Lanjarón es la puerta de entrada a la Alpujarra de Granada. Su centro histórico es uno de los catálogos de arquitectura burguesa más valiosos de toda Andalucía y tiene en sus aguas de propiedades mineromedicinales, que alimentan el romántico balneario, su mayor símbolo de identidad. Nueve kilómetros más allá, a orillas del río Guadalfeo, está Órgiva, la capital de la comarca, cuya iglesia barroca posee dos campanarios gemelos visibles desde mucho antes de llegar a ella. De Órgiva parten dos caminos: uno conduce a la Alpujarra alta y otro a la baja. La primera es abrupta, bella y romántica. La segunda, rural y agrícola.
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Tomamos el primero para adentrarnos en esta comarca que, si por algo es singular, es por los pueblos blancos que se esconden entre los pliegues montañosos de la cara meridional de Sierra Nevada. El barranco del Poqueira acoge tres de los más conocidos, cuyos nombres de resonancias galaicas se deben a los cristianos que poblaron la zona tras la expulsión en el siglo XVI de los últimos moriscos. Pampaneira es el primero de ellos y tiene a su entrada unos azulejos artísticos donde está escrito: “Viajero, quédate a vivir con nosotros”. Entran ganas de aceptar la hospitalaria invitación cuando se pasea por la plaza de la Libertad, con la iglesia de la Santa Cruz a un lado, o por las serpenteantes calles por donde discurren regatos de agua limpia.
Tras Bubión, donde la arquitectura se singulariza y sus pequeñas plazas ofrecen miradores asomados al valle, alcanzamos el último pueblo del barranco: Capileira. Las carreteras que nacen de él y se adentran en la sierra conducen al interior del parque nacional y, tras largas caminatas, hasta los picos del Mulhacén y el Veleta, techos de la península ibérica. Capileira posee un aroma de autenticidad en su barrio bajo. Las casas están aterrazadas y la cubierta de la primera sirve de asiento a la superior, mientras que los terraos (tejados) están cubiertos de launa, una pizarra oscura que soporta el peso de las cilíndricas chimeneas coronadas por dos lajas.
Los caminos que se internan en el interior de la Alpujarra bordean la aspereza de las montañas. Hay bosques de castaños y moreras, mientras las aguas del río Guadalfeo descienden a los pies del valle sombreadas por chopos, alisos y adelfas. En el centro histórico de Pitres hay una iglesia de aliento mudéjar. Su campanario es como un faro en mitad del valle. Al lado se halla Pórtugos, que tiene en uno de los extremos de su encalado caserío un caño de agua con propiedades beneficiosas que recibe el nombre de Fuente Amarga. También la cal, las calles en cuesta, las plazas mínimas y los miradores caracterizan Busquístar.
El escritor británico Gerald Brenan popularizó la Alpujarra a mediados del siglo pasado en su libro Al sur de Granada. Él residió en Yegen, pero recorrió una y otra vez los pueblos de la comarca. Muchas veces subió hasta Trevélez, el pueblo más alto de España, a los pies del Mulhacén. Tiene tres barrios, pero es en el Alto en el que abren sus puertas secaderos de jamones donde se curan las carnes de los cerdos criados en las sierras de Lújar y la Contraviesa.
El camino que busca la Alpujarra almeriense deja a un lado otras localidades como Juviles, Bérchules o Mecina Bombarón. Las tres poseen iglesias mudéjares, plazas que miran al valle por donde corren las aguas del Guadalfeo y calles perfumadas de jazmines, buganvillas y madreselvas. En Yegen y Válor los vecinos narran las historias de resistencia de los últimos moriscos, expulsados a mitad del siglo xvi. En Válor, además, recuerdan que la Alpujarra es una misma comarca en la que confluyen dos provincias, porque la que encontramos al este es la de Almería: otra realidad administrativa, pero una misma verdad geográfica y cultural.
No dejes de...
Aprender a tejer una jarapa artesanal. La elaboración de las típicas jarapas alpujarreñas es una de las tradiciones más arraigadas en la comarca. En el taller textil Hilacar (jarapahilacar. com), en Bubión, han recuperado este antiguo oficio y ofrecen visitas para conocer el proceso de fabricación, además de cursos para convertirnos en artesanos por un día aprendiendo a tejer una de estas alfombras de fibras naturales. En Pampaneira, El telar de Mercedes (eltelardemercedes.com), en la imagen, es otro centro artesanal que enseña esta labor como se hacía a finales del siglo XVIII.
Guía práctica
Guía práctica