Los primeros ermitaños no lo dudaron un instante. Las despojadas alturas de La Mola levitando sobre las nieblas matutinas, con la montaña sagrada de Montserrat y el Tibidabo de Barcelona en el horizonte, serían el mejor enclave para un cenobio de espiritualidad y ascetismo, a un paso del cielo. Ellos aún no lo sabían, pero acababan de poner las bases de lo que en el siglo XI se convertiría en el monasterio benedictino de Sant Llorenç del Munt, un rincón magnético que, desde la Edad Media hasta hoy, agasaja a sus visitantes con la serenidad que encontraron los eremitas. El monasterio daría nombre a un espacio protegido que, junto a la sierra de l’Obac, forma un tesoro engastado entre las comarcas del Bages, el Vallès Occidental y el Moianès. A nadie sorprendió en el año 1972 que este escarpado rincón poblado de bosques de pinos y encinares fuera declarado el primer parque natural de España.
A su patrimonio natural, Sant Llorenç del Munt suma la personalidad de los pueblos del entorno, por eso, para pulsar su autenticidad, hay que enrolarse en una ruta triangular por sus villas más célebres: Mura, Talamanca y Rocafort, que, por su identidad montaraz y el sabor del Medievo latiendo en sus casonas, encandilan a los urbanitas del siglo XXI.
Mura es miss fotogenia medieval por sus callejuelas empedradas en torno a la iglesia románica de Sant Martí y El Puig de la Balma, un conjunto de casas del siglo XII labradas en la oquedad de un risco, en las que, desde hace generaciones, sus moradores viven bajo el abrigo de las cornisas rocosas. El director de cine Agustí Villaronga convirtió este lugar tan singular en el escenario de la película Pan negro, con nueve premios Goya en 2011.
Habrá que decidir después si seguir conduciendo hacia Rocafort o a Talamanca. Si elegimos el primero, bordeando la riera de Nespres llegaremos al centro de atracción de la villa, los restos del castillo que le da nombre. La ascensión hasta la fortaleza nos permite, además de disfrutar desde las alturas de unas vistas espectaculares, rememorar aquellos tiempos en que las tierras de la comarca del Bages fueron frontera entre la Marca Hispánica y el Califato de Córdoba.
Desde Mura, recorrer por la bv-1221, el eje que atraviesa el parque natural hasta Tarrasa, los 15 minutos que distan hasta Talamanca entre encinares y prados salpicados de solitarias masías es una delicia para los apasionados del slow driving. Como inolvidable es avistar a lo lejos este pequeño pueblo asentado sobre un altozano de la sierra del Rossinyol.
Resuenan aún en esta villa y en sus alrededores episodios históricos notorios, como la batalla de Talamanca, en agosto de 1714, con el final de la Guerra de Sucesión como telón de fondo. El castillo, originario del siglo X y reconstruido con posterioridad ochocientos años después, encabeza el patrimonio del pueblo, al que se suman la iglesia románica de Santa María o las singulares tines dels Tres Salts, tinas de vino de piedra seca construidas en el xviii a un paso del río Llobregat.
Los atractivos del parque natural no acaban ahí. En el lado occidental, con Rellinars como enclave más notvorio, aguardan todavía un rosario de historias que laten aún en los tramos empedrados del Camino Real, que enlazaba la ciudad de Manresa con Barcelona. Como la que imaginó Cervantes, que situó entre los riscos y bosques de este lugar el encuentro decisivo entre la cuadrilla del bandolero Roque Guinart y don Quijote con su fiel escudero Sancho Panza. Así es este espacio protegido y único, un escenario de sorpresas de altura.
No dejes de...
Hacer senderismo por el valle d’Horta. La ascensión al Montcau o la ruta de la Font del Llor son algunas de las excursiones que se pueden hacer por el costado oriental del parque. En el fondo del valle y en medio del bosque se descubre la casa modernista del Marquet de les Roques. Con ocho siglos de historia, el arquitecto Juli Batllevell, discípulo de Gaudí, la reformó en 1895 para convertirla en un castillo de cuento que fue punto de encuentro de la intelectualidad catalana de la mano de su propietario, el poeta Pere Quart.
Guía práctica
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