Palma tiene dos monumentos que escoltan su bahía y que destacan sobre los demás. En la punta más alejada, y a más de cien metros sobre el nivel del mar, se levanta el castillo de Bellver, del catalán antiguo bell ver, que significa bella vista. Se llega hasta él después de recorrer la sucesión de hoteles, bares y restaurantes diseminados por la media luna que forma el paseo marítimo. Dejamos atrás las palmeras y los mástiles de los barcos y yates amarrados a los pantalanes y tomamos una carretera empinada que se adentra en un bosque de pinos, en cuya parte más elevada aparece el castillo.
Se mire por donde se mire, Bellver es un castillo singular. Es el único de España y el más antiguo de Europa con una planta circular, junto a sus cuatro grandes torres semicirculares orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. La torre del homenaje también resulta original, pues está separada del edificio, aunque unida por un puente. Y sobre la planta superior se sitúa la terraza, con impresionantes vistas de la bahía y el templo catedralicio.
Los tres kilómetros que separan los dos monumentos más destacados de Palma son un ejemplo de convivencia entre el turismo y el ajetreo de la ciudad. Se pueden hacer andando, aunque lo ideal es ir en bicicleta por el carril, perfectamente señalizado, que recorre toda la bahía pegado al mar hasta perderse en El Arenal. En el camino hay que parar en Es Baluard, para ver arte moderno y contemporáneo y, de vez en cuando, en alguna de las terrazas y chiringuitos que salen al paso a disfrutar del sol, el azul del mar y su brisa reparadora.
Durante el trayecto hasta la catedral, su referencia es constante y, según nos aproximamos a ella, su figura va haciéndose cada vez más imponente. Antes de subir las escaleras que llevan hasta la puerta, daremos un paseo por los Jardines del Rey, con sus fuentes y juegos de agua, y admiraremos la muralla y los muros del Palacio de la Almudaina, levantado sobre un antiguo alcázar musulmán.
La catedral de Santa María, la Seu o catedral de la Luz, que por los tres nombres es conocida, es la tercera más alta entre las de estilo gótico europeas. Si nos fijamos en su rosetón mayor nos daremos cuenta de por qué está considerado el Ojo del Gótico. Es el más grande de las catedrales del continente, con 13 metros de diámetro, y está recubierto por 1236 cristales que lo dotan de una espectacular policromía.
Como singularidad, el templo catedralicio es también el único con una de sus puertas abierta al mar. Tardaron más de 400 años en levantarlo y ha sufrido unas cuantas restauraciones. A principios del siglo pasado el elegido para esa labor fue el arquitecto Antonio Gaudí, que se ocupó, entre otras cosas, de realizar un bellísimo baldaquino para el altar mayor. En el xxi el encargado fue el pintor mallorquín Miquel Barceló, quien ideó un espectacular mural para la capilla del Santísimo. Allí dio rienda suelta a su creatividad inspirándose en el milagro evangélico de los panes y los peces y cuyo resultado es una cerámica policromada que causa admiración a quien la contempla.
No dejes de...
Hacer una ruta por los patios del casco antiguo. Son uno de los elementos más atractivos y representativos de la arquitectura de la ciudad. Bellos, sobrios y singulares, en estos espacios, símbolo de la pujanza de cada familia, se reunían los vecinos y se hacía vida social. Hay más de 60, muchos privados y algunos públicos, y buenos ejemplos son los de Ca’n Vivot, Ca’n Catlar de Llorer y Ca’n Oleza (palmavirtual.palma.cat).
Guía prática
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