapalentina.blogspot.com). Su guía y educadora ambiental Minerva Archaga Miguelañez es la encargada de realizar estos paseos y cuenta que cualquier zona verde, con árboles y llana, sirve para realizar un baño de bosque. El área de La Pernía, entre Cervera de Pisuerga y el puerto de Piedrasluengas, es donde se encuentran los rincones secretos de esta guía; bosques muy poco transitados de árboles añejos, como lo son los roblones y las grandes hayas. Bosques que dice que se prestan mucho al baño. Experiencias que hace por medio de una meditación guiada y dinámicas para despertar los sentidos y dar un paseo pausado y consciente de entre dos y cuatro horas de duración. Un paseo que se adapta a la climatología y al grupo, que suele estar compuesto por mujeres procedentes de zonas urbanas y con una edad por encima de los 40 años.
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A los pies de la madrileña sierra de Morcuera se encuentra el abedular de Canencia, donde se puede hacer un baño de bosque en la denominada ruta de la Dehesa Bonita, flanqueada por robles centenarios, acebos, avellanos, abedules y cerezos. Otras opciones son la Vía Verde de la sierra de la Demanda, en Burgos, una antigua vía ferroviaria dentro de un bosque aluvial de chopos, olmos y fresnos; la foz de Benasa, en la sierra navarra de Illón o los que recoge el libro Baños de bosque. 50 rutas para sentir la naturaleza, de Alex Gesse y Gorka Altuna, aunque no hay que olvidar que un baño de bosque también se puede realizar en los parques de las ciudades.