Cuenta una leyenda que fue el mismísimo Noé el fundador de este pueblo situado al fondo de la ría de Muros-Noia, a la que puso su nombre en honor a Noela, la mujer de su hijo Jafet. Sea o no cierta lo que hasta su escudo relata, lo que sí es real es que posee uno de los cascos históricos más bonitos de A Coruña, y todo de piedra, por eso siempre se la compara con Santiago de Compostela.
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Alrededor de la iglesia gótica de San Martiño gira su casco antiguo, que en la Edad Media protegía una muralla, una época en el que Noia llegó a ser una de las principales ciudades de Galicia. En el templo nos fijaremos en su fachada principal, inspirada en la obra de Maestro Mateo, autor del Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago y adornada con un enorme rosetón. Y también en su torre inconclusa, a la que otra leyenda aporta explicación, pues cuenta que todo aquel que intentara acabarla moriría.
Desde el templo, callejeando, vamos descubriendo sus bonitas plazas, especialmente la plaza del Tapal, donde se situaba la antigua fortaleza de la Mitra, pero también sus fuentes, cruceiros, el hospital de Adentro –uno de los tres que en época medieval tenía Noia–, casas señoriales como la Casa do Senra y la importante colección de pazos que posee: Dacosta, Churruchaos, Varela Radío, Pena do Ouro…
Los pasos nos llevan después hasta la iglesia gótica de Santa María a Nova, que alberga un museo excepcional. Un conjunto de laudas sepulcrales en las que están grabados distintos elementos alusivos a la profesión del difunto. El pasatiempo más divertido será adivinar a que gremio pertenecía cada uno de ellos. Al marinero, le grababan un ancla; al sastre, unas tijeras y unas agujas; al cantero, una pica y una escuadra; al carpintero, un hacha; al zapatero, una horma; al mercader, una vara de medir; al herrero, una tenaza de fragua... ¿Y si el finado tenía estudios? En ese caso, nada de dibujos, se le representaba de cuerpo entero y se escribían con todas las letras su nombre, su apellido y su profesión. Siempre hubo clases.
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Junto a la iglesia de San Francisco queda el edificio del ayuntamiento, con su torre neogótica, y la zona verde de Noia: la Alameda y los jardines Felipe de Castro, creados durante la expansión de la villa y dedicados al artista local nacido en el siglo XVIII que fue escultor real y director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Noia posee además una joya modernista, la central hidroeléctrica del Tambre, excelente muestra del turismo industrial de la zona, obra del arquitecto Antonio Palacios –el mismo que diseñó el Palacio de Correos de Madrid–. Y para seguir descubriendo, el puente Nafonso, que salva el río Tambre, un bonito paseo máritimo junto a la ría que se ha convertido en el centro de ocio de los noieses y cuatro playas: Boa Grande, Boa Pequeña, Taramancos y la del Testal, 1,5 kilómetros de arena fina que destaca por su sistema dunar de alto valor ecológico.
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PARA DESCANSAR Y DISFRUTAR A LA MESA
Un tres estrellas renovado e impecable es Noia y buena elección también el hotel de naturaleza Pesquería del Tambre, ubicado en el complejo de la central hidroeléctrica, un conjunto de varios edificios independientes que datan de 1929. También cuenta con el restaurante La Central, de cocina tradicional gallega con productos de la zona. También se disfruta a la mesa en O Forno (rúa Mazacañamos, 13), con un menú por 25 € en el que podemos degustar percebes, navajas, merluza…
¿Te gustaría hacer una excursión a Finisterre, Noia y Muros?
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