La estrecha vía que sirvió durante gran parte del siglo xx para que el famoso Tranvía de la Sierra, una singular obra de ingeniería sin precedentes, transportara pasajeros y mercancías desde la ciudad de Granada hasta el corazón de Sierra Nevada, marca hoy el camino hacia el inicio de uno de los senderos más apreciados de toda Andalucía. La Vereda de la Estrella comienza, precisamente, en el Barranco de San Juan, donde se hallaba el último apeadero de aquella ruta, el mismo en el que descendían los viajeros con destino al Hotel del Duque, primera instalación turística de la zona, hoy seminario diocesano. Aquí arrancaban 12,5 kilómetros de sinuosos caminos abrazados al valle del Genil, que son la entrada natural a la cara norte de Sierra Nevada.
Tras cruzar un pequeño puente de madera sobre el río, donde confluyen el San Juan y el Genil, hay que sortear unos 100 metros de desnivel hasta alcanzar el estrecho camino en llano. A partir de aquí estalla la belleza de la naturaleza y la ruta transcurre entre alcornoques, castaños, quejigos y agrestes barrancos en un itinerario de alrededor de ocho horas. Mientras, en lo más profundo del cañón, se intuye el cauce del Genil, qué mejor compañía que las aguas del deshielo para esta singladura.
El recorrido por la Vereda de la Estrella permite conocer la riqueza natural de la zona y también descubrir la historia ligada a ella. La que cuenta que los mismos senderos por los que hoy transitan excursionistas y montañeros fueron utilizados siglos atrás por arrieros y mulas, por pastores, mineros e incluso prisioneros. En las laderas de las montañas se observa algún refugio en piedra; también las cercas que delimitan el terreno en el que pasta el ganado.
Tras 3,5 kilómetros recorridos, algo llama la atención. Es un espectacular castaño. Los locales lo llaman ‘El Abuelo’ y, aunque se desconoce cuántos años lleva viendo pasar a los aventureros, su tronco de tres metros de diámetro y su copa, de 300 metros cuadrados, han dado cobijo por igual a viajeros de todas las épocas.
El camino continúa entre la vegetación de ribera y extensos castañares, almendros y robledales, que son el ecosistema ideal para muchas especies de aves y mamíferos. Hay que mantener los ojos bien abiertos para divisar pinzones o carboneros, alguna cabra montesa o un jabalí, habitantes de esta mágica sierra. A lo lejos, el perfil de dos de los tresmiles de Sierra Nevada deja sin palabras. Son el Mulhacén y el Alcazaba, que coronan el parque nacional.
El sendero continúa ascendiendo con suavidad. Aparece algún arroyo e incluso, tras superar el Barranco Viejo, un camino que se desvía de la ruta para acercarse hasta el río. Poco se tarda en alcanzar el poblado minero de la Estrella, que da nombre a la ruta y de cuyas minas se extrajo durante décadas cobre y hierro.
Apenas media hora después, tras pasar el conocido como Harén del Real, se llega al final del sendero: Cueva Secreta, refugio natural de pastores y campesinos. A partir de aquí, comienza el camino de vuelta. El remate final espera, sin embargo, en Güéjar Sierra. A 1088 metros de altura, un paseo por las retorcidas callejuelas de su caserío encalado nos descubre patios repletos de tinaos, macetas y rincones, arquitectura tradicional heredada de los árabes y el murmullo del agua, una vez más, la gran protagonista. Entre su patrimonio sorprende la iglesia de Nuestra Señora del Rosario o el edificio del ayuntamiento. Es este el núcleo neurálgico del pueblo, donde los bares alcanzan casi la decena. Y el lugar idóneo para recuperar fuerzas sin dejar de disfrutar de la esencia más auténtica de Sierra Nevada.
No dejes de...
Disfrutar de una noche de astronomía. El exclusivo entorno natural en el que se halla Güéjar Sierra, y la escasa contaminación lumínica en la zona, otorgan las condiciones idóneas para la observación del firmamento. Por eso Ecoturismo de Güéjar Sierra y La Vereda (ecoturismoylavereda.com) organiza talleres nocturnos de divulgación astronómica tras una agradable ruta de senderismo.
Guía práctica
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