Quienes nunca han visitado a Gibraltar probablemente caigan rendidos a sus pies en el momento en el que, ya desde la N-340, se topen con la increíble silueta de la gran roca recortada en el horizonte. Quizás se tenga la suerte de que el día esté tan claro que incluso se aprecie la costa de África al otro lado del Estrecho. O tal vez la estampa que se encuentren sea la de un cúmulo de nubes ocultando, como si la timidez no le dejara desnudarse, la zona más alta del peñón.
Sea como sea, la colonia británica seguirá conquistando cuando, al pasar por la frontera, se escuche por primera vez ese spanglish tan andaluz que demuestra que el arte no entiende de fronteras. O cuando se descubra que, para acceder al corazón de Gibraltar, primero hay que atravesar la pista de despegue-aterrizaje de su aeropuerto. Una vez asimilado que este pedacito de sur no es un lugar cualquiera, tocará conocer sus encantos. ¿Qué tal comenzar por su centro neurálgico? Para allá que nos vamos.
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'SHOPPING' Y TAPEO POR MAIN STREET
La plaza principal de Gibraltar, a la que se accede tras atravesar las vetustas murallas de comienzos del siglo XIX, recibe el nombre de Casemates Square y es donde todo acontecimiento de cierta relevancia ha ocurrido a lo largo de la historia. Tras funcionar como almacén de municiones, como cuartel e incluso como el escenario donde se llevaron a cabo ejecuciones, hoy es rincón de encuentro de los 30.000 gibraltareños que habitan el peñón y el punto de partida para recorrer su calle comercial, Main Street.
No está de más saber que las tiendas gibraltareñas están libres de impuestos, así que parar en algunos de sus comercios de cosmética, electrónica o joyería, tres de los negocios más repetidos, probablemente suponga volver a casa con la maleta más llena de lo que llegó. Pero habrá que estar atentos, porque más allá de mantener a raya el espíritu consumista, se deberán abrir los ojos para contemplar la fachada de la catedral de Santa María la Coronada o detalles como las persianas de las ventanas, en su mayoría de estilo genovés. ¿La razón? A mediados del siglo XVIII llegaron a esta tierra numerosos emigrantes genoveses, que pasaron a conformar más del 30% de la población.
Antes de continuar el periplo llanito –así es como se conoce popularmente a los gibraltareños–, qué tal un tentempié. Los fish and chips que preparan en Roy´s son absolutamente deliciosos y una manera de viajar con el paladar más allá de la península.
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DE VISTAS Y PLAYAS VA LA COSA
Después tocará moverse. El Peñón es pequeñito, pero su oferta resulta de lo más variada. Conducir por la carretera que recorre el perímetro de la roca permite disfrutar de las vistas y de las azules aguas del Mediterráneo. La vía atraviesa algunos túneles de la II Guerra Mundial hasta alcanzar Punta Europa, el punto más meridional de los territorios británicos de ultramar. Allí mismo, otra sorpresa: el Faro de Punta Europa, que lleva guiando a los barcos que cruzan el Estrecho desde 1841 y, como curiosidad, es el único gestionado por el Trinity House fuera del Reino Unido.
Aquí tocará dejar el coche a un lado y asomarse al lugar donde confluyen el Mediterráneo y Atlántico para respirar profundo esa brisa marina tan especial. Al otro lado, África en todo su esplendor. La sensación de que si se estira el brazo se podrá tocar con la punta de los dedos la montaña de Jebe Musa es casi tan real como el café con vistas que se disfruta en Bistro Point (bistropoint.gi), un local de ambiente chill out a solo unos pasos.
Después, tocará continuar la ruta. Más túneles y más vistas, esta vez desde el otro lado de la roca. Allí, en una de las zonas más tranquilas, dos calitas de ensueño a la que los gibraltareños acuden a darse el bañito de rigor cuando el calor aprieta: Sandy Bay y Catalan Bay. Esta última, con sus casitas de colores en tonos pastel, es llamada cariñosamente por los locales como La Caleta. En ella desembarcó durante la Guerra de Secesión Española un barco con soldados catalanes decididos a ayudar a británicos y holandeses en la gesta.
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CORONEMOS EL PEÑÓN
Exacto. Es hora de ganar altura. Y ya sea a pie, en autobús con guía, teleférico o taxi –en coche particular no es posible–, se alcanza la Reserva Natural del Peñón, repleta de joyitas por descubrir. Empezando por sus míticos monos macacos, que campan a sus anchas por la parte más natural de Gibraltar. Más de 300 ejemplares componen en la actualidad la comunidad, aunque las razones de que habiten La Roca no son muy claras. Mientras hay quien dicen que llegaron de África por un túnel subterráneo que atravesaba el estrecho y del que nunca ha habido constancia, otros aseguran que fueron los árabes quienes los introdujeron allá por el siglo VIII. Sea como sea, e independientemente a los detalles históricos, el Peñón es el único lugar de toda Europa donde se pueden ver monos en libertad.
Serán precisamente ellos los que guíen, cuando anden en busca del turista despistado que les de algo de comer –atención porque hacerlo está penado hasta con 4000 libras de multa– hasta otro de los enclaves que no hay que perderse de La Roca. La Cueva de San Miguel regala una estampa única repleta de estalactitas y estalagmitas digna de inmortalizar. Preparada para ser utilizada como hospital, hoy se organizan en ella desde conciertos a celebraciones.
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TÚNELES SECRETOS Y MIRADORES DE VÉRTIGO
Otro absoluto imprescindible de Gibraltar son los más de 52 kilómetros de túneles excavados en el siglo XVIII que atraviesan las entrañas de la roca, como un auténtico queso suizo. Aunque no todos se pueden recorrer, algunos de ellos, accesibles y musealizados, relatan su historia. A modo de curiosidad, si se está atento, se pueden descubrir entradas a lo largo del Peñón desde las que ver, a lo lejos, la luz en el lado opuesto, pues atraviesan la roca de lado a lado.
Una última experiencia lleva a hacer frente a las alturas, pues sin salir de la Reserva Natural del Peñón existen dos atracciones turísticas más que no hay que perderse. Para empezar, el Windsor Suspension Bridge, un puente colgante de más de 70 metros de largo desde el que contemplar la cara occidental de la Roca, con la ciudad a los pies. Por otro, el Skywalk Gibraltar (skywalk.gi), un mirador de suelo de cristal a 340 metros de altura donde retar al vértigo e inaugurado en 2018 por el mismísimo Luke Skywalker. Desde él se tienen impresionantes vistas de 360º que abarcan tres países y dos continentes.
Las vistas del Mediterráneo con sus tonalidades de azules, de coquetas calas gibraltareñas y un horizonte infinito en el que se intuye, una vez más, la costa africana, serán la mejor postal con la que regresar a casa. O con la que irse a dormir.
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DULCES SUEÑOS… DE LUJO
No abundan en Gibraltar las opciones de alojamiento, sin embargo, hay dos hoteles que concentran todo el interés. Por un lado, el mítico The Rock, un cuatro estrellas que abrió sus puertas en 1932 y que ha visto pasar por sus suites a la familia real británica, Winston Churchill o John Lennon y Yoko Ono. Por otro lado, una de las aperturas que más ha dado que hablar en los últimos años: Sunborn, el primer hotel de lujo cinco estrellas ubicado en un superyate transatlántico. Atracado en Ocean Village (oceanvillage.gi), este exclusivo centro de ocio al aire libre, supone un atractivo más para el Peñón, y cuenta con casino entre sus instalaciones.
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¿Y para comer? Mil y una propuestas. Empezando por el elegante restaurante ubicado en la última planta del propio Sunborn, La Sala, en cuyos fogones se cocinan recetas tanto británicas como españolas. Un paseo por Ocean Village será similar a dar la vuelta al mundo desde la cocina. En Las Iguanas son los sabores de Latinoamérica los que gobiernan la carta, mientras que en Little Bay es India la que ha revolucionado a los gibraltareños. Si se prefiere apostar por ricas hamburguesas y cervezas artesanas, The Yard (theyard.gi) es el lugar, aunque para los carnívoros hay un lugar clave: Gauchos Steakhouse (gauchos.gi), junto a Casemates Square.