Desde que el mundo es mundo, los humanos hemos escudriñado el cielo por necesidad o por puro placer. Hoy levantamos poco la vista a las alturas. Ya no estamos obligados ello para decidir el momento de la siembra. Ni para navegar mar adentro orientándonos por las estrellas. Estas, además, andan deslucidas con la contaminación lumínica de las ciudades. Basta, sin embargo, salir al campo en una noche despejada y de poca luna para reconectar con nuestros antepasados ante el chisporroteo de la Vía Láctea estirándose sobre su senda de diamantes. O al admirar el destello de Venus en los crepúsculos vespertinos del otoño y el brillo lechoso de la estrella Polar, tan quieta, ayudándonos en cualquier estación a encontrar el norte.
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Eso sí, hay cielos y cielos. Precisamente, a destacar los más transparentes y los más oscuros se consagra la Fundación Starlight (fundacionstarlight.org) desde hace una docena de años. Creada por el Instituto de Astrofísica de Canarias y única en su especie, esta entidad avalada por la Unesco diseñó un sistema pionero para certificar la calidad de los firmamentos de espacios naturales y miradores, de alojamientos consagrados al disfrute de las estrellas y pueblos que atenúan su iluminación, para que nada robe protagonismo al espectáculo que estalla sobre los tejados. Incluso certifican restaurantes con guiños gastronómicos al cosmos, senderos espectaculares a la noche o bodegas donde maridar vinos y estrellas.
A pesar de la demanda de certificaciones que están recibiendo en los últimos años gracias al auge del astroturismo, de momento monasterios solo tienen acreditado uno: Santa María del Olivar (monasterioelolivar.com), al final de una carreterita entre pinares, siguiendo el valle del río durante cuatro kilómetros desde el pueblo de Estercuel, en Teruel.
Este señor monumento, amén de su convento del siglo XVIIy su iglesia del gótico aragonés aún más antigua, presume de haber alojado al mismísimo Tirso de Molina, quien se inspiró en leyendas como La dama del Olivar o Los amantes de Teruel para algunas de sus piezas teatrales. Desde que el año pasado recibiera el sello de alojamiento Starlight, ya suma otro motivo para sacar pecho.
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No encierran grandes lujos las estancias de su hospedería y su puñado de apartamentos, a menudo utilizadas para retiros de oración, pero también de yoga, mindfulness y hasta de team building. El lujo aquí es disfrutar de su cocina con productos del huerto en el refectorio de los frailes. O, de no preferir quedarte leyendo en la paz de su ábside mudéjar o su claustro renacentista, salir a explorar los senderos y los pueblos históricos de la comarca o el Parque Cultural del Maestrazgo y el del Río Martín. Pero, sin falta, al apagarse el día tendrás que regresar a pasmarte ante sus cielos nocturnos.
El mercedario Fernando Ruiz, el fraile que, como él mismo se define, «enseña las estrellas», es el «culpable» de que El Olivar lleve años acogiendo talleres de astrofotografía o veladas, incluso con música, durante fenómenos como las Perseidas o los solsticios. O paseos por los alrededores a la luz de la luna y «baños de estrellas» en los que, pertrechados de un telescopio, adentrarte en la mitología y la ciencia de nebulosas, galaxias, constelaciones y demás maravillas del cielo profundo o deep sky.
Ya están esperando como agua de mayo sus observaciones otoñales del ciclo de Orión y, más aún, el creciente de febrero, cuando, antes del amanecer, si queremos ver salir el centro de la Vía Láctea por primera vez en el año, nos convocarán en el patio del monasterio que da al este, con un frío pelón, y tras admirar el espectáculo, tomar un chocolate caliente y de vuelta a la cama. Abrigados, no hay que dejarse amilanar por el frío.
Aunque en verano se lleva mejor lo de permanecer a la intemperie, los cielos del invierno, más transparentes al haber menos turbulencias, suelen ser más espectaculares. Evitando las noches de luna llena y si no asoman nubes, este monasterio lejos del mundanal ruido tiene todo a su favor para que, en adelante, levantemos más la vista a las alturas.
OTROS LUGARES DONDE VER ESTRELLAS EN TERUEL
La comarca de Gúdar-Javalambre (turismogudarjavalambre.com), al sur de Teruel, fue la primera zona de Aragón en obtener la doble certificación como Destino Turístico y Reserva Starlight. Prueba de ello es que en el pueblo de Arcos de las Salinas se encuentran el Observatorio Astrofísico de Javalambre (cefca.es) y el centro de interpretación de la astronomía llamado Galáctica y que en cada uno de los 24 pueblos de la comarca existen miradores astronómicos.
Las Cuencas Mineras son otro de los destinos ideales para astroturistas, que tiene una visita imprescindible en el pueblo de Montalbán y en su Observatorio Astronómico Ítaca (tel. 649 66 87 65). Una zona que viene avalada también por la doble certificación, como la Sierra de Albarracín.
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