Bussaco es un bosque magnífico de un centenar de hectáreas donde se concentran más de 700 especies arbóreas. Entre su densa vegetación conviven árboles traídos de los tres continentes en los que los portugueses tuvieron colonias. Aquí encontramos gigantescos ejemplares de abetos del Himalaya, acacias australianas, alcanforeros japoneses, araucarias brasileñas…, pero también árboles autóctonos y de la flora europea, como alcornoques, encinas, hayas, madroños, olivos... Dos a los que hay que prestar atención son el Eucalipto de Tasmania, de 1876, y el Cedro de Buçaco, de 26 metros de altura, cuyo origen se remonta a 1644. Entre los árboles también crecen helechos, hortensias, camelias, magnolias y lirios del valle.
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Además de esta diversidad botánica, este lugar que se visita por libre fue escenario de la histórica batalla de Bussaco, por lo que el bosque encantado, como popularmente se le conoce, se ha convertido en Mata Nacional, figura de protección que otorga el Estado portugués a zonas valiosas de su territorio.
COMO LLEGAR A BUSSACO
A Bussaco se accede desde Luso, la ciudad-balneario famosa por sus fuentes termales de propiedades curativas. De ella parte un camino que atraviesa el muro del parque y asciende entre la arboleda. Sin embargo, por las dimensiones de la Mata lo mejor será llegar por las carreteras adoquinadas que lo atraviesan y conducen hasta el lujoso Palacio de Buçaco.
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EL PALACIO DE LOS ESPÍAS
Un pabellón de caza es el origen de este palacio de estilo manuelino que el rey Carlos encargó al arquitecto italiano Luigi Manini a finales del siglo XIX, ahora convertido en hotel. Tanto en su fachada sur como en la galería orientada al este podemos observar su recargada ornamentación, que continúa en la decoración de sus estancias interiores, con murales y los característicos azulejos de Portugal (los del salón incluyen escenas de la batalla de Bussaco). Se dice que en él Manuel II tuvo un encuentro amoroso con su amante, la actriz francesa Gaby Deslys, y que su renacimiento como establecimiento de lujo fue idea del jefe de cocina del rey. Y también que en la II Guerra Mundial era frecuentado por espías.
UN CONVENTO CARMELITA
En un lateral del palacio se encuentra el convento de los carmelitas descalzos, construido a principios del XVII y del que solo queda la capilla, el claustro y algunas celdas del monasterio –una placa recuerda que Wellington durmió en una de ellas–, ya que el resto fue destruido cuando se edificó el palacio. Llama la atención su entrada recubierta de corcho, así como las austeras estancias interiores.
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LA FUENTE MÁS BELLA
Desde el aparcamiento se inicia el recorrido a la cercana ermita de la Asunción, una de las diez que se esconden en el bosque, y a la Fuente Fría. Este manantial, que brota entre las rocas, es una de las fuentes más hermosas de Bussaco. Sus aguas descienden en escalera hasta alcanzar el Vale dos Fetos (helechos), un pequeño paseo bordeado de decenas de ellos, entre calas, hortensias, rododentros y pseudoplátanos que lleva a un lago y a la solitaria Porta das Lapas. Desde aquí se alcanzan las puertas de Coimbra, dos puertas donde se reproducen las dos bulas papales de Bussaco que decían que bajo pena de excomunión se prohibía la corta de arbolado dentro del recinto y la entrada a las mujeres. La bula sería ingeniosamente sorteada abriendo en el muro una nueva puerta cuando la reina Catalina, viuda de Carlos II de Inglaterra, quiso visitar Bussaco. Desde entonces hay una nueva entrada al recinto, conocida como puertas da Rainha.
LA VÍA SACRA Y LA CRUZ ALTA
Pasando por la ermita de San Antonio, el punto más alto y con mejores vistas del bosque es la Cruz Alta, un mirador a 545 metros de altura, con una bella panorámica de sierras, ciudades y la llanura costera. En el descenso, por la Via Sacra, hay un original vía crucis con varias capillas desgranadas a lo largo del camino. Ya en las inmediaciones del palacio, a la derecha surgen las ermitas de San Miguel y Nuestra Señora de la Concepción y las cercanas fuentes de San Silvestre y Santa Teresa, todas ellas inmersas en la selvática vegetación.
DONDE DESCANSAR EN LA RUTA
Ningún lugar mejor para alojarse en el entorno del bosque que el imponente Palace Hotel do Bussaco, de estilo manuelino y lujosas instalaciones, un buen lugar también para probar las especialidades portuguesas de su cocina. En Luso, dos buenas opciones son el Grande Hotel de Luso, con spa y restaurante, y Vila Duparchy, una casa de campo rodeada de un agradable jardín. Y para disfrutar a la mesa, en Mealhada se encuentra Pedro dos Leitões (pedrodosleitoes.com), un moderno comedor que tiene el lechazo asado como protagonista.