HORTA DE SANT JOAN
En pleno corazón del Parque Natural de Els Ports y en la frontera con la comarca turolense del Matarraña se esconde un pequeño pueblo de origen medieval que fue un refugio vital para Picasso. Un lugar de atmósfera especial, aislado y con historia, como relata su castillo templario. Adentrándose por las calles y callejones del casco histórico se van descubriendo edificios renacentistas, plazas porticadas y la iglesia de Sant Joan Baptista, del gótico catalán. En la plaza de la Iglesia todo el mundo se para ante la fachada del antiguo Hostal del Trompet, donde se alojó el genial pintor, disfruta paseando por la calle que lleva su nombre, con rincones de lo más fotogénicos, o visitando el Centre Picasso (centrepicasso.cat), que reúne las obras que pintó en este bonito lugar.
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MIRAVET
El imponente castillo templario, que antes fue atalaya musulmana y vigila desde lo alto, ofrece la mejor estampa de este pequeño pueblo encaramado a un peñasco y en el meandro que dibuja el Ebro. Además de admirar sus casas subiendo por la pared rocosa, la iglesia Vieja y su plaza-mirador y ver cómo se estira el pueblo hasta llegar al barrio del Raval, la visita a Miravet no puede terminar sin subirse al transbordador fluvial que navega para las aguas del río.
SIURANA
Muchas veces los pueblos más bonitos están en las alturas. Es lo que le pasa a Siurana, que se encuentra al borde de un precipicio y con unas vistas espectaculares a las montañas de Prades y el pantano al que da nombre. Si el paseo por sus retorcidas callejuelas empedradas, entre casonas medievales y rincones perfumados de geranios, no puede ser más delicioso, para perspectivas están sus miradores, especialmente el Salto de la Reina Mora, que tiene también su leyenda, pues la hermosa reina Abdelazia saltó desde él con su caballo blanco antes de verse sometida al ejército cristiano que sitiaba la fortaleza árabe que lo corona. A la hora de ponerse el sol el lugar no puede ser más espectacular.
PRATDIP
No hay nada que temer en Pratdip, a pesar de que su nombre se lo debe a los dips , los perros vampíricos que aparecen en su escudo y protagonizan sus leyendas. Tanto que a la entrada hay un monumento dedicado a ellos. Las montañas de la sierra de Llaberia rodean este pueblo coronado por un castillo medieval y con dos torres de defensa que aún siguen en pie en la parte más antigua de la localidad. En torno a la iglesia de la Natividad discurren calles estrechas perfectas para el paseo y para disfrutar también las pinturas de la ermita de Santa Marina y unos cuantos miradores.
AIGUAMURCIA
Así se llama el municipio en el que los monjes cistercienses levantaron hace mil años el monasterio de Santes Creus. En medio de un apacible valle, entre viñas y arbolado, un buen lugar para retirarse, debieron pensar. Junto con Poblet y Vallbona de les Monges, es el tercero de los vértices del triángulo de arquitectura y espiritualidad que es la Ruta del Císter y el único en el que ya no existe la vida monástica. Su excelente claustro gótico, la iglesia con su icónico rosetón y las tumbas reales hacen de este cenobio uno de los conjuntos cistercienses más bellos de Europa.
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ALTAFULLA
Este municipio costero tiene el honor de acoger una de las grandes y lujosas villas rústicas que orbitaban alrededor de Tarraco, la de Els Munt, del siglo I d. C. Un incendio la devastó, pero se salvaron sus mosaicos, sus excepcionales termas y la memoria de sus ilustres huéspedes. Ahí al lado, encaramado a un promotorio rocoso y entre rocas y pinos está el recinto amurallado de Tamarit, cuyo castillo se convirtió en el estudio del pintor Ramón Casas y de cuyo conjunto destaca la abadía, los restos de la muralla y la iglesia de la Asunción. Pero Altafulla también tiene una deliciosa playa, el plácido espacio natural de la desembocadura del río Gayá y algunos de los iconos gourmet de Costa Daurada, como Brisa o Cócula.
MONTBLANC
Una auténtica regresión a la Edad Media. Es lo que se siente al pasear por esta bonita localidad amurallada, cuya esencia late en su trazado urbano y especialmente en la plaza Mayor. El baluarte de Santa Anna y el tramo del Furadot son lo más destacado de sus imponentes murallas, aunque también se conservan puertas como la de Sant Jordi y la de Bové, torres, palacios e iglesias. Por tener, este conjunto histórico de pasado esplendoroso, además de la capital de la Conca de Barberà, tiene hasta leyenda, pues aquí San Jordi y el dragon tuvieron su legendario combate.
TIVISSA
No es tan conocido como los otros incluidos en este listado, pero este pueblo de 1600 habitantes a 55 kilómetros de Tarragona, en la ribera del Ebro, tiene atractivos para dar y tomar. Desde las ruinas del poblado ibérico del Castellet de Banyoles a varios abrigos con pinturas rupestres que forman parte del Patrimonio Mundial de la Unesco. Entre sus calles estrechas y bonitos rincones sobresalen la iglesia de Sant Jaume, el Portal d’Avall o las plazas del Mercat o la Baranova, un mirador excelente del entorno.
CAMBRILS
De personalidad marinera y tradiciones vinculadas al mar, en Cambrils lo primero es dar un paseo, como suelen hacer los lugareños, por su fachada marítima tomando un helado frente a las barcas de pescadores y de recreo reposando en sus aguas y luego disfrutar de sus nueve playas, antes de recalar en alguna de las referencias foodies que dan fama al lugar, como El Rincón de Diego Campos, con una estrella Michelin. Entre la localidad y Montbrió del Camp está el Parque Samá, el sueño particular del Marqués de Marianao, con su lago, su canal, su cascada e infinidad de árboles de exóticas variedades.
TORTOSA
Tiene historia esta ciudad en la riberea del Ebro cuyo perfil lo marca el impresionante castillo de la Zuda, que domina desde lo alto. Fue alcazaba árabe, porque Tortosa estuvo en manos de los musulmanes cuatro siglos, y fortaleza cristiana después. Hoy es el mejor mirador de la ciudad. Y con tanta historia, un patrimonio también monumental, en el que sobresale la soberbia catedral de Santa María, pero también sus Reales Colegios renacentistas, la Llotja del Mar y los jardines del Príncipe. Sin olvidar sus edificios modernistas.