Pontevedra es una ciudad para disfrutar, paseando por esas rúas de granito verdinoso donde las casas nobles se alternan con tabernas de las que sale un olor delicioso, sentados en las terrazas de sus plazas de reminiscencias gremiales (de la Verdura, de la Leña, de la Herrería…), rodeados de soportales y camelios, también en las calles que confluyen en la plaza de las Cinco Rúas, donde se alza un magnífico cruceiro, o visitando el santuario de la Virgen Peregrina y la basílica de Santa María. Se está tan bien en la capital pontevedresa que se corre el riesgo de no querer salir de ella y quedarse a este lado del Lérez, viendo pasar a los peregrinos por el puente del Burgo, donde comienza la ría de Pontevedra.
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Esta ruta empieza cruzando otro puente, el de la Barca, para seguir por la carretera PO-308. A solo cuatro kilómetros de la capital se halla el antiquísimo monasterio de Poio, que aparece citado por primera vez en el año 942, aunque se sabe anterior. Impresiona, por su serena belleza renacentista, el claustro de las Procesiones, y, por su tamaño, el hórreo que hay en la parte trasera, el más grande de Galicia.
Aunque, para hórreos, los 60 de Combarro, el pueblo más fotografiado de las Rías Baixas. La mitad de ellos alineados junto al mar. En la localidad también hay siete cruceiros, con la Virgen mirando a la ría, como los hórreos.
A partir de aquí se suceden las playas, hasta llegar a Silgar, la principal de Sanxenxo, de 800 metros de longitud. En realidad, las playas de este municipio y de Portonovo son calitas recoletas comparadas con la de La Lanzada, un arenal de 2,5 kilómetros que aparece nada más dejar atrás la ría de Pontevedra, en el extremo sur de la de Arosa. La playa gusta mucho a los delfines y a las aves migratorias que recalan detrás de ella –más de 13.000 en invierno–, en el Complejo Intermareal Umia-O Grove.
Bordeando La Lanzada pasamos a la península de O Grove, que hasta el siglo xviii era solo isla. Fue la arena arrastrada por los vientos del suroeste, los mismos que impulsan hoy a los kitesurfers en la playa, la que creó el istmo que une la península a tierra firme y separa las aguas bravas del océano de las mansas y someras del mencionado complejo. Todo esto se ve muy bien desde el centro de interpretación del espacio natural, que está en lo más alto de la península, en la cima del monte Siradella, a 167 metros sobre el nivel del mar.
En San Vicente, en el extremo suroeste de la península de O Grove, podemos estirar las piernas en el paseo de Piedras Negras, un precioso camino de tablas que va serpenteando por el abrupto litoral hasta las playas salvajes de Abelleira y Canelas. Mejor al atardecer, cuando el sol tiñe el océano de naranja y en el horizonte se recorta la silueta de la isla de Ons.
Atravesando en coche toda la península, nos situamos en O Grove y, por el puente de La Toja, cruzamos a esta isla famosa por sus aguas termales, sus jabones, sus lujosos hoteles, su campo de golf y su ermita de San Caralampio, o de las Conchas, puesto que sus muros están cubiertos con ellas. En el puente del Burgo, en Pontevedra, también hay vieiras, pero de piedra.
No dejes de...
Iniciarte en el surf en la Playa de la Lanzada. Este istmo arenoso que une la península de O Grove con Sanxenxo está considerado uno de los mejores de Galicia para ello. Prado Surf (pradosurfescola.com), Mission (missionsurfschool.com) y Waipia Surf School (waipiasurfschool.es) ofrecen cursos y material de alquiler. También organizan paddle surf, kitesurf, kayak, buceo y snorkel.
Guía práctica
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