Dicen que el topónimo serrablo puede ser una derivación de ‘sierra del diablo’, pero quién sabe, porque, aunque esta comarca es rica en misterios, leyendas e historias de brujería, la verdad es que aquí todo es amable y acogedor. Desde la Edad Media ya hay referencias de esa denominación para hablar de la zona que hoy es la comarca del Alto Gállego. Por el centro de este territorio corre uno de los principales afluentes del Ebro. Su nacimiento en el Col d’Aneu, en la Galia, le dio ese curioso nombre (Gallicus, en latín) y la historia reciente adornó su margen izquierda con las iglesias del Serrablo, un conjunto de templos de características homogéneas construidos entre mediados del siglo X y el XI.
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La historia de estos edificios se puede seguir a través de una ruta que comienza en el pueblo de Lárrede, ya que aquí está el Centro de Interpretación y San Pedro de Lárrade, prototipo de todas ellas. Un choque de hipótesis, en cuanto al origen de estas iglesias, ha hecho que durante años no se les haya dado más valor y relevancia, pero son únicas. Hay dos teorías, la de los investigadores que las catalogan como mozárabes y la de los que creen que pertenecerían a un románico primitivo, influido o desarrollado en paralelo al lombardo, con algún toque arabizante. El debate sigue abierto. El trabajo de conservación que inició en los años 70 la Asociación Amigos del Serrablo las salvó de la ruina y hoy son Bien de Interés Cultural.
Aunque hay algunas más, la ruta propuesta desde el Centro de Interpretación pone de relieve once iglesias. Todas poseen unas características comunes: una torre que recuerda a los minaretes árabes, nave y ábside separados, fueron construidas con la técnica de soga y tizón, presentan elementos decorativos como las tríforas (ventana de tres vanos) y, en el exterior de los ábsides, arcos ciegos con un friso de baquetones partidos.
La ruta se puede hacer por libre, con la ayuda, incluso, de una aplicación móvil, pero son más recomendables las visitas guiadas. De San Pedro de Lárrede se va a San Juan de Busa, situada en una pradera cercana en la que, durante los meses de julio y agosto, se programan conciertos al aire libre. Aquí también hubo una población, pero acabó desapareciendo y ahora la iglesia está sola. Se abandonó porque se pensaba que iba a caerse, pero ahí sigue casi mil años después. Si hay una de estas iglesias que sea enigmática, sin duda es esta.
La tercera iglesia es San Martín, en Oliván. Aquí veremos algunas diferencias con respecto a las demás, como la torre, que se cayó en el siglo XVI y se volvió a construir en un estilo algo distinto; o la nave, ampliada. La ruta la completan las de Lasieso, Ordovés, Isún, Satué, Orós Bajo, Susín y Gavín.
Estando tan cerca del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el viaje puede continuar con una escapada a este espacio natural, donde la fuerza de la naturaleza ha creado valles enormes, ha ido desgastando rocas descomunales y ha levantado paredes colosales, nada que ver con la delicadeza del trabajo de los canteros en las iglesias del Serrablo.
No dejes de...
Visitar el Museo Nacional de Dibujo Julio Gavín. A cada uno de los 70 habitantes de Larrés le tocarían 69 obras de arte si se repartieran entre ellos la colección del museo de su pueblo. Es atractivo se mire por donde se mire: se ubica en un castillo del siglo XV, tiene una colección de casi 4900 piezas y está dedicado íntegramente al dibujo en todas sus expresiones. Por todo ello y por la calidad y variedad de los mismos, se ha convertido en una referencia nacional del dibujo español contemporáneo. ¡Ah! Y si te enamoras de alguna de las obras, puedes apadrinarla (muddi.es).
Guía práctica
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