Justo a finales del siglo XIX, Pedro Ciga y Dorotea Fernández adquirieron la finca del Señorío de Bertiz. Esta ilustrada pareja de navarros, desde luego muy adelantados a su tiempo, quisieron salvar de la explotación maderera uno de los últimos bosques atlánticos de cierta entidad que quedaban en la comarca de Baztán-Bidasoa. Este concienciado matrimonio que fue socio de distintas sociedades protectoras de animales, e incluso financió una campaña para prohibir las corridas de toros, convirtió a Bertiz en un modelo para la preservación de los espacios naturales más valiosos.
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Además de rehabilitar los nobles edificios de la propiedad, ampliar los jardines y prohibir cualquier tipo de aprovechamiento forestal en la zona, la pareja tuvo el acierto de legar esta finca a la actual Comunidad Foral de Navarra. Solo impusieron una condición: conservarla sin variar las efectivas medidas de sostenibilidad y protección que ellos habían aplicado a lo largo de medio siglo de gestión. La visita al hoy Parque Natural del Señorío de Bertiz, el primero de Navarra desde 1984, es toda una experiencia para los amantes de la naturaleza. Nada más cruzar el puente sobre el río Bidasoa desde la localidad de Oronoz-Mugaire, situada al pie de la N-121-A, nos daremos cuenta de que hemos entrado en un paraíso preservado y boscoso. Envueltas entre las habituales nieblas que otorgan a estos valles navarros un halo de mágica humedad se van entreviendo las suaves laderas totalmente cubiertas de un denso y maduro bosque de unas 2050 hectáreas de extensión, en el que predominan las hayas.
En otoño, cuando las hojas de los árboles adquieren distintas tonalidades cromáticas, también es fácil darse cuenta de la existencia de algunas zonas con robles, castaños y alisos, que escoltan las regatas que drenan el cerrado valle de Bertiz. Antes de ponernos a caminar por los distintos senderos que se adentran en la espesura forestal, hay que recorrer el Jardín Histórico-Artístico, que sirve de lujosa antesala al parque natural. Creado hace más de 100 años, reúne, entre evocadores estanques y románticos paseos, una cuidada selección de especies exóticas: secuoyas rojas, bambús negros, ginkgos japoneses, cipreses de los pantanos... Además de seguir el recorrido sensorial señalizado, resultan muy interesantes las vidrieras de la galería de la capilla de la finca, una joya del art nouveau.
También se puede visitar la exposición permanente de esculturas de gran formato de artistas navarros contemporáneos en las campas del área de acogida, el rehabilitado palacio Bertiz y el centro de interpretación. Desde la Casa de Acogida, en la que nos facilitarán toda la información necesaria, parte la completa red de senderos que recorre este privilegiado enclave del pirenaico valle del Bidasoa. Por suerte, hay recorridos para todos los gustos y tipos de andarines. Los más entusiastas elegirán el sendero verde de Aizkolegi. Son 22 kilómetros, entre la ida y la vuelta, para llegar hasta la cumbre del parque. Las espectaculares panorámicas que se disfrutan desde sus 830 metros de altura compensan del esfuerzo necesario para salvar el fuerte desnivel. Además del espeso entorno, en los días claros también se divisa el perfil del golfo de Vizcaya. Quizá por esa razón, don Pedro Ciga, el visionario protector del Señorío de Bertiz, se hizo construir un palacete modernista aislado, hoy abandonado, en tan emblemático lugar. Las otras seis rutas no presentan tanta dificultad y permiten un tranquilo recorrido por el bosque.
Un buen ejemplo es el sendero amarillo de Erreparatzea, ideal para hacer en familia, que discurre en todo momento por terreno llano a orillas del río, tiene un kilómetro y medio de longitud y se puede completar en una media hora. Cualquiera que sea la elección, siempre quedarán en la memoria las imágenes, olores y sonidos de un bosque protegido por las lamias, unas legendarias y cantarinas sirenas que acicalan sus largos cabellos con peines de oro. Y seguro que si caminamos en silencio y prestamos atención disfrutaremos de la presencia de algunos de los esquivos habitantes del bosque: el ciervo, el visón europeo, el desmán ibérico e, incluso, de un escaso y valioso pájaro carpintero, el pito negro.
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Descubrir el entorno de Bertiz. A diez kilómetros está el bonito pueblo de Elizondo, capital del Baztán, con casonas nobles y palacios. A un paso quedan los embalses de Leurtza, en Urrotz, un enclave ideal para pasear por los senderos que circundan estos lagos artificiales. Otro interesante plan es acercarse a conocer dos típicos molinos harineros: el de Zubieta, con varios siglos de historia y en uso, y el de Amaiur-Maya.
Guía práctica
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