El Solsonés es una comarca de prados y cultivos de cereal, de masías y de ambiente rural, puerta de entrada al Pirineo de Lleida. De capital hace Solsona, una localidad tranquila y sosegada, a 100 kilómetros de Lleida y a poco más de Barcelona, a la que Felipe II le concedió el rango de ciudad. Adornada de caserones góticos, lienzos, torres y portales de la antigua muralla, plazas donde siempre fluye el agua y un puñado de edificios de interés, su casco monumental de calles estrechas y empedradas nos regala un paseo con sorpresas a cada paso.
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La primera es la catedral de Santa María, un importante complejo de edificios que a lo largo de los siglos ha ido sumando estilos. Del románico conserva el claustro, varios ábsides, el campanario y una magnífica talla de la muy venerada Virgen del Claustre, patrona de la ciudad; del gótico, las naves y un ábside heptagonal y barroca es la fachada.
Junto a la catedral se encuentra otro de los edificios más interesantes de Solsona, el Palacio Episcopal, que aloja el Museo Diocesano y Comarcal, además de restos del foso y la muralla medievales. Merece la pena una visita a su interior porque guarda valiosas colecciones de pintura románica y gótica, además de salas dedicadas a la prehistoria, incluso una a las esculturas de sal de las cercanas Minas de Sal de Cardona. Para no perdernos, conviene prestar atención a los frescos de Santa Pau de Caserres, a los frisos de la colegiata de Cardona o al frontal del altar de Sant Andreu de Sagás. Aunque el plato fuerte del museo son las pinturas murales prerrománicas de Sant Quirze de Pedret.
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Caminando por el pequeño casco histórico se alcanza la plaza Mayor porticada y se ven portales, como el de Llobera, con una pequeña capilla, y el del Castell, que fueron en otro tiempo antiguas entradas a la villa. También fuentes medievales en las plazas de Sant Joan y Sant Isidre, antiguos lavaderos, un pozo de hielo y un buen número de edificios interesantes: la casa consistorial, el palacio de Llobera, la Casa de los Morató y, en el número 18 de la calle Castillo, la casa del pintor Francesc Ribalta, precursor del tenebrismo, un estilo que después triunfó con Velázquez o Zurbarán.
Conviene prestar atención a una singularidad, son los llamados Caps de Biga, que no es otra cosa que unas curiosas caras esculpidas en las vigas de los tejados de edificios de las familias más nobles de la localidad y que se pueden ver hasta en una veintena de construcciones. Hay hasta una ruta dedicada a ello.
Pero Solsona es una población de oficios y tradiciones de ayer, como la de sus gigantes y cabezudos, a los que está dedicada, en la calle de Sant Llorenç, la exposición de El Quarto dels Gegants. También son protagonistas de su original Carnaval, uno de los más diverrtidos de Cataluña, en el que se parodian las propias tradiciones de la ciudad (carnavalsolsona.com).
Y sobre una de las industrias artesanales más importantes de la localidad se aprende en el Centro de Interpretación del Solsonés (Ctra. De Bassella, 1), que dedica un espacio a recrear un antiguo taller de cuchillería.
Solsona también cuenta con varios edificios de época modernista, el más emblemático es el hotel Sant Roc, construido en el año 1929 y que conserva el espíritu y el estilo propios de principios del siglo XX. Más allá de admirar su fachada, podemos quedarnos a dormir en las habitaciones y apartamentos de este cuatro estrellas, que también cuenta con spa y restaurante. Mucho encanto derrocha también el hotel La Freixera, que ocupa un edificio histórico del núcleo medieval convertido en un hotel boutique de solo una decena de habitaciones, todas diferentes, que combinan paredes de piedra y forjados de madera con modernos y cómodos acabados y algunas con jardín y chimenea.
La cocina casera con un toque de originalidad se disfruta en La Cabana d’ en Geli (restaurantlacabanadengeli.es), donde tres mujeres entusiastas y emprendedoras, una madre de familia numerosa y dos de sus hijas, brindan una experiencia gastronómica basada en el producto de proximidad y temporada en una bonita masía del siglo XVIII decorada con buen gusto. Los antiguos establos son ahora un rincón romántico para comidas íntimas, y el jardín, ideal para vermutear, comer o tomar una copa rodeado de naturaleza.
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Y PRÓXIMO A SOLSONA...
Solsona también es punto de partida para descubrir los paisajes y pueblos de la comarca del Solsonès. Muy próxima, en Sant Esteve d’Olius encontraremos una iglesia románica que guarda una pequeña y misteriosa cripta, y cerca un cementerio modernista, obra del artista Bernardí Martorell.
Y también el santuario del Miracle, un interesante conjunto arquitectónico formado por la iglesia, la Casa Grande y el antiguo albergue atendido por monjes benedictinos, y del que también forma parte la bodega Vinyes del Solsonès y una quesería.
Cerca también otros lugares para no perderse en el entorno. A 15 minutos se encuentra el Ecomuseo Vall d’Ora, en el que podemos ver en funcionamiento una serrería y un molino activado por la fuerza del agua (ecomuseuvalldora.cat). Y a 20 está el Museo de la Moto de Bassella, construido con piedras y materiales recuperadas de este pueblo que quedó sumergido bajo las aguas del pantano de Rialb y es un referente para los amantes del motor (museumoto.com).
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