VIÑAS DE LÁRREDE, EN LA RUTA DEL SERRABLO
Apenas tiene una veintena de vecinos, pero el pequeño pueblo de Lárrede, en el municipio de Sabiñánigo y a las puertas del Pirineo, es el epicentro de una ruta muy singular por la provincia de Huesca, la de las iglesias del Serrablo. Un conjunto único de iglesias medievales –unos piensan que son mozárabes y otros que pertenecen al románico primitivo– que se van descubriendo en la margen izquierda del río Gállego y San Pedro de Lárrede es el prototipo de todas ellas. En la antigua herrería del pueblo se encuentra el centro de interpretación, desde el que los fines de semana se hacen visitas guiadas al conjunto.
Y también Viñas de Lárrede, un precioso y encantador hotel construido a partir de una antigua casa de piedra en ruinas, utilizando materiales y técnicas tradicionales, donde hoy se viene a desconectar y disfrutar de la naturaleza y el silencio. Un lugar para el descanso a las puertas del Pirineo en el que durante el verano se disfruta de su jardín alpino y en el invierno de las cercanas pistas de esquí de Panticosa (a 25 minutos en coche). También se viene a saborear una cocina típica de la zona en su restaurante, elaborada con productos que se cultivan en la propia finca.
TIERRA BUXO, ENTRE AÍNSA Y ALQUÉZAR
Aínsa es un pueblo precioso y Alquézar, otro de los más bonitos de Huesca. Entre uno y otro encontramos un refugio donde reina la serenidad y la paz. Es Tierra Buxo, un ecohotel con solo cinco habitaciones del que atrae su decoración minimalista con influencias nórdicas, sus vistas extraordinarias, su restaurante que se prolonga en una terraza acristalada, su jardín y esa calidez que se respira en todas sus estancias. Para amantes de la bicicleta, el hotel, además, es bikefriendly.
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Después de descansar hay que acercarse a Aínsa, capital del Sobrarbe, y descubrir este pueblo-museo rodeado de naturaleza, punto de partida excepcional para los que van en busca de aventuras en el Parque Natural de Ordesa y Monte Perdido. Está el Aínsa comercial, el barrio de abajo, y, en lo alto de una colina, la villa que es conjunto histórico. Pequeño, eso sí, pero con una larga historia escrita en sus piedras. Se recorre en un suspiro, porque solo tiene dos calles, que unen sus dos plazas, la Mayor y la del Salvador. Pero como lugar importante no falta una iglesia de interés, románica para más señas, restos de murallas, casonas con escudos y un castillo, que define su silueta y acoge un ecomuseo sobre la fauna pirenaica.
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LA CASUEÑA DE LANUZA
Desde Sabiñánigo hasta el puerto de El Portalet, en la frontera con Francia, el valle de Tena es un paraíso para a los amantes de la naturaleza y del turismo activo, con altísimas cumbres, glaciares, bosques, ríos, ibones y un paisaje espectacular. Todo ello queda a mano de La Casueña, un coqueto hotelito de autor, perteneciente a los hoteles con encanto de Ruralka, a orillas del pantano de Lanuza y a la sombra de Peña Foratata donde pasar unos días refugiados. En un antiguo establo rehabilitado con esmero respetando la construcción de la zona se ubican ahora ocho habitaciones diferentes que combinan diseño moderno con techos pintados, copias de antiguos códiges medievales y obras del artista oscense Vicente García Plana. Después de un rico desayuno a base de huevos de gallinas de la casa, mermeladas y yogures artesanos, quesos de la tierra… se puede salir a esquiar a Formigal y Panticosa o a perdernos por la montaña, para regresar a Lanuza a recorrer su pintoresco núcleo de piedra y pizarra, reactivado después de haber quedado abandonado tras la construcción del pantano, y despedir el día cenando al calor de la lumbre.
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BAROSSE, UNA CASA CON ESTILO EN JACA
Nos ubicamos primero. En la pedanía de Barós, a un paso de Jaca y a los pies de Peña Oroel, Hotel Barosse (rusticae.es/hotel/hotel-barosse-1075) es una casa diferente en el Pirineo aragonés. Un alojamiento de detalles, miembro del club Rusticae, donde sus anfitriones, José y Gustavo, han captado la esencia del entorno para compartirla con sus huéspedes. Y lo hacen despertando sus sentidos, cuidando todos los detalles y con un estilo muy personal que empieza en sus habitaciones, con una elegancia de otro tiempo, y continúa en sus estancias, las hay románticas, de relax o la que denominan ‘De Barosse al cielo’. Camas con dosel, flores frescas, balcones con vistas, camas queen size, carta de almohadas y spa de uso privado para disfrutar en la intimidad.
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En algún momento habrá que pasear por el casco antiguo de Jaca, con numerosos edificios históricos y la catedral de San Pedro, imprescindible para los peregrinos que hacen aquí parada hacia Santiago y para cualquier amante del arte, pues posee uno de los mejores conjuntos de arquitectura y escultura medieval conservados en España. Y también lo es la Ciudadela (en la imagen), una fortaleza del siglo XVI que alberga un divertido Museo de Miniaturas Militares.
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EL PRIVILEGIO DEL VALLE DE TENA
Atención aquellos que buscan lugares singulares y con historia, porque en el valle de Tena encontrarán uno muy especial. Se llama El Privilegio y ocupa una antigua abadía de 1470 rodeada de las impresionantes montañas del Pirineo. Aquellos recios muros de piedra acogen hoy un hotel lleno de encanto que sigue los cánones arquitectónicos de los pueblos de montaña del entorno y rinde homenaje a estas tierras. Sus habitaciones combinan piedra vista con madera y tienen grandes ventanales al paisaje, algunas son suites y disponen de jacuzzi privado y chimenea. Y no faltan tampoco ni spa, un rincón para descubrir el sonido del silencio, ni restaurante, que ofrece una cocina contemporánea y tradicional actualizada. A 15 kilómetros de Tramacastilla de Tena, donde se levanta el hotel y conocido por su iglesia románica, quedan las estaciones de Panticosa y Formigal.
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TERRA, ECOHOTEL EN BONANSA
En Bonanza se siente la naturaleza, los olores, los colores cambiantes durante las estaciones. Estamos en un pequeño pueblo de menos de un centenar de vecinos de la comarca de la Ribagorza donde se vive despacio, pero intensamente, porque los que llegan hasta aquí lo hacen para disfrutar de las actividades de montaña, del senderismo, de la observación de aves. Y luego se encuentran sorpresas como Terra, un hotel único de construcción bioclimática y diseño contemporáneo para sentir la naturaleza. Sus propietarios han diseñado un lugar con grandes ventanales que hacen que el paisaje se cuele en su interior, spa y un restaurante cuya cocina está basada en el concepto slow food, donde uno no querría salir, si no es porque a su alrededor está el Parque Nacional de Aigüestortes y los valles de Boí, Arán o Benasque.
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