Si el norte montañoso de Palencia despunta por la riqueza y profusión de un románico omnipresente, lo que sobresale en el centro y sur de la provincia es la monumental colección de grandes iglesias que salpican las planicies cerealistas de la Tierra de Campos. Son la evidencia de que el Renacimiento fue un tiempo de glorias y mucha riqueza en estas tierras. También de una fe que, con el presupuesto necesario, conseguía levantar templos con unas dimensiones y unas hechuras desproporcionadas para muchos núcleos urbanos. Una vez puestas en pie, se contrataba a una legión de artesanos de primera fila para vestir, decorar y amueblarlas exquisitamente. Así surgen estos edificios colosales, construidos con una piedra de sillería que era traída desde canteras lejanas. Por eso, además, el milagro de las catedrales no solo fue ponerse en pie, sino que cuatrocientos años después sigan donde están.
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Un viaje de este a oeste entre las vegas palentinas del Pisuerga y del Carrión une algunas de esas construcciones. Siguiendo más o menos esa dirección, podemos empezar en Astudillo, pueblo de palacetes y palacios, ermitas y contundentes iglesias, como las de San Pedro, Santa María, Santa Eugenia o la del convento de Santa Clara. Este es, además, una joya que alberga las dependencias mudéjares del palacio de Pedro I el Cruel. En cualquier caso, la visita al pueblo debería comenzar contemplando la panorámica desde el otero en el que se ubicó el castillo. Y nunca terminar sin hacer una visita al laberinto de bodegas que corre por el subsuelo, cuyo origen se relaciona con la fortaleza de la localidad.
Enfilando la carretera que se dirige hacia Frómista, el siguiente alto hay que hacerlo en Santoyo, para ver la iglesia de San Juan Bautista y su espectacular retablo del siglo xvi. No muy lejos, el Centro Temático del Palomar ilustra de forma amena sobre estas construcciones, tan importantes en otro tiempo dentro del ciclo anual de la vida en el campo.
A cinco kilómetros encontramos Támara y su monumental templo de San Hipólito, varado entre las bodegas que horadan el cerro en torno al que se dispersa el pueblo. En su interior, y con el amparo de los Reyes Católicos, trabajaron los mejores imagineros y artesanos: rejeros, doradores, vidrieros, carpinteros… Es famoso su órgano y el original pedestal en el que se ubica, sujeto por una única columna.
Tres kilómetros más conducen hasta Piña de Campos y su iglesia de San Miguel. Y otros cinco llevan hasta Amusco, con un templo tan grande y desmesurado, dedicado a San Pedro, que se le conoce como ‘el pajarón de Campos’. Junto al cementerio queda la ermita románica de Nuestra Señora de las Fuentes.
Justo remate a este periplo de edificios monumentales lo ofrece la visita a la localidad de Fuentes de Valdepero, ya próxima a la capital. Para degustarla como se merece deberemos habernos reservado tiempo suficiente para ver su iglesia de Nuestra Señora de la Antigua, con una notable colección de bienes muebles –sargas, esculturas, telas…– y visitar el interior del castillo de los Sarmiento, uno de los mejor conservados de la provincia palentina.
No dejes de...
Acercarte hasta la esclusa de Calahorra de Ribas. A ocho kilómetros de Amusco se encuentra el lugar donde arrancaron, el 16 de julio de 1753, los trabajos de esa fantástica obra de ingeniería que es el Canal de Castilla, pensada como una carretera fluvial con la que sacar los cereales de la meseta hacia el mar. Por eso, en este punto se encuentra el conjunto de esclusas más antiguo del canal y, también, uno de los más hermosos e interesantes.
Guía práctica
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