En Huelva hay playas paradisíacas con las que soñar eternamente y un cielo soleado que ofrece más de tres mil horas al año. Es precisamente esa virtud la que le ha valido el apodo de ‘Paraíso de la Luz’, una tierra cuyo vínculo con el mar va mucho más allá de su milenaria tradición pesquera. Se trata, no en vano, de la provincia con más kilómetros de costa virgen en toda Andalucía. Para alcanzar uno de sus pueblos más venerados, Isla Cristina, hay que conducir por la a-49 en dirección Portugal. A escasos kilómetros de la frontera lusa, cuando se empieza a respirar el intenso aroma salino, los carteles avisan de que estamos cerca. La ría Carreras, con sus decenas de coloridas embarcaciones de artes menores fondeando en sus aguas, da forma al casco urbano antes de desembocar en el Atlántico. Aquí mismo encontramos el puerto deportivo, desde donde zarpan las excursiones en barco que ahondan en la tradición marinera de la localidad.
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Una buena opción es iniciarse en la pesca ligera, pues la abundancia de fitoplancton en las aguas propicia la existencia de una gran variedad de especies: jureles, caballas, pargos… Un contexto ideal para demostrar nuestra destreza con la caña de pescar a cuatro millas de la costa.
Otra forma de entender la historia de esta villa fundada por catalanes y valencianos tras el terremoto de Lisboa de 1755 es, de nuevo, en barco, esta vez por el Paraje Natural Marismas de Isla Cristina. Este ecosistema, que se formó precisamente cuando toda la zona emergió del mar a partir del seísmo, es el hábitat natural de multitud de aves, como garzas reales, correlimos, avocetas e incluso flamencos. Pero también, el lugar donde contemplar a los mariscadores en plena faena, pues cuando baja la marea quedan al descubierto las lenguas de arena donde se capturan las navajas y chirlas que, después, se servirán en los restaurantes de la localidad.
De vuelta a la desembocadura de la ría, tras explorar la gastronomía local en alguno de los templos culinarios del puerto pesquero, se visita la lonja, famosa por ser la que más producto fresco vende de toda Andalucía (y la segunda de España tras Vigo). Hay que llegar puntual, a las cuatro de la tarde, si se quiere ser partícipe de uno de los espectáculos más auténticos: la llegada a puerto de las embarcaciones de arrastre tras haber pasado entre 12 y 16 horas faenando en el Atlántico.
Con la tradición marinera bien aprendida toca caminar por el corazón de Isla Cristina para ir descubriendo su patrimonio histórico. Si en la calle Gran Vía la visita a la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores desvela tesoros como una talla de la Virgen de la Soledad, en el paseo de las Flores es la Casa de Don Justo, de 1927, la que llama la atención por los deslumbrantes azulejos de su fachada, obra del arquitecto sevillano Aníbal González.
Tarde o temprano, habrá que acercarse hasta los arenales del municipio, playas inmensas que tientan a darse un chapuzón en el Atlántico. Entre la docena repartidas por sus 13 kilómetros de costa, son Playa Central, junto al núcleo urbano, y la del Hoyo, hogar de numerosos y simpáticos camaleones, las más populares. Algo más vírgenes (y más lejanas), la de las Gaviotas o la de Punta del Caimán.
Si tras el ‘vuelta y vuelta’ apetece un poco de adrenalina, podemos apuntarnos a actividades de turismo activo relacionadas con el mar: windsurf, paddel surf, kitesurf... Las decenas de cometas que colorean el cielo onubense se han vuelto parte del paisaje costero, y observarlas mientras el sol se pone en el horizonte es uno de los mejores recuerdos que llevarse a casa.
No dejes de...
Visitar las Salinas. En el Paraje Natural Marismas de Isla Cristina (en la imagen) están las Salinas del Alemán (salinasdelaleman.es), dedicadas a la extracción artesanal de sal desde su origen en 1954. Sus visitas guiadas ayudan a conocer todos los detalles de la elaboración. En verano, cuando el mineral ya cristalizado se acumula en pequeños montículos, es posible acceder a sus piscinas de magnesio y darse un baño de fango, muy beneficioso para la piel.
Guía práctica
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