La primera imagen de este viaje de sensaciones que lleva de la montaña al mar no puede ser más potente y la ofrece el mirador del puerto de Piedrasluengas, paso natural que comunica la Montaña Palentina con el valle del Nansa. Apostados en este balcón de madera se observa una preciosa vista de los Picos de Europa, la sierra de Peña Sagra, Peña Labra, los frondosos bosques que cubren las laderas del valle de Liébana... Difícil despedirse de un espectáculo visual tan impactante, pero el camino no ha hecho más que comenzar.
La carretera ca-281 avanza paralela al curso del río, retorciéndose y abriéndose a otros miradores, como el de la Cruz de Cabezuela, asomado al valle de Polaciones, antes de alcanzar Tudanca. Es aquella Tablanca que inspiró la novela Peñas arriba de José María de Pereda. Caminando por las calles en cuesta de este conjunto histórico de bella arquitectura encontraremos sosiego en la casona de José María de Cossío, como lo hicieron Lorca, Alberti o Unamuno. El macizo edificio que fue levantado por un indiano y en el que el académico pasaba sus veranos es un museo que relata la vida montañesa y conserva la extraordinaria biblioteca reunida por el erudito.
Cosío también es el nombre de la siguiente parada, donde el río Vendul, afluente del Nansa, dibuja un precioso paisaje. Estamos en uno de los pueblos mejor preservados del municipio de Rionansa, con un rico conjunto de casonas barrocas. Tres kilómetros más allá, en Puentenansa, se toma el desvío hacia Carmona, una incursión en el valle de Cabuérniga. El paseo por este pueblito de calles de piedra descubre casas populares junto a otras nobles, como el Palacio de los Mier, rincones encantadores y los vecinos artesanos trabajando la madera a las puertas de sus viviendas.
Dejando a un lado Riclones y la Cueva de Chufín, el Nansa se ensancha muy cerca de Celis, buen lugar para quedarse a comer un cocido montañés y luego conducir a la cueva de El Soplao. En la sierra de Arnero, esta maravilla de la geología, descubierta gracias a la explotación de las minas de La Florida, ha revolucionado el valle. Un corto viaje en un tren minero continúa luego por antiguas galerías que se adentran en su paraíso de estalagmitas, estalactitas, lagunas, coladas y excéntricas.
De vuelta a la CA-181, en Herrerías cruzaremos el puente sobre el Nansa para llegar a la ferrería de Cades, ejemplo de aquellas industrias donde se transformaba el hierro en lingotes mediante ingenios hidráulicos. El viaje del Nansa se acerca a su fin. Después de 46 kilómetros, a la altura de Pesúes el río vierte sus aguas en el Cantábrico, dando lugar a un bello estuario de alto valor ecológico. A un lado queda la playa del Sable, al otro, el mirador que se asoma a la ría de Tina Menor. Entre esta y la de Tina Mayor, donde desagua el Deva, la península de Pechón pone la guinda a la ruta con algunas de las playas más bonitas de Cantabria.
No dejes de...
Recorrer la senda fluvial del Nansa. Los 14 kilómetros que separan Cades de Muñorrodero se pueden hacer a pie por este sencillo camino que discurre por la margen derecha del río. La ruta se puede dividir en dos tramos, empezando o acabando en la central hidroeléctrica de Trascudia. Por la senda discurre la primera de las tres etapas del Camino Lebaniego, que desde Cades enfila por las hoces de Lamasón hacia el desfiladero de La Hermida.
Guía práctica
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