Es oír las palabras ‘faro’ y ‘Galicia’ y nuestra imaginación vuela como un rayo a Finisterre, el cabo Vilán, Estaca de Bares o la Torre de Hércules, faros todos famosos de las Rías Altas. Pero en las Rías Baixas también los hay, aunque los marineros se pudieran orientar solo con el brillo de las playas y el olor de las bodegas de albariño. Solo en la ría de Vigo hay once, incluidos los tres de las islas Cíes. Viniendo del sur, el primero es el faro Silleiro, que luce en el cabo homónimo desde 1886. Primero estuvo a nivel del mar y desde 1924 está a 85 metros de altura, en una torre blanquirroja que domina un inmenso panorama: desde las Cíes, en la boca de la ría, hasta el monte de Santa Tecla, cerca de Portugal. Alrededor de él se ven los cañones de una antigua batería de artillería costera que comenzó a instalarse en 1926 para defender el puerto de Vigo. Llegaron procedentes del acorazado España, que embarrancó durante la guerra del Rif en el cabo Tres Forcas, junto a Melilla, para ser reciclados en la costa gallega.
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A solo cinco kilómetros del faro está Baiona, que ya vigilaba la ría en el siglo XII desde lo alto de la fortaleza de Monterreal. Aquí vieron llegar a la Pinta el 1 de marzo de 1493 y se enteraron, antes que nadie en Europa, de que existía América.
Camino de Vigo hay dos pequeños faros: el de Punta Lameda, en Nigrán, y el de Cabo Estai, en Oia. Y ya en Vigo, dos muy curiosos: el del Museo do Mar y el de A Guía. El primero de los vigueses se alza, como cabe deducir por su nombre, junto al Museo do Mar, que a su vez lo hace sobre una antigua fábrica de conservas, la Alcabre-Molino de Viento. Data de 2002 y fue proyectado por Aldo Rossi y César Portela, que lo concibieron como un espacio de transición entre la tierra y el mar, como un elemento simbólico. Lo hicieron de hierro, menos la linterna y la veleta (un delfín), que son de bronce. Hay que verlo relumbrando con el primer sol antes de que abra el museo, mientras los pescadores aparejan sus barcas en la vecina playa do Cocho y el primer crucero del día entra en la ría imponente, a cámara lenta, como una ballena arrastrada por la marea.
El otro faro de Vigo, el de A Guía, es el más antiguo de Galicia después de la Torre de Hércules. Luce desde 1844 en la ladera del monte del mismo nombre, el cual se disputa con el de O Castro el título de mejor mirador de la ría, donde debemos ir cuando el sol se oculta tras las Cíes. Hay una ermita en lo alto y una senda señalizada con flechas azules que une ambos lugares a través de un hermoso bosque, una selva casi, de eucaliptos, castaños y robles, en el que revolotea la mariposa arlequín.
El puerto de Vigo es un buen lugar para embarcar rumbo a las Cíes, donde hay tres faros: el de Peito, el de Porta y el de Cíes. Este último es el faro por antonomasia del archipiélago, el más alto y vistoso, el que todos quieren visitar dando un paseo de siete kilómetros (incluida la vuelta), con una ascensión final de 171 metros por la misma cuesta que subían todos los días los niños que vivían antiguamente en las islas y que venían a aprender lengua, historia y aritmética con el farero. Por el camino se bordea la playa de Rodas, una de las más bellas del mundo.
Tras cruzar la ría por el colosal puente atirantado de Rande (el mayor del mundo cuando se construyó, a finales de los 70), se llega a Moaña, donde no hay faro, pero sí un monte do Faro de Domaio, que es una de las mayores alturas de la ría de Vigo (636 metros). Desde hace poco cuenta con un nuevo mirador con dos sillones giratorios de madera, en forma de mano, en los que uno se puede sentar para ver la ría tan a gusto como la ve San Martiño, patrón de la localidad, desde el cielo.
Al final del viaje y de la orilla norte de la ría, se halla el cabo Home. Al igual que en las islas Cíes, que están casi al alcance de la mano, hay tres faros: el blanco y largo de cabo Home, el rojo y chato de Punta Robaleira y el también blanco y delgado de Punta Subrido. En medio se encuentra la playa salvaje de Melide: 250 metros de paraíso atlántico lo suficientemente lejos y mal comunicado como para que no lleguen multitudes, pero donde se puede ir cómodamente en coche. Los pocos que conocen esta playa remota coinciden en que tiene poco que envidiar a las del vecino archipiélago: arena blanca, agua cristalina, dunas, pinares y las Cíes justo enfrente, cerrando el horizonte.
No dejes de...
Visitar el Museo do Mar de Vigo. Después de ver el faro y prestar atención a la arquitectura, la visita a sus instalaciones descubre la vinculación histórica de los gallegos con el mar. Grandes cubos que semejan contenedores de mercancías portuarias conforman su exposición permanente, con pantallas interactivas. Además del acuario y el submarino Sanjurjo, sorprenden las ruinas circulares del castro de Punta Muiño (museodomar.xunta.gal).
Guía práctica
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