Hace años, Pamplona y San Sebastián estaban unidas por el Plazaola, un tren a vapor de vía estrecha que transportaba hierro de las minas del mismo nombre y luego a pasajeros hasta la capital donostiarra. El paso del tiempo hizo que el trayecto quedara en desuso, pero parte de su trazado fue recuperado y hoy es una vía verde preciosa por la que pedalear desde Lekunberri (lekunberri.eus/es/que-visitar/), el pueblo que junto a Morella, en Castellón, ha sido reconocido como los mejores pueblos turísticos del mundo por la Organización Mundial del Turismo.
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El punto de partida es la antigua estación de tren, donde está instalada la oficina de turismo. Aquí, además de conocer a través de una exposición y un audiovisual la historia del ferrocarril y la comarca, podemos alquilar bicicletas para seguir el recorrido en bicicleta y nos orientarán sobre rutas por el entorno.
Antes de ponernos a pedalear descubriremos el casco antiguo y sus bellas casonas que relatan que Lekunberri fue un lugar importante por su situación fronteriza y aduanera ya desde el siglo XIII, pero, sobre todo, a finales del XVIII, lo que hizo que muchas familias situaran sus nobles residencias en la calle San Juan, hoy conocida como Aralar. Antigua también es su iglesia parroquial de San Juan, con un interesante retablo mayor barroco, y el lavadero, memoria de tiempos pasados, cuando hacer la colada era un momento compartido entre las mujeres del lugar.
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Si buscamos perspectivas, tendremos que llegar al mirador de la Peña, excelente punto de observación para ver cómo se extiende la vida de la localidad a lo largo del valle y las montañas. O al mirador de Azpíroz, algo más apartado de la localidad, con vistas sobre el valle de Araxes y las Malloas. Pero si buscamos entornos, en el límite entre Lekunberri y Alli encontramos un precioso paraje, con un antiguo molino harinero, hoy convertido en casa rural (allikoerrota.com), y el puente que cruza el río Larraun. También para pasear es perfecto el bidegorri (sendas ciclistas) de Lekunberri, por los alrededores del pueblo.
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Además de pasear por la vía verde (viasverdes.com), especialmente el recorrido entre Lekunberri y Leitza (escenario de rodaje en Ocho Apellidos Vascos) –15 kilómetros (2 horas ida y vuelta en bici), sin grandes desniveles y atravesando el legendario y larguísimo túnel de Uitzi, de 2630 metros–, el valle que riega el río Larraun está plagado de caminos y senderos para disfrutar de la naturaleza. El nacedero del río Larraun en Iribas, la cueva de Mendukilo (mendukilo.com) –que revela las profundidades de la sierra de Aralar– o el bosque de Orgi, un espectacular robledal al sur del valle de Ultzama, quedan próximos. Como también el santuario de San Miguel in Excelsis o de Aralar, uno de los centros de espiritualidad más enraizados de Navarra, con más de mil años de antigüedad, un templo que es una joya románica y un lugar todavía hoy plagado de misterios.
UN HOTEL CON HISTORIA
Ayestarán es un alojamiento que nació como posada y parada de carretas en el camino de Pamplona a San Sebastián y la frontera francesa. Un imponente caserón de estilo neorregionalista por el que han pasado huéspedes tan iustres como Fabiola de Bélgica, Ernest Hemingway u Orson Welles. Cuenta con restaurante de cocina tradicional y organizan experiencias temáticas llenas de misterio. Otro establecimiento acogedor es Azpikoetxea (rusticae.es), un caserío singular construido hace tres siglos, rehabilitado con encanto, que mantiene sus paredes de piedra y vigas de madera y se alquila completo para grupos.
A LA MESA
También recomendable es la cocina de mercado de Epeleta (asadorepeleta.com), donde podemos degustar carnes y pescados de primera calidad a la parrilla, preparados a la vista del comensal, y Maskarada, con un excelente menú degustación y el cerdo como protagonista de su carta. En Venta Muguiro (ventamuguiro.com), una antigua venta que abrió sus puertas en el siglo XIX, se puede optar por sus platos de corte tradicional servidos en el salón o por su taberna, un espacio cálido con un servicio más joven y actual. Y en el asador Garlatza III, en un bonito caserío, para degustar un excelente chuletón de buey a la parrilla