Desde lo alto de la torre del homenaje del castillo de Torrelobatón unas mirillas ayudan a situar con precisión lo que se esconde tras el horizonte, las villas y castillos que tuvieron relación con los últimos días de la rebelión comunera. Es la lección final de un recorrido histórico que comienza en la planta baja de esa misma torre. Aquella rebelión, de la que acaban de cumplirse 500 años, trató de poner algo de cordura en las relaciones entre un rey prepotente –Carlos V– y un reino que lo veía como extranjero y usurpador. Y en esos momentos, este castillo fue testigo de episodios tan decisivos como el fracasado intento de Juan de Padilla, jefe de los ejércitos comuneros, de abandonarlo a tiempo para refugiarse tras las murallas de Toro y librarse así del acoso al que estaba siendo sometido por las fuerzas realistas. La indecisión de Padilla y la fatalidad de unas lluvias pertinaces dejaron clavada a su artillería en las embarradas campas de Villalar y dieron al traste con las exigencias comuneras y el anhelo de justicia que las inspiró.
De todo esto habla la instalación didáctica que alberga la torre del homenaje mientras se va ganando en altura hasta coronar la azotea. Desde esas mismas almenas o desde las del adarve, que también se recorre, se atisba la chopera –a la derecha de las piscinas–, en la que tuvo lugar el rodaje de la película El Cid, en 1961. Unos 300 vecinos participaron en esta superproducción de Hollywood que tuvo a Charlton Heston como su estrella principal.
A 12 kilómetros de distancia queda el pueblo de San Cebrián de Mazote. Entre sus calles alberga lo que algunos consideran el mejor ejemplo de arquitectura mozárabe de la península y una de las joyas del arte prerrománico español: la iglesia de San Cipriano. Su deliciosa sinfonía de arcos de herradura y capiteles labrados recuerda de inmediato a la lejana Córdoba, desde donde llegó un grupo de monjes mozárabes a finales del siglo IX huyendo de un islam cada vez más intransigente, para fundar aquí su nuevo monasterio.
Para disfrutar con especial emoción, conviene hacer coincidir el viaje con la floración de unos cultivos que han cobrado gran auge en los últimos años en los Montes Torozos: la lavanda y el lavandín, dos variedades de una especie que hace furor a mediados de julio entre los apasionados de la aromaterapia y los selfies. Y Tiedra es el mejor escaparate. Aquí se empezó hace 15 años con una pequeña explotación buscando alternativas al cultivo del cereal. Hoy son ya más de 400 las hectáreas dedicadas a la lavanda y cada año se suma alguna más.
Antes de pisar el primer campo que se nos cruce ante la vista y empezar a disparar fotos, se impone hacer parada en el centro de interpretación Tiedra de Lavanda, situado a la entrada de la localidad. Es la mejor manera de sacar jugo a un cultivo que, para la gran mayoría, es un gran desconocido. También es el lugar perfecto para que nos informen de dónde se encuentran los campos más fotogénicos.
Pero la visita a Tiedra va más allá. En el otro extremo se alza uno de los castillos con mejor estampa de la provincia. También es visitable y ofrece unas vistas estupendas desde sus almenas, como corresponde a la misión de observatorio fronterizo entre los reinos de Castilla y de León con la que fue levantado. La localidad cuenta con una app descargable que guía, a través de archivos de voz, tanto por el interior del castillo como por el paseo urbano en el que se van desgranando sus rincones más notables. Entre ellos, a las afueras, la ermita de Nuestra Señora de Tiedra Vieja, con la curiosidad en su interior de una espectacular pared repleta de exvotos fotográficos. Son los rostros de vecinos que, desde mediados del siglo XIX, cuelgan aquí sus retratos para agradecer a la Virgen los favores concedidos.
No dejes de...
Disfrutar de las estrellas. La Fundación Starlight tiene como misión certificar qué lugares cumplen las condiciones ideales para disfrutar de la observación nocturna del firmamento. Y el Centro Astronómico de Tiedra (cieloytiedra.com) es uno de ellos. Dotado de todos los medios técnicos para contemplar el denominado cielo profundo, ofrece visitas guiadas –nocturnas o diurnas–, proyecciones en el planetario, observaciones a la carta, talleres para familias…
Guía práctica
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