Mandalay, la segunda ciudad más grande del país, supone el punto de partida de esta ruta cuyos meandros abrazan antiguas construcciones, cautivadoras comunidades y paisajes casi oníricos. La que fuera capital del Imperio birmano antes de la invasión británica emerge de una gran llanura fragmentada en dos por el río Ayeyarwady. Para hacerse una idea de la ciudad, conviene ascender los 1729 escalones hasta Mandalay Hill, la colina a 240 metros de altura convertida en un importante lugar de peregrinaje budista, desde hace más de dos siglos, gracias a las reliquias de tres huesos de Buda. Su silueta cubierta de pagodas, con el Palacio Real y el impresionante foso a sus pies, evoca imágenes de épocas pasadas.
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Además del Palacio Real, trasladado desde Amarapura hasta su enclave actual, la pagoda de Kuthodaw merece una visita. En sus explanadas, 729 monolitos se levantan como enormes tirabuzones de nata que, a su vez, albergan otras tantas lápidas de mármol con el canon budista grabado. Es el libro más grande del mundo escrito en piedra.
La cercana Amarapura, a 15 kilómetros al sur, fue en su día sede de reyes y hoy lo es de los mejores artesanos de Myanmar, que trabajan allí bordando tapices, fundiendo bronce, tejiendo seda o tallando teca. A las afueras de la ciudad, el puente U Bein, una singular estructura de 1850, con 1,2 kilómetros de longitud, es el puente de teca más antiguo del mundo y, en su momento, llegó a ser también el más largo.
Próxima a Amarapura queda Sagaing, cuyo período como capital regia fue de solo cuatro años, pero su importancia radica en que se erigió como centro intelectual de las tradiciones budistas. Dominada por cerros llenos de estupas blancas y doradas, resulta aconsejable visitar el monasterio-cueva de Tilawkaguru, decorado con algunas de las pinturas rupestres mejor conservadas del país.
Inwa, otra de las antiguas capitales del Imperio birmano y ubicada en una isla entre los ríos Ayeyarwady y Myitnge, cuenta con diversos lugares de interés, empezando por sus monasterios de Bagaya y de Maha Aungmye Bonzan, o estupas como la de Yadana Hsemee, con un gran buda en posición de loto.
Un corto viaje en barco río arriba desde Mandalay, a través del hábitat de delfines Ayeyarwady, en peligro de extinción, lleva a Mingun y a su enorme templo inacabado del siglo xviii. Si se hubiera completado, habría sido el más grande del mundo. Aquellos que buscan escapar del calor de las llanuras centrales, a 70 kilómetros al este de Mandalay encontrarán Pyin Oo Lwin, la que fue la capital estival británica, en la que se ven cabañas de época colonial y podemos alquilar un carruaje de caballos para visitar el Jardín Botánico Nacional Kandawgyi.
Y para una inmersión en la colorida vida de las etnias del país, 140 kilómetros más allá espera Hsipaw, corazón del estado de la minoría étnica shan, donde visitar el palacio Shan o hacer una excursión por las tierras que discurren entre campos de arroz, plantaciones de té, cascadas e incluso paseos en bote por el río.
No dejes de...
Recorrer el impresionante viaducto Gokteik. Cuando los ingleses lo construyeron en 1903, era el segundo más alto del mundo. Toma el tren de Pyin Oo Lwin a Hsipaw (o viceversa) y vive una experiencia inolvidable a través de la jungla birmana: paradas en lugares estratégicos, vendedores ambulantes, aldeanos y niños que salen al encuentro del tren blandiendo la mejor de sus sonrisas. Los vagones se mecen de lado a lado con un vaivén más propio de un barco que de un tren. Para obtener las mejores vistas sobre el viaducto, de 689 metros, conviene sentarse al lado derecho si se viaja de Hsipaw a Pyin Oo Lwin.
Guía práctica
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