Venimos de Albacete atravesando las llanuras de la Mancha , con una sed infinita en la mirada. Y al llegar a Hellín nos adentramos de pronto en la sierra del Segura, en sus ríos y embalses de color turquesa. Quien dijo que Albacete es llano y seco no se aproximó a esta sierra. Acercándonos a Yeste por Elche de la Sierra y Peñarrubia, justo antes de que la montaña se trague la carretera en dos túneles, descubrimos el puente de Palomares, el primero de la jornada. Este hermoso paso de 1932 con siete arcos salva el estrecho del Palomar, donde el río Tus se une con el Segura, hoy bajo las aguas del embalse de la Fuensanta. A seis kilómetros se encuentra la presa, un murallón de 80 metros con unas vistas impresionantes sobre el estrecho de la Carrizosa, que otros llaman del Infierno. Entre la presa y el puente, está el embarcadero donde se va a pasear en canoa , o a montar en una tabla de paddle surf, o en velero, por estas aguas de fantasía.
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Siguiente parada, en el puente de la Vicaría, una obra muy vistosa y moderna. Se trata de un puente arco de tablero intermedio de 168 metros de luz, construido en 2007 para facilitar el acceso a Yeste de los habitantes de Letur, Nerpio y otras pedanías a las que el embalse obligaba a dar un inmenso rodeo. Desde la cima hasta el nivel máximo de las aguas, mide 45 metros. Para alcanzar esa altura, el arco, que pesa 470 toneladas, hubo de montarse primero sobre el lecho seco e izarse después.
Como el puente de la Vicaría, bello y audaz es también el lugar en que se alza Yeste , con su castillo en lo alto, los tejados de las casas derramándose en cascada por la ladera y, allá abajo, la cola del embalse de la Fuensanta, tan profunda y emboscada que, más que verse, se supone. El castillo alberga el Centro de Interpretación Medieval, donde se habla de los días en que la sierra del Segura era frontera entre Castilla y Granada. La fortaleza primero fue musulmana y luego sirvió de residencia de los comendadores de la Orden de Santiago. Desde sus almenas, se contempla la villa y la sierra.
En el castillo arranca la senda señalizada que lleva al puente de Vizcaíno, tercero y último del viaje. Este osado puente peatonal colgante de 82,5 metros fue construido en 1935 sobre la cola del embalse de la Fuensanta, el cual había anegado dos años antes varios caminos de la zona, incluido el que iba de Yeste a Letur por aquí.
Para verlo, bajamos por la calle del Rayo hasta la iglesia de la Asunción. Y seguimos descendiendo por la calle de la Villa hasta salir del pueblo por el barranco del Oro. Un altozano con excelentes vistas y un antiguo refugio de ganado jalonan este sendero que conduce, en algo menos de un par de horas, hasta el cortado de roca caliza al que se aferra el puente con estribos y tirantes de hierro.
Al igual que otro colgante de Yeste, el de los Pajareles, construido en las mismas fechas sobre el río Tus, el Vizcaíno se había quedado viejo. En 2019 lo rehabilitaron y ya se puede cruzar sin temor. A las aguas del Segura, en cambio, no ha habido que hacerles nada. No se pueden mejorar, ni con Photoshop.
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La mejor forma de disfrutar del paisaje, observando a las águilas, las garzas reales y las cabras monteses, son las actividades que ofrece Olcades Aventura (olcadesaventura.com): paddle surf, piragüismo e incluso rutas en velero. Si quieres más adrenalina, la misma empresa propone hacer puenting en el puente de la Vicaría y descensos de aguas bravas en el río Segura.
Guía práctica
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